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Los olvidados que no valen nada para el mundo

“A quien está olvidado de todos, Dios no lo olvida; quien no vale nada a los ojos de los hombres, es valioso a los ojos del Señor”. (Benedicto XVI) El contacto humanizante con los pobres deshumanizados nos lleva a la conclusión de que la carencia material no lo es todo, puesto que existe una realidad […]

“A quien está olvidado de todos, Dios no lo olvida; quien no vale nada a los ojos de los hombres, es valioso a los ojos del Señor”.

(Benedicto XVI)

El contacto humanizante con los pobres deshumanizados nos lleva a la conclusión de que la carencia material no lo es todo, puesto que existe una realidad íntima que toca y golpea con mayor fuerza el centro mismo del corazón del hombre: la carencia afectiva.

Al pobre Lázaro le dolía más que la falta de alimento, la indiferencia de sus semejantes, el ser olvidado de todos, no ser valorado como ser humano. ¡Le dolió más la exclusión de la mesa de los afectos que la exclusión de la mesa de los manjares! La Religión y la Psicología reconocen que una de las necesidades fundamentales del ser humano es la de ser amado, considerado, tomado en cuenta, valorado…

Amar es la vocación de todo hombre y mujer, particularmente de los cristianos. ¿Por qué? Porque Dios es amor, porque Jesús nos mandó a amarnos los unos a los otros como Él nos ha amado… Pero también estamos llamados a amar porque nuestro prójimo necesita ser amado y nosotros los humanos sólo podemos realizarnos amando.

He oído decir a algunos padres de familia: “Yo les demuestro amor a mis hijos comprándoles todo lo que necesitan”. Igual hablan ciertos esposos o compañeros: “Yo no sé de qué se queja mi mujer, si nada le falta, le doy plata hasta para pavimentar la ciudad”. Seguramente así pensaba el multimillonario Aristóteles Onasis, pues sus hijos Alejandro y Cristina lo tenían todo… ¡Menos el amor de su padre!

La Madre Teresa de Calcuta se agachó hasta el suelo para decir, sonriendo tiernamente a un pobre basuquero, que agonizaba en plena calle: ¡Dios te Ama! Él, incorporándose un poco, dijo a la religiosa: “¡Madre, he vivido como un desgraciado toda mi vida, pero ahora muero como el hombre más feliz!”. Y expiró.

Dios ama al hombre a través del hombre. Lo ama librándolo de su soledad cuando lo visitamos, de sentirse devaluado cuando lo valoramos, de creerse rechazado cuando lo tomamos en cuenta, cubriendo su necesidad más profunda: precisamente saberse amado… En fin, lo ama cuando, por nuestras buenas obras en su favor, glorifica al Padre que está en los Cielos.

Religión y Fe

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