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Para Blas Quezada (de camiseta roja) es difícil dejar solo a su hermano Carlos Catalino, porque es como un niño indefenso. “Yo me preocupo mucho por él”, dice Blas. LA PRENSA/U. MOLINA

La promesa de Blas

Blas Quezada Vásquez no está tranquilo cuando está fuera de su casa. Su mente y su corazón se quedan en la casita que comparte junto con su hermano Carlos Catalino, en Diriomo, Granada, en una comunidad que se llama El Pencal.

Por Eduardo Cruz

Blas Quezada Vásquez no está tranquilo cuando está fuera de su casa. Su mente y su corazón se quedan en la casita que comparte junto con su hermano Carlos Catalino, en Diriomo, Granada, en una comunidad que se llama El Pencal.

Desde que Carlos Catalino nació, el 25 de noviembre de 1964, la familia Quezada Vásquez supo que el niño no estaba sano, pues vino al mundo padeciendo el síndrome de Down.

Cuando sus padres murieron, Blas empezó a velar por su hermano como si se tratara de un hijo. “Mi mamá nos enseñó que debíamos cuidar a nuestro hermano”, dice Blas, quien nació en febrero de 1956 y es ocho años mayor que Carlos Catalino.

Primero murió el papá, Francisco Quezada Mercado, en el año 2005. Don Francisco era agricultor y todas las tardes, cada vez que regresaba a la casa después de andar cultivando, le llevaba algún regalo a su hijo Carlos Catalino, quien todos los días desde las 3:00 de la tarde se ubicaba en la entrada de la casa a esperar a su papá.

“Mi hermano vio salir el ataúd de mi papá, lo lloró, pero aún así siempre se ponía en la entrada a esperarlo. La doctora que lo atendía nos dijo que le dijéramos la verdad, que se la explicáramos para que no siguiera esperando a mi papá”, recuerda Blas.

Tres años después, la mamá, Santos Vásquez Sánchez, cayó enferma de gravedad. Una semana duró la dolencia de doña Santos, quien falleció el 23 de noviembre del 2008, a solo dos días del cumpleaños de Carlos Catalino.

Blas recuerda los últimos días de su progenitora. Él vivía con su compañera de vida en el casco urbano de Diriomo, pero desde que su mamá se enfermó, él se fue a vivir con su madre y con Carlos Catalino.

A Blas se le humedecen los ojos cuando rememora esos días.

En su lecho de muerte, doña Santos expresaba su mayor dolor: dejar solo a su hijo Carlos Catalino. ¿Quién se lo iba a cuidar? “No me lo abandonés”, le decía doña Santos a su hijo Blas, quien al ver el sufrimiento de su madre le hizo una promesa:

“Madre, váyase tranquila. Yo no lo voy a abandonar, lo voy a cuidar hasta que se muera él o me muera yo”, le dijo Blas a su madre.

“Es difícil dejarlo solo”

Después de la muerte de su madre, Carlos Catalino la buscaba desesperadamente por toda la casa y se iba a las tierras que la familia tiene para cultivar. Pero poco a poco se le fue quitando la idea.

El síndrome de Down es una alteración genética producida por la presencia de un cromosoma extra (o una parte de él) en la pareja cromosómica 21, de tal forma que las células de estas personas tienen 47 cromosomas con tres cromosomas en dicho par (de ahí el nombre de trisomía 21), cuando lo habitual es que solo existan dos.

Este error congénito se produce de forma natural y espontánea, sin que exista una justificación aparente sobre la cual poder actuar para impedirlo. No hay que buscar culpables.

El síndrome de Down debe su nombre al apellido del médico británico John Langdon Haydon Down, que fue el primero en describir, en 1866, las características clínicas que tenían en común un grupo concreto de personas, sin poder determinar su causa.

Sin embargo, fue en julio de 1958 cuando el genetista francés Jérôme Lejeune descubrió que el síndrome consiste en una alteración cromosómica del par 21. Por tanto, la trisomía 21 resultó ser la primera alteración cromosómica hallada en el hombre.

El síndrome de Down es la principal causa de discapacidad intelectual y la alteración genética humana más común: una de cada 700 concepciones. La incidencia aumenta con la edad materna, especialmente cuando esta supera los 35 años, siendo este el único factor de riesgo demostrado de tener un hijo con síndrome de Down.

Con el paso del tiempo, Blas fue perdiendo la relación con su compañera de vida porque se dedicó completamente a cuidar de su hermano. Y también dejó de cultivar y hacer negocio con ganados. El cuido de su hermano no le permite estar mucho tiempo fuera de casa.

Cuando Blas tiene que salir a realizar alguna diligencia a Diriomo, o a Granada, se va muy preocupado. “No me gusta dejar solo a mi hermano, uno no sabe, algún mal cristiano y él es como un niño, indefenso”, explica.

Los vecinos cuentan que a veces Blas anda como “loco” buscando a su hermano en el monte, cuando se le “escapa”. “Antes se me iba a la calle, pero yo hablaba con él y le decía que no se anduviera yendo, que me preocupaba”, explica Blas.

En ocasiones, Blas tenía que decirle a Carlos Catalino que en las huertas que hay alrededor de donde ellos viven tienen cercos con alambres que tienen corriente eléctrica, y así lograba persuadirlo que no se fuera lejos de la casa.

Carlos Catalino no habla. Con dificultad logra decir mamá o papá. Es así como ahora llama a su hermano Blas, quien afirma que, a pesar de su impedimento, Carlos Catalino entiende muy bien todo lo que se le dice.

“A veces lo mando a la venta, con un papelito, y me trae todo. O me hace señas de que no encontró lo que decía el papelito”, relata Blas.

Cuando Blas no se encuentra en casa, Carlos Catalino se mantiene dentro, solo acompañado de tres perros que lo protegen de los desconocidos. Uno de los canes es tan bravo que Blas prefiere mantenerlo amarrado para que no lastime a nadie.

Si alguien llega buscando a Blas, Carlos Catalino saca una mano por una rendija y hace de señas que su hermano no está, o si no, sale de la casa y señala con el brazo derecho hacia donde está Diriomo, indicando que su hermano ha viajado al casco urbano. Luego, diciendo adiós con una mano, indica al visitante que se puede retirar del lugar. Otras veces, si el visitante es del agrado de Carlos Catalino, lo abraza.

“Su debilidad es la comida”

Todos los días, Carlos Catalino se levanta a las 6:00 de la mañana y lo primero que hace es arreglar su cama, a como le enseñaron desde pequeño. Luego se baña y se pone su ropa. Por lo general, siempre anda con un pantalón corto y una camiseta. Rara vez se pone chinelas, pues no le gusta usarlas.

Su hermano Blas lo consiente en todo. “Él es feliz conmigo porque yo lo dejo hacer lo que él quiere”, afirma Blas.

Cuando Carlos Catalino tenía seis meses de edad, parecía que en la casa de los Quezada Vásquez no había niño. Era un bebé calmo y casi no lloraba. “Hasta que tenía como un año fue que movió la cabeza y caminó hasta los dos años (de edad)”, cuenta Blas.

Carlos Catalino era un niño muy amado por sus padres, especialmente por doña Santos, quien le decía a todos sus hijos, siete en total, que no molestaran a Carlos Catalino porque la cólera no era buena para él y que tampoco le “pegaran”. “Cuando lo friegan, él se enoja. O cuando le niegan algo. Si él me dice que quiere dormir con una camisa mía, yo se la doy”, dice Blas sobre su hermano.

A Carlos Catalino le gusta ponerse a la orilla de la cocina cuando Blas está cocinando, para hacerle saber que tiene hambre. “Su debilidad es la comida. Él es feliz con un litro de gaseosa”, explica Blas, quien comenta que las comidas favoritas de su hermano son el arroz con pollo o con carne y también los frijoles.

Hasta los 28 años de edad, Carlos Catalino había sido una persona bien sana, pero a esa edad le comenzaron las convulsiones y los médicos le recetaron un medicamento de por vida: la carbamazepina, la cual debe tomar tres veces al día para mantenerse controlado.

“Para mí es mi hijo. Estoy dispuesto a morir con él”

A Blas varias personas le han dicho que puede llevar a Carlos Catalino a un centro donde pueda permanecer y recibir atención adecuada, pero Blas rechaza de plano esa posibilidad.

“Hay un señor que me dice que lo lleve, que ahí le van a dar todo, que va a tener una mejor vida. Para mí la mejor vida la tiene conmigo. Para mí es mi hijo, es todo. Estoy dispuesto a morir con él”, dice Blas.

Con solo pensar en una hipotética separación de su hermano, Blas reacciona como que le están echando un balde de agua fría. “Si lo interno en un lugar de esos, sería como que lo abandono, eso yo no lo hago. Si cuando salgo de la casa y regreso, siempre vengo pensando que me dilaté mucho y que pobrecito mi hermano, que lo dejé solo”, explica Blas.

Cuidar a su hermano le ha traído muchas dificultades a Blas, pero él no siente que es una carga. Siempre se acuerda de la promesa que le hizo a su madre. “Dios me va a dar esa fuerza para seguir cuidando de mi hermano”, dice Blas, mientras abraza a Carlos Catalino y juntos se introducen en la casita donde conviven desde que murieron sus padres.

“Madre, váyase tranquila. Yo no lo voy a abandonar, lo voy a cuidar hasta que se muera él o me muera yo”, le dijo Blas Quezada a su madre Santos Vásquez, quien no quería dejar solo a Carlos Catalino.

(Tomado de http://www.sindromedown.net)

Sección Domingo Promesa sacrificio

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COMENTARIOS

  1. Maria Jose Bendaña
    Hace 10 años

    Estamos queriendo localizar a Blas Quezada para aportar una ayuda para su hermano Carlos Catalino.

  2. jaso
    Hace 11 años

    Dios bendiga a este duo impresionante.

  3. Alvan Dazbohrk
    Hace 11 años

    Es un apaostolado el de este hombre que Dios lo bendiga por cuidar de este Angel.

  4. Roger Jose
    Hace 11 años

    Que lindo ejemplo de un ser humano que nuestro Señor Jesus le de
    mucha salud y fortaleza para cumplir esa mision tan noble.

  5. Denso
    Hace 11 años

    Woow!es impactante esta historia,este hombre merece que se le ayude a llevar esa meta de cuidar a su hermano hasta el fin de sus dias;si se le puede hacer alguna donacion seria bueno que lo publicaran con el articulo ya que siempre hay alguien dispuesto a hecharle una mano a Blas y su hermano Carlos Catalino

  6. Ivan Rivera Hernandez
    Hace 11 años

    clase recompensa la que va a tener este varón de Dios, saludes mi hermano, sigue asi…!!!

  7. unangelenlatierra
    Hace 11 años

    Blas puedes estar seguro de que hay una gran PROMESA PARA VOS Y TU HERMANO CATALINO: Dios los va a tener en su reino donde le veras (a Catalino) tal como el hubiera sido sin esa “enfermedad”. Que Dios los bendiga.

  8. Ileana
    Hace 11 años

    Increible! Dios los bendiga, que hermoso ejemplo, me hizo llorar porque yo amo a mis hermanos y daria la vida por ellos.

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