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El maestro Edgardo Buitrago, investigador dariano. LA PRENSA/ ARCHIVO.

Carta a don Edgardo Buitrago

Ha vuelto septiembre, que nos recuerda la Batalla de San Jacinto, y también lo ocurrido en León en 2009: tu partida, don Edgardo, el día 14.

Francisco Arellano Oviedo

Ha vuelto septiembre, que nos recuerda la Batalla de San Jacinto, y también lo ocurrido en León en 2009: tu partida, don Edgardo, el día 14. Vos que eras el historiador, el tribuno, el maestro, el jurista, el académico, el dariano, el amante de tu ciudad natal, el fundador y director del Museo-Archivo Rubén Darío, el amigo…, agitaste tus alas y alzaste el vuelo. El tiempo ha corrido tan veloz que nos parece que quien nos acompañó siempre llegará a la sesión de trabajo un poco tarde, como a veces ocurría. Entonces, vos respetuosamente te excusabas y… ¡claro!, teníamos que comprender que venías desde León y que a veces se atasca el tráfico en la capital y el tiempo que se tarda de un punto de Managua a otro lugar de ésta es mayor que el tiempo que transcurre en un viaje de León a Managua.

Recuerdo a Julio Valle, querido don Edgardo, aquel día del sepelio, rechazando, negando y renegando lo ocurrido. Él decía que en cualquier momento recibiría tu llamada por teléfono y escucharía tus sonoras carcajadas ya fuera por un elogio o una crítica a tu persona, porque él elogiaba, en ese momento, tu ecuanimidad y espíritu constructivo, que no te gustaba restar ni dividir sino sumar y multiplicar, y eso siempre te lo reconocimos: ¡fuiste un hombre de unidad! ¡Gracias por esa enseñanza tan importante!

Con tu partida me ha ocurrido lo que me pasa también con el poeta PAC; a veces paso por su casa y me parece que lo voy a ver con aquella su pose tan característica, con el hombro recostado, ligeramente sobre el marco de la puerta, mirando que uno se iba acercando y cuando estaba al alcance de su voz iniciaba la plática…, pero en tu caso era diferente, había que tocar fuerte aquella puerta y gritarte cerca del agujero de la cerradura para que la voz pasara al fondo de la casa; pero bien, mi querido amigo, nos hacés mucha falta, no sólo en la Academia, también en el Museo-Archivo, en la universidad, en los medios de comunicación y en las diferentes tribunas del país, porque tu sabiduría, tu capacidad de análisis y de exposición, así como tu palabra fraternal y juiciosa siempre fueron bien recibidas y lo que vos decías era lo correcto.

Tu partida me parece que ha sido como la ausencia de quien se va por un año sabático. Aquí, tu gente (Mercedita y Miguel Ángel) me entregó este año el texto de tu obra Las Purísimas para que lo editara y se me pidió que lo presentara en el Paraninfo de la Universidad de León. Así, hice la edición y me cupo el honor de hablar en la misma tribuna donde vos hiciste gala de tu magisterio y jurisprudencia. ¡Cuánto me habría gustado que para esta fecha hubiésemos tenido una edición de tus obras completas, pero no pierdo las esperanzas que las instituciones de aquella tu ciudad natal las hagan realidad en algún momento!

En la Academia Nicaragüense de la Lengua donde se te estima, admira y reconoce tu trabajo por el desarrollo e incremento de nuestra cultura, mantenemos nuestra agenda activa, procurando conservar el prestigio que nos heredaron personajes de tu talla.

Después de tu partida elegimos a doña Ana Ilce Gómez Ortega en el cargo directivo que vos desempeñabas, la Fiscalía. Todos coincidimos y seguramente vos también nos habrías dado tu voto, porque Ana Ilce es poeta y musa ella misma, humilde y muy capaz, valiente y tan juiciosa.

Presentamos la Nueva Gramática de la Lengua Española y el Diccionario de Americanismos, ambos proyectos panhispánicos en los que la Academia Nicaragüense de la Lengua, tu Academia, puso el mejor de sus empeños. Este año saldrán cinco obras que llevarán el sello de nuestra Casa; pero hay una noticia muy bonita y de gran interés para vos: nuestra colega Gloria Elena Espinoza publicó un teatro, Sangre atávica , en el que uno de los personajes principales es el celebérrimo don Edgardo, esto implica que en esa obra no podía estar ausente doña Marianita, aquella por quien cambiamos algunos artículos de nuestros estatutos a fin de que ella pudiese ingresar también a esta Academia y detrás de ella otras mujeres importantes por su creatividad y humanismo.

El sábado 11 de septiembre a las 10:00 a.m. hay una misa en la Catedral de León, donde el tropel de las ideas y palabras han concedido reposo a tu cerebro. Me han invitado, es tu misa de cabo de año y Dios mediante, allí estaré en compañía de quienes hemos sido tus amigos y de quienes te admiramos por tu obra y tu fe en Nuestro Señor Jesucristo. Amén.

La Prensa Literaria

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