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La presencia de Dios en la vida pública

“Si Dios es irrelevante en la vida pública, la sociedad podrá plasmarse según una perspectiva carente de Dios. Sin embargo, la experiencia enseña que el alejamiento del designio de Dios Creador provoca un desorden que tiene repercusiones inevitables sobre el resto de la Creación”. (Benedicto XVI) “Ahora veo que nuestros Obispos tenían razón cuando afirmaban […]

“Si Dios es irrelevante en la vida pública, la sociedad podrá plasmarse según una perspectiva carente de Dios. Sin embargo, la experiencia enseña que el alejamiento del designio de Dios Creador provoca un desorden que tiene repercusiones inevitables sobre el resto de la Creación”.

(Benedicto XVI)

“Ahora veo que nuestros Obispos tenían razón cuando afirmaban que todo sistema que se opone a Dios se vuelve contra el hombre”, me decía un buen amigo sacerdote hace algunas décadas.

En efecto, con sobrada razón, nuestros Obispos han sido claros en señalar, en determinados momentos de nuestra historia, que, aún los sistemas sociales y políticos más sofisticados están condenados al fracaso, cuando en la práctica rechazan a Dios.

La presencia de Dios en la vida pública de cualquier nación va más allá de la expresión gubernamental estrictamente religiosa.

Se rechaza a Dios cuando de hecho el proyecto de gobierno está en contra del designio divino que se inspira en el amor y la felicidad de todos los hombres, sin exclusión de nadie; cuando, al contrario, se busca el bien particular o partidario sobre el bien común.

La presencia de Dios en la vida pública resulta beneficiosa, constituye una verdadera bendición. Dios alabó y premió a Salomón cuando éste le pidió sabiduría para gobernar a su pueblo, no riqueza, fama ni ningún beneficio personal a la sombra del poder.

La presencia divina está donde existe un Estado de Derecho que hace sentirse seguro al ciudadano honesto y trabajador, donde nadie teme expresar sus propias ideas y ve cubiertas sus necesidades fundamentales, donde el tráfico de influencias partidarias no representa una base indispensable para poder desempeñar un puesto en la sociedad. La presencia de Dios se encuentra en el sistema que se inspira en el concepto bíblico de la paz, que es fruto de la justicia.

Dios resulta irrelevante para quien el hombre, imagen y semejanza suya, resulta irrelevante. El gobernante que ve en el adversario político a un hermano compatriota y busca con sinceridad servir a sus conciudadanos sin distingos de colores políticos, actúa como Salomón, sabiamente o según los designios del Señor.

Dios pone la autoridad para el bien común de todos los ciudadanos, el gobernante es llamado el “primer ciudadano” porque su misión es servir. Gobernar es servir. Sin egoísmo, sin aferrarse a nada, donándose generosamente… ¡Al estilo de Jesús!

Religión y Fe

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