(Fragmento)
Por Nydia Palacios Vivas
Entre los escritores modernistas sobresale Leopoldo Lugones (1874-1938), el escritor argentino más representativo de su generación. Gran admirador de Darío a quien siempre llamó “maestro”. Ambos mantuvieron una estrecha amistad prodigándose elogios mutuos. Después Lugones asumió una postura contestataria desconociendo la autoridad del epígono del modernismo. El poeta nicaragüense, admiraba a Lugones, pero al criticar su primer poemario no fue muy benévolo al afirmar que: “sus cinceladas son en oro fino, pero mal hechas. ¡Qué va a saber Lugones de bailar gavotas!” (“Un poeta socialista” en Escritos inéditos de Rubén Darío (106)”, por su parte el poeta argentino negó la originalidad de Azul más tarde de-sautorizó al panida con los cambios notables en sus libros posteriores.
Resulta muy difícil encontrar en la Argentina un escritor como Lugones tan infatigable, robusto pensador y con una obra tan varia como fascinante. Sintió verdadera pasión por Víctor Hugo (“El modernismo fue nuestro verdadero romanticismo” afirma Octavio Paz), para después, seguir su propio rumbo cuando publica Lunario sentimental en 1909 que señala el camino a las vanguardias. Octavio Paz concluye:
Después de Prosas Profanas los caminos se cierran: hay que replegar las velas o saltar hacia lo desconocido. Rubén Darío escogió el primero y pobló las tierras descubiertas. Leopoldo Lugones se arriesgó a lo segundo. Cantos de vida y esperanza (1905) y Lunario sentimental (1909) son las dos obras capitales del segundo modernismo y de ellas parten, directa o indirectamente, todas las experiencias y tentativas de la poesía moderna en lengua castellana (Cuadrivio 36).
Las consonancias y disonancias vinculan a Lugones con Darío a través de los dos momentos del modernismo: Lugones bajo el magisterio de Rubén y la del poeta argentino en actitud de subversión con respecto al panida; Lugones publica Las montañas del Oro un año después de Prosas Profanas, donde ya se percibe la evolución que se manifiesta en Los crepúsculos del jardín (con ecos del hipertexto dariano) publicado en 1905 y dos años después Lunario sentimental.
En el primer libro de Lugones Las montañas del Oro, percibimos la presencia del angustiado y satánico Charles Baudelaire y el tenebroso Edgard Allan Poe. Un buen ejemplo es el poema “Metempsicosis”:
Una luna ruinosa se perdía
con su amarilla cara de esqueleto
en distancias de ensueño y de problemas,
y había un mar, pero era un mar eterno,
dormido en un silencio sofocante
como un fantástico animal enfermo.
Sobre el filo más alto de una roca,
ladrando al hosco mar, estaba un perro.
Sus colmillos brillaron en la noche,
pero sus ojos no, porque era ciego”.
Este poema revela la creencia en la reencarnación al igual que Darío, quien escribió un poema del mismo nombre. El bardo nicaragüense afirmó sobre “Metempsicosis” de Lugones: “Algo que pudiera ser firmado por Dante y dibujado por Schneider” (Escritos inéditos de Rubén Darío 106) Por otra parte, en Los crepúsculos del jardín, publicado en 1905 Lugones es más agresivo, actitud que llegará al clímax con Lunario sentimental, poemario de frases insólitas, extravagantes, lo irónico, el feísmo, lo prosaico y el humor negro:
La actitud de Lugones es concomitante con la de Darío; ambos como tantos otros modernistas están embarcados de las mismas ideas y creencias. Lugones es más extremista, menos complaciente, menos ecléctico y, en ciertos aspectos, va más lejos que Darío (Yurkievich 58-59).
En Los crepúsculos del jardín de Lugones, se percibe un jardín de ambiente artificial. En la introducción el poeta confiesa su intención de divertir en en un jardín agónico:
Pasatiempo baladí
tal vez, aunque harto inocente
obrero cuya tarea
va sin grimas ni resabios
mientras a flor de tus labios
un aria vagabundea.
El tono humorístico permea la estrofa al introducir elementos característicos de lenguaje coloquial. Resulta notable la presencia de Alberto Samain con su poemario Au jardín de l´Infant tanto como el jardín de Las fiestas galantes de Verlaine.
Asimismo, Lugones define la postura que asumirá en lo sucesivo. En este poemario comparte con Darío la pasión por el tema erótico con una fuerte dosis de los sentidos, un violento sensualismo agónico que se aproxima a lo espiritual. En “Los doce gozos”, sonetos de la sección de Los crepúsculos del jardín, en su poema “Oceánida”, leemos: “El mar, lleno de urgencias masculinas / bramaba alrededor de tu cintura”. Estos versos demuestran ecos del poema eróticosacrílego de Darío “It missa est“ en el cual, Darío realiza una parodia de la misa. La mujer es el medio para penetrar en el misterio. Las expresiones de Lugones “urgencias masculinas” y “bramaba”, pueden parangonarse con el verbo prosaico “rugir” de Darío. En otros versos las imágenes rubenianas se animalizan al comparar los genitales femeninos: “el peludo cangrejo tiene espinas de rosa/ y los moluscos reminiscencias de mujeres”; otras veces las metáforas aluden a las flores: ”y muestra el sexual higo dos labios entreabiertos”.
Lugones, como Darío, en “El pañuelo” escrito en 1897, con un delicado lirismo, trata el tema universal del amor:
Como las alas de un alción herido
los ritmos de la barca sin consuelo,
azotaron el piélago dormido.
Cayó la noche, y entre el mar y el cielo
quedó por mucho tiempo suspendido,
el silencioso adiós de tu pañuelo.
El viaje sin regreso, el dolor de la despedida y las velas de un navío simbolizan la partida al eterno misterio. Este soneto nos recuerda el poema “Margarita”:
Y en una tarde triste de los más dulces días,
la muerte, la celosa, por ver si me querías,
como una margarita de amor, te deshojó (319).