Por Luis Alberto Ambroggio
A Macedonio Fernández
Busco la piedra de los poemas.
Busco algo que no huya de mi sombra
y en su paz disperse el eco.
Busco algo que permanezca después,
después del agua y de la aureola
quedándose sin irse,
sin sufrir los ultrajes y las pérdidas
de los caminos sueltos.
Busco algo que no altere
porque en su dureza hay
un solo número.
Busco la cifra callada
de los mil gritos,
víctima sin resignación,
escritura,
dignidad austera de presencia
donde vivan perennes
la libertad de la memoria y el deseo.
Busco algo que sea
al revés,
esencia que se pervierta
con la verdad,
contra el golpe infalible
del mensaje.
De: La arqueología del tiempo/The wind’s Archeology. México-Barcelona: Vaso Roto Ed.: 2011
LA DESNUDEZ DEL ASOMBRO
A Claribel Alegría
Los pies, las manos,
las manos de la mano,
los sudores del vientre enamorado
lo que puebla el reino de los ojos,
las nubes de rayos húmedos
adentro de los cuerpos,
la magia de los tactos,
la piel en el surco del silencio
a la una de la noche de mi noche,
las criaturas de los tiempos,
las creaciones sin tiempos,
esas que sobreviven plagas,
cruces, sables, campanas y cristales,
ellos, ellas, todos
somos un secreto de amor
a ser descubiertos
con lento asombro.
De: La desnudez del asombro. Madrid: Lord Byron Ed.: 2009.
EL TESTIGO SE DESNUDA
¿Para qué escribo?
Para crucificarme y resucitar luego como tierra húmeda e inocente.
Para ser el último y el primero.
Para detener de una vez el río en la mano y beber agua.
Para que quienes beban las gotas sepan que hay río.
Porque los colmillos hacen ruido de frío, piedra y furia
Y porque las sombras de mis días y noches pierden todos los jeroglíficos.
Para que me entiendan y no me entiendan los que pasean en las calles
[con sombreros de todo tipo.
Para que quienes entiendan me inventen sin dolores de espalda.
Escribo para sembrar cenizas de colores en la soledad vasta
[y el gran silencio
Y porque sin besar, beso, y sin morir, muero.
Y me escapo con las manos llenas de insomnios indignos
Para transformar las noches en una luz feliz y el día en dos sueños rojos.
Escribo para repetirme hasta el olvido y recordarlo en cada verso
Y porque así el principio y el fin se tornan inagotables.
2000. De: El testigo se desnuda. Madrid: Colección Puerta de Alcalá: 2002.
LA AVIDEZ DE LAS RAÍCES
El deseo es un paraíso a la vista
mientras no defraude la ventana
ni nos tiente el roce del regreso
o la intrigante calidez de la memoria.
Desteñida y estridente,
en las riberas y los tiempos,
vibra la voz antigua y nueva
de los vestigios y las cartas.
¿Por qué no ser feliz,
colibrí al borde del momento,
yendo sin volver, o saltando
en el lugar preciso de la existencia?
Pero el encanto de la historia conjura
sus ambiguos márgenes en alas, esqueletos,
acaso el hábito elocuente de las fotos.
El deseo y el olvido se parecen
en la genealogía de sus gritos.
Me libero hundiéndome en la vida,
la tierra madre,
la que es más que viento,
sombra, eco, promesa,
la que es,
el jardín sin las piedras.
Washington DC, 20 de agosto de 2010. De: La arqueología del tiempo/The wind’s Archeology. México-Barcelona: Vaso Roto Ed.: 2011
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