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El perfil de un buen gobernante y las elecciones

“Los buenos gobernantes son los que dedican su trabajo a la consecución del bien común de todos los ciudadanos”. (Benedicto XVI) Un Presidente de Costa Rica afirmó: “Prefiero ser difamado y calumniado, que atentar contra la libertad de expresión”. Un gobernante que consagra su tiempo a lograr el bien de todos los ciudadanos, posee, sin […]

“Los buenos gobernantes son los que dedican su trabajo a la consecución del bien común de todos los ciudadanos”.

(Benedicto XVI)

Un Presidente de Costa Rica afirmó: “Prefiero ser difamado y calumniado, que atentar contra la libertad de expresión”.

Un gobernante que consagra su tiempo a lograr el bien de todos los ciudadanos, posee, sin duda, un alto espíritu de justicia y toma la administración pública como una oportunidad que Dios le brinda para servir a sus semejantes.

El buen gobernante es dueño de sí mismo, hombre o mujer de carácter que sabe conducirse como un ser responsable de sus actos y no admite ser manipulado por familiar, amigo, caudillo o partido alguno.

El buen gobernante está muy lejos de ser un fanático partidario, es un respetuoso ciudadano que ve en las legítimas diferencias ideológicas un enriquecimiento mutuo; le gusta el juego democrático y resulta ser enemigo acérrimo del fraude electoral.

Su alta moral le impide convertir a grupos humanos en masa informe maniobrada como títeres para ofender o agredir a pacíficos adversarios políticos. Al contrario, como respetuoso de los Derechos Humanos, promueve la libertad de expresión y asume las críticas a su gestión como factor indispensable para rectificar y mejorarla.

Vale la pena tomar en cuenta el reciente Mensaje de nuestra Conferencia Episcopal para actuar juiciosamente a la hora de votar, pero también merecen tener pendientes para tal ocasión las palabras, asimismo orientadoras y que por tratarse de verdades permanentes no pierden vigencia, de dos destacadas figuras nacionales, también hombres de Iglesia: el cardenal Miguel Obando y Bravo y el P. Ernesto Cardenal.

En la década de los ochenta el ahora Arzobispo emérito enfatizaba: “La voz del pueblo es la voz de Dios, pero cuando ese pueblo es manipulado, la voz del pueblo deja de ser la voz de Dios”. Por su parte en uno de sus poemas Ernesto Cardenal parece adelantarse a sostener esta verdad cuando escribe: “Bienaventurado el hombre que no sigue las consignas del partido”.

Es preciso verificar un diagnóstico de la realidad tomando en cuenta las actuales circunstancias del País, votar por aquellos candidatos honrados y capaces entre otras razones por no estimular la manipulación política ni tampoco ser manipulables al acatar dócilmente órdenes “superiores”.

Todos a votar masivamente el 9 de noviembre… ¡Pero por los bienaventurados!, pues no únicamente en el Cielo los hay.

Religión y Fe

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