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Familia Cardenal Argüello, el 8 de septiembre de 1933. LA PRENSA/CORTESÍA.

Mi abuela

Conmemorando el 151 aniversario del natalicio de mi abuelo, Salvador Cardenal Saborío, esposo de mi abuela Isabel, y a propósito de la reunión de sus descendientes, que se llevará a cabo el 26 de septiembre de 2010.

Ana María Chamorro de Holmann

Ella era bella, Mabella; así le decíamos cuando hablábamos de ella. Nunca la conocí así de bella, solamente la vi en una fotografía cuando ella tenía apenas 16 años. Unos colochos de cabello oscuro le llegan hasta los hombros rodeando un rostro apacible. Desde ese rostro se asoma una mirada serena mirando hacia el futuro que, como Sahara creyó en la promesa de Dios, qué: “Su descendencia sería numerosa, como las estrellas del cielo y las arenas del mar…”

Nació el 8 de julio de 1866, por eso sus padres, Pedro Argüello y Leocadia Prado, al ser bautizada escogieron para ella el nombre de Isabel, porque ese día se celebra la festividad de Santa Isabel de Portugal, de quien Isabel tomó ejemplo de sus virtudes de fe y de caridad. El nombre de Isabel significa “Promesa de Dios”, muy adecuado para una mujer especial, como lo fue Mabella; profesó un profundo amor a Dios, un verdadero amor al prójimo, recta y firme, creyente en los principios y valores morales y cristianos, una gran promotora de la unidad en la familia.

A pesar de su bonanza económica era austera y sencilla.

Practicaba la enseñanza de su santa patrona Isabel, con su sentencia que dice: “Tanto mayor libertad de espíritu tendrás, cuando menos deseos de cosas inútiles o dañosas tengas”. Isabel, a pesar de ser reina, compartía personalmente sus propios bienes entre los pobres, y hasta los bienes del Tesoro Real, sin el consentimiento de su esposo, el Rey, lo que le causó graves problemas.
Isabel y Salvador Cardenal.
LA PRENSA/CORTESÍA.

Semejante a lo que hizo mi abuela, pero ella en acuerdo con su esposo, Salvador: donando una finca a los Salesianos en las faldas del Mombacho, para la educación de los jóvenes de escasos recursos; donando varias cosechas de café de la hacienda Santa Cecilia, en las mismas faldas del Mombacho, a los misioneros Jesuitas; edificando una iglesia dedicada al Sagrado Corazón de Jesús, en una isleta que compraron en el Lago de Granada, para propagar la fe por medio de la catequesis. Finalmente, al morir mi abuela, fue entregada al Episcopado de Granada la hermosa mansión familiar en la Plaza de la Independencia, frente al Parque Colón. No sin antes haber favorecido oportunamente a sus hijos en sus necesidades, proporcionándoles casas al casarse para formar sus nuevos hogares. También les facilitaba fuentes de trabajo en haciendas o en las sucursales de los almacenes que tenían en León y Matagalpa, según las aptitudes y preferencia de cada uno.

Con frecuencia favorecía a muchas familias pobres, mejorándoles sus viviendas y ayudándoles a mitigar sus necesidades. Entre éstas recuerdo a la comadre Luisa, quien cada año llegaba con otro más, recién nacido, para que fuera su madrina, y contándole como una letanía todas sus tragedias… Se formaban unas largas filas y mi abuela les oía con paciencia, todo y a todos, sin preguntar nada, sólo sacaba dinero de la bolsa de la combinación que había ideado dar a hacer para facilitar esta operación, pero a veces, cuando la necesidad del cliente era mayor, se levantaba a sacar de la caja de hierro una cantidad mayor. Mientras mi abuelo, fija su mirada, la observaba con sus ojos azules cansados por su inmovilidad, seguía sus pasos desde una silla de ruedas. La única tarea que le quedaba a él era repartir cinco centavos a cada uno de los nietos todos los domingos después de misa, reales que aprovechábamos para ir a comprar a La Calzada: un cono de sorbete, una manzana, algodón de azúcar y todavía sobraba para guardar y luego comprar una muñeca de trapo con la cara y brazos de china y un perfume con un envase con la figura de la Esfinge, que vendían donde Simón Woolf en la tienda que quedaba atravesando el parque.

El 8 de septiembre de 1883 la señorita Isabel Argüello Prado contrajo matrimonio con el caballero Salvador Cardenal Saborío, matrimonio que procreó 10 hijos, siendo su primogénito Salvador de Jesús, quien nació en León, el 6 de diciembre de 1884 y murió el 27 de junio de 1907 en París, donde se encontraba en el seminario de los Jesuitas. Salvador de Jesús proclamó sus votos y fue consagrado sacerdote en su lecho de muerte. Marcelina nació en León el 23 de septiembre de 1886, fue religiosa de la Asunción, profesó sus votos en Tenerife, Islas Canarias, tomando el nombre de Madre Mercedes. Murió en el Convento de León, en junio de 1970. Julio nació en León, el 3 de septiembre de 1887 y murió en Granada el 26 de junio de 1975. Se casó con Adela Argüello Cervantes, procreando 8 hijos. Contrajo segundas nupcias con Luisa Chamorro Zelaya, con quien procreó 5 hijos. Mercedes nació en León el 4 de agosto de 1889. Murió en Granada el 2 de enero de 1979. Se casó con Carlos Cuadra Pasos, tuvieron 5 hijos. La primera con nombre Isabel nació en León, el 21 de octubre de 1890, murió a temprana edad. Carmen nació en León el 17 de marzo de 1893. Murió en Managua el 9 de junio 1963. Se casó con José Oyanguren Arrechaga, nacieron 6 hijos.

Rodolfo Pedro nació en París, el 6 de septiembre de 1896. Murió en Managua el 30 de mayo de 1995. Se casó con Esmeralda Martínez Urtecho, procreando 7 hijos. Isabel nació en París el 3 de junio de 1898. Murió en Granada el 28 de agosto de 1932. Se casó con Alberto Cuadra Santos, procreando 2 hijas. María Margarita nació en León el 9 de enero de 1900. Murió en Managua el 28 de junio de 1998. Se casó con Pedro Joaquín Chamorro Zelaya, nacieron 5 hijos. Carlos Santiago nació en León, el 25 de julio de 1903. Murió en Managua el 24 de julio de 1978. Se casó con Nora Martínez Santos, tuvieron 5 hijos.

La familia de Salvador e Isabel Cardenal se trasladó a Granada en el año 1912, debido a que en León sufrieron las consecuencias de la llamada “Guerra de Mena”, provocada por la lucha de poder entre conservadores y liberales. Mi abuelo, quien era conservador, vivía en León, donde predominaban los liberales, llevó la peor parte. Las turbas liberales saquearon su casa de habitación destruyéndolo todo a su paso, macheteando los retratos de sus antepasados, arrasando con la mercadería y dejando limpio el almacén. Tuvieron que huir todos por una escalera a la casa del vecino, don Mariano Barreto, quien era liberal, pero amigo.

Isabel Argüello Prado, de 16 años.
LA PRENSA/ CORTESÍA.
Se establecieron en Granada, comprando una casa donde vivieron el resto de sus vidas. Él reanudó su negocio de comercio con el crédito que le otorgaron las casas comerciales extranjeras con las que él trabajaba.

El 8 de septiembre de 1933, Salvador e Isabel celebraron sus Bodas de Oro en las que yo, Ana María, recibí mi Primera Comunión. Siempre pasábamos Navidad en la casa de mis abuelos, donde se hacía un gran nacimiento.

La cena era temprano, pero la Misa del Gallo a medianoche era de rigor. No se celebraba el fin de año, pero sí el 1 de enero, que era el cumpleaños de mi abuelo, quien nació en León en 1859. Mi abuela siempre celebraba su cumpleaños, el 8 de julio, con un gran almuerzo con todos sus hijos y nietos. Ese día estrenábamos vestido y también estrenamos nuestra primera copa de vino blanco, lo que provocaba una guerra de panes que nos tirábamos unos a otros… Mi abuela no tenía más remedio que tener paciencia y nosotros de tener cuidado que no le diera ningún pan a ella.

Mabella era muy recta y firme en la educación, todavía alcanzamos la disciplina de esa época en que la ley era la tajona. Un día su carro Packard, azul oscuro, nuevecito, apareció con una “pinta profunda” hecha con un enorme clavo: “Viva mi abuela”. Mandó a llamar a los cinco nietos que eran más o menos de la misma edad y los puso en fila con tajona en mano: ¿Quién fue el que escribió eso?, preguntaba muy brava. Hubo un silencio… pero la prueba era evidente, el mensaje estaba autografiado por uno de ellos, quienes, a pesar de los tajonazos, ninguno soltó prenda y este secreto algunos se lo llevaron a la tumba.

Lo mismo que hicieron con el robo del vino de consagrar que se usaba en las celebraciones de las misas de cada mes, el que desaparecía de la bodega contiguo a la capilla familiar de la casa. También el robo de los racimos de uva, a los que les ponían una bolsa de cedazo para que no se los comieran los pájaros… pero había otros pájaros de alto vuelo… que volvían a poner las bolsas vacías.

Mi abuelo murió en Granada el 7 de noviembre de 1936. Mi abuela, sonriendo, ante un cuadro de la Virgen de Fátima, en la celebración del Corazón Inmaculado de María, el 23 de agosto de 1953, entregó su vida al Señor.

Ambos nos dejaron muchos gratos recuerdos de la infancia y un sello imperecedero en nuestro proceder: honestidad, lealtad, valores y principios morales y cristianos.

Es por eso que debemos imitar a nuestros abuelos, no con una acción u otra, sino con una actitud continua de fe y caridad: la fe es la certeza de la esperanza en las promesas del Señor. La caridad es una expresión de amor. Dando es como recibimos.

“Señor, Tú has sido nuestro refugio, de generación en generación” Salmo 89.

Ana María, una de tus nietas. Managua 8 de septiembre de 2010.

La Prensa Literaria

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