“Los datos disponibles muestran que el incumplimiento al derecho a la alimentación se debe (…) sobre todo, a situaciones provocadas por el comportamiento de los hombres y que desembocan en un deterioro general de tipo social, económico y humano”.
(Benedicto XVI)
Una mujer se prostituye, según dice, para poder dar de comer a sus pequeños hijos. Forman una “marimba de chigüines” como ella los llama, de distintos padres. “Todos me abandonaron … Y ahora ¿qué más puedo hacer si se me cierran todas las puertas?, ¿quién me va a dar trabajo con semejante pandilla?”, concluye con una expresión de triste resignación en su rostro, marchito por el sufrimiento y el desvelo… A unas pocas varas de distancia, un niñito, descalzo y sin camisa, chupa una semilla de mango que ha extraído de un cajón de basura. ¡Qué impotencia experimento frente a esto!
Pero no sólo hay irresponsabilidad individual y social frente al hijo que es engendrado y abandonado de parte del aventurero que, como el marinero del poema, sólo “besa y se va”, multiplicando así la cantidad de los hijos huérfanos de padres vivos, pobres víctimas de la insensibilidad paterna.
También vale la pena examinar el comportamiento de cada ciudadano o su parte de responsabilidad por el deterioro general de tipo social, económico y humano, sobre todo de quienes ejercen una función pública, política o de alguna relevancia social. “¿No están acaso hundidos muchos en la miseria porque yo me enriquezco injustamente a la sombra del poder o de mi posición social a cualquier nivel?”. Es la pregunta que el poderoso, viejo o nuevo rico, no debe rehuir.
El enriquecimiento mortalmente pecaminoso de una minoría —sea éste astutamente legalizado— mantiene sin la alimentación material, moral y espiritual a inmensas multitudes de hombres, mujeres y niños: falta comida, vestido, techo y salud a muchos de nuestros hermanos, escuelas y hospitales, medicinas, centros educativos…, porque existe una pésima administración del bien común que raya en la injusticia, un lamentable deterioro de la fraternidad.
Sólo descubriendo a Dios Padre podemos encontrar al hermano que se pierde en la calle de la miseria y el abandono, en busca de alimento afectivo y material. Sólo así nos daremos cuenta de que el derecho a la alimentación forma parte del derecho a vivir. ¡En el cambio de comportamiento está la clave!