Por Juan Carlos Ampié
Robots versus monstruos. Todos gigantes, peleando por el planeta tierra. Tiene que aceptar este concepto, fantástico e infantil, para disfrutar de la mejor película de la temporada taquillera. El director mexicano Guillermo del Toro aplica su sensibilidad para la artesanía y el lenguaje clásico del cine, rescatando al entretenimiento de talla grande de las garras de Michael Bay, sus seguidores e imitadores. Titanes del Pacífico es lo que la trilogía entera de Transformers debería ser, y tres veces más entretenida.
En el futuro cercano, una falla submarina abre un portal que nos separa de otra dimensión, habitada por bestias monumentales que apuntan a conquistar el planeta. La humanidad une esfuerzos para crear un equipo de gigantescos robots capaces de ofrecerle pelea a los colosos. Deben ser controlados por dos personas unidas por un “enlace neural” que los obliga compartir memorias y sensaciones, convirtiéndose virtualmente en uno mismo. La estrategia funciona por algún tiempo, hasta que los monstruos evolucionan.
Aquí arranca propiamente la película, con los soldados convertidos en perdedores, al borde del basurero de la historia. Los jefes de estado dirigen fondos y esfuerzos a la construcción de un muro para contener el avance de las bestias. El comando jefeado por Stacker Pentecost (Idris Elba) se juega todo en una última embestida: recluta a Raleigh Becket (Charlie Hunnam), traumatizado tras haber perdido a su hermano en combate. Quedan apenas cuatro titanes, manejados por soldados con egos un poco más grandes que sus vehículos, dos científicos atolondrados (Charley Day y Burn Gorman) y la intensa Mako Mori (Rinko Kikuchi).
Del Toro pone sus cartas sobre la mesa de entrada y de salida. Lo primero que vemos en pantalla es la definición de la palabra japonesa “kaiju”, empleada en el mundo de la cinefilia para identificar a Godzilla, sus pares, y las películas que protagonizaron. Al final, el filme es dedicado a Ishiro Honda, director del original Gojira (1954), y a Ray Harryhausen, virtuoso de los efectos especiales de Jason y los Argonautas (1963) y Furia de Titanes (1981). Esta película es un digno homenaje a ambos.
Más que matricularse en la escuela del déficit atencional de la acción contemporánea, el director diseña su puesta en escena y edición para que siempre estemos conscientes de la escala de los elementos y como se desplazan en la pantalla. Compone la imagen para una pantalla menos rectangular de lo usual, favoreciendo la verticalidad de los combatientes. Proporción y movimiento son siempre claros y discernibles. Consigue balance entre caos y quietud; y entre el elemento humano y el “hardware”. Más que apuntar a una estrella que ancle la película con su carisma, Del Toro favorece actores que maticen arquetipos reconocibles.
La mayor parte de las películas de este género son alegorías sobre la infinita capacidad del mundo occidental para patear traseros, humanos o extraterrestres. Titanes del Pacífico también recorre un arco dramático de cuasi-derrota a victoria, pero el triunfo viene de una especie de comunión emotiva, y no del músculo marcial. También puede ver el toque de Del Toro cuando trabaja contra las convenciones del género. Recuerde la grotesca objetificación que Transformers hacía de sus actrices. Compare con el tratamiento brindado aquí a Kikuchi. Note como presenta a Hunnam como objeto de deseo para ella, pero de una manera inocente que funciona en los términos de un filme familiar. Algunos se quejan de que los personajes no son memorables, pero Mako es la mejor heroína, femenina o masculina, de esta temporada. Si, son robots contra monstruos. Pero esta es la película de acción más seria, emocionante y entretenida de la temporada.
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