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Si duda, no se case

Sacerdote católico Para conformar un hogar estable y vivir un matrimonio sano es conveniente que en la pareja existan condiciones físicas y psicológicas adecuadas. El consentimiento que se da y se acepta mutuamente en la celebración sacramental debe estar libre de todo tipo de coacción. El canon 1066 del Derecho Canónico expresa: “Antes que se […]

Sacerdote católico

Para conformar un hogar estable y vivir un matrimonio sano es conveniente que en la pareja existan condiciones físicas y psicológicas adecuadas. El consentimiento que se da y se acepta mutuamente en la celebración sacramental debe estar libre de todo tipo de coacción.

El canon 1066 del Derecho Canónico expresa: “Antes que se celebre el matrimonio debe constar que nada se opone a su celebración válida y lícita”.

Cuando los novios van a contraer matrimonio deben tener la seguridad y el deseo de compartir perpetuamente la existencia con su pareja. Deben, además, conocer los deberes y las obligaciones de la vida conyugal. Si duda, no se case.

Es importante que los futuros esposos no oculten entre sí problemas de su vida, que al descubrirse ya casados, pueden acarrearles graves dificultades en el consorcio familiar.

Un ejemplo sencillo: durante el noviazgo el joven no le contó a su novia que ya era papá de dos niños; pese a que ella le había preguntado directamente sobre esta situación, él siempre lo negó. Pocos meses después de la boda, la recién casada se enteró de la verdad. Esto afectó su vida familiar a tal extremo que quiere separarse de su esposo por el engaño de que fue víctima.

Otro caso: dos jóvenes van a contraer matrimonio porque la muchacha está esperando un bebé. Ella tiene muchísimo miedo a la reacción de sus familiares. Cuando éstos se enteran del embarazo de la hija, amenazan al novio con meterlo preso si no se casa. Aquí se puede aducir una causal de nulidad. No obstante, esto no quiere decir que todas las parejas que se casan esperando un hijo tienen matrimonio nulo.

Recomendable es la prudencia y el discernimiento para un paso tan importante como es el matrimonio católico. Si se casan a la ligera después viene el arrepentimiento. Y entonces se cumple el refrán: “sacado el ojo, no hay Santa Lucía que valga”.

Cierta mañana vino a buscarme una señora que lleva varios años de casada y me dijo: “Padre Eslaquit, mi esposo cada vez está más insoportable. Ya ni siquiera puedo salir a realizar las compras al supermercado porque él se enfurece. Siempre cree que lo engaño con otro hombre. Tiene unos celos enfermizos que no me dejan vivir tranquila”.

Este caso se puede también aplicar a las señoras que son excesivamente celosas y que se inventan rivales a diario. Claro está, que el respeto mutuo en la pareja implica proporcionar seguridad al cónyuge y no darle motivos de inquietud.

Esencial es la procreación y educación de los hijos. La gracia de poder transmitir la vida humana debe estar acorde con el plan de Dios. Los hijos, que son el reflejo de la vida de Dios y la alegría del hogar, deben ser deseados, procreados, esperados y educados con amor. Desde el vientre sentimos el cariño o el rechazo. Un hijo no debe ser producto de una aventura pasajera o de una noche de tragos. Debe ser fruto del amor de sus progenitores y jamás considerarlo un estorbo.

El Concilio Vaticano II en la Constitución “Gaudium et spes” (Gozos y Esperanzas” en el numeral 48 nos proporciona una bella definición de lo que debe de ser el matrimonio católico: “Es la íntima comunidad conyugal de vida y de amor”. ¡Qué maravilloso que se viva en los hogares esa comunidad pequeña de vida y de amor! ¿En nuestro hogar, en nuestro matrimonio, se está viviendo una comunidad de vida y de amor?

Religión y Fe

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