14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.

LA PRENSA/ AGENCIA

Lengua, arte y ciencia

El ímpetu expresivo de la música es incomparable. Es lengua, arte y ciencia. Está presente —y no se extingue— el esplendor milenario de su vigencia.

Joaquín Absalón Pastora

Cuando se contrae por primera vez la decisión infinitamente espontánea y gozosa de tenerla como solidaria en la soledad, nada es capaz de derribarla de su trono. Ningún factor de perturbación por muy insidioso que sea puede esquivarla porque ella se introduce en todas las pendientes de la sensibilidad humana desde su llena y penetrante visita a las alturas del sistema auditivo, donde se reúne el poder de la concentración. Sus notas atiborran la sangre del poseído, conmovido por sus influjos. Una vez adentro en convivencia con el sentimiento, es una inconmensurable anfitriona de la reflexión, de la meditación, convida a tener una visión de la vida, placentera, dramática, danzarina, luctuosa, de las tantas diversidades anímicas, fácilmente vistas en el retrato multicolor del destino.

No es paisaje y tiene “luces y sombras”, no es lengua y habla, no es movimiento y gesticula. Finalmente —en la real conclusión— es todo eso. Se expresa como si fuera un idioma con verbos cambiantes, con metáforas, con la añadidura gloriosa de la poesía. (Richard Strauss quedó consagrado con sus poemas sinfónicos) y es que tiene —lo leí en los aphorismes de A. Rubinstein— “su caló dialectos y jergas”. Otros estudiosos haciendo uso de la libertad creadora de universalizar las dotes expresan “que tiene una ortografía racional etimológica, ortografía fonética y hasta caprichosa”.

Por esa razón los infantes iluminados por la previsión, por el privilegio de ser beneficiarios de la razón desde precoz edad, como Mozart, como Brahms, como Haydn como Saint Saens, la aprendieron a leer desde muy temprano, desde la inocente era en que la rutina conduce al niño a las rondas por el juguete improductivo en vez de inclinarse con inducción prematura al arte, la ciencia, el intelecto

Esos niños —menciono a cuatro de ese selecto mundo de criaturas que hicieron lo mismo— pulsaron ese idioma, repasaron sus letras cuando el foco del discernimiento propio no se había prendido en sus sólidas molleras. Aprovecharon los nacientes años para sacarle el máximo grado de utilidad a los signos para el resto de sus días. Porque lo que se cultiva desde los 4 ó 5 años, quedará para siempre, difícilmente será pasto del olvido

Quien tuvo la iniciativa de establecer ese contacto en el período otoñal de la existencia, no podrá conseguir el objetivo de la perpetua e indeclinable nutrición. De ahí que sea tan útil darle desde su ingreso a las aulas una pequeña y específica cátedra, un catecismo sonoro como el que se imparte en colegios donde el abecedario de la religión recibe la distinción de la prioridad ¿para qué? para que el educando si la tiene enriquezca el fervor de ser pastor de las creencias espirituales. ¿Para qué la pedagogía infantil en la música? Para que el que la tiene fortalezca la devoción de ser músico.

Siendo idioma como lo sostienen tantos tratadistas y catedráticos doctorales en los conservatorios, tiene dos formas elementales de ilustración, de noble y efectivo corolario “por la práctica o por la teoría”. Tiene colección en la literatura. Espacio en la poesía.

Que se le dé al compositor siendo la música lengua, a Juan Sebastián Bach —para dar un espectacular y diáfano ejemplo— la categoría no sólo de maestro del órgano, de inspirador del encanto sagrado, de innovador del contrapunto aún cuando éste iniciaba su viaje al crepúsculo, que se le considere como un maestro total de la literatura musical y por ende, literato. Eso fue él globalmente en el contexto de su predilección. Lo fue no porque haya impartido esa especialidad del idioma sino porque desde el momento en que pedaleaba y creaba se convertía en el instructor de esa belleza análoga.

Es lengua, pero también es arte y ciencia. Como arte tiene pintores. Como ciencia tiene matemáticos, puristas de la exactitud. Si a Bach se le puso como maestro en el lenguaje, en la germanía de los signos, a Debussy se le puede citar dentro de las artes, como maestro de la pintura y a Schonberg en la ciencia como el puntal de la fidelidad a lo determinado.

El pintor establece sobre la tela, la madera o sobre la indómita piedra, substancias y colorantes. Pero Aquiles Claudio fue paisajista sin necesidad de contar con ninguno de esos menesteres para identificarse con esa destreza. El retratista usó el aire para describir —con él nace la época descriptiva— imágenes, para colocar la cámara de sus ojos sobre la neurastenia del mar desde la profundidad donde parte su iracundo emanar hizo que su sofocación interior se viera con sólo el hecho de oírlo.

Dibujó a las olas con la orquesta que él montó para que con el sonido salieran las palabras, las voces altas de la tempestad. Y así diseña sin ser arquitecto tres bocetos sinfónicos cincelando la forma con unidad y sentido. El oleaje en danza, su espuma, su claror, el vaivén nervioso de las aguas para que de ellas fluyera “la música perfecta”. Escuché El Mar y estará viendo un cuadro como los que pintó Musorgski en su exposición y sentir la conmoción de ver el éxodo por las altas, fatídicas estepas, encorvadas las víctimas buscando un norte desconocido, sólo vislumbrado por la ilusión.

Al oír Cuadros de una Exposición mis oídos vieron las barbas naufragando sobre las empinadas diabólicas donde no podía tenerse —paradojalmente— la concepción de una gota de agua. Musorgski, otro pintor de la música.

Esta además es ciencia porque —frases de Emil Girardin— “todos los procedimientos que concurren a la elaboración de una obra musical hallan su explicación y su razón de ser en los números y en la combinación de los números”. Basado en ese concepto cierro en la ejemplificación con Arnold Schonberg. Impuso la técnica dodecafónica. Para cada pieza la clasificación de doce notas de la gama cromática en un orden determinado. Por ello se le reconoce la habilidad científica —la pericia— más no la claridad emocional.

En la estricta interpretación, el arte en el vacío de la música no se ve ni se toca. Poco o nada pueden hacer los ojos y las manos para palparla. Pero sí mucho el oído para dejar testimonio de que es lengua, arte y ciencia…

La Prensa Literaria

Puede interesarte

×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí