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El danzar de la negra

Casa 13, 14, 15... Cuando cae la noche llega el momento de bailar en la casa número 16. Es la mitad del recorrido del tradicional Baile de negras

Por Delwing Cruz Medina

 

Casa 13, 14, 15… Cuando cae la noche llega el momento de bailar en la casa número 16. Es la mitad del recorrido del tradicional Baile de negras . El grupo compuesto por cinco parejas llegan a su destino: Casa de Cultura. La marimba de don Silvio Gutiérrez comienza a sonar La danza negra . “La negra” vestida de crema inclina su mano izquierda hacia el suelo, agarra parte de su vestido y con la otra mano abre su abanico. Su danza es una especie de teatro. “Ella” seduce al hombre con cada uno de sus movimientos y cuando cree que es el momento exacto sacude el abanico tres veces. Esa es la señal para que él comience a bailar con “ella”. No existe coreografía alguna. “Bailamos con el oído”, expresan. La pieza finaliza y los aplausos no se hacen esperar. El baile fue un éxito.

Todo inició las 7:30 de la mañana. El caos reina en la casa del diseñador Carlos René Cruz. Él debe estar listo con su grupo de baile, pero por ahora lo único que hace es correr de un lado a otro con fustán y medias puestas. Aún le falta ponerse el vestido crema estilo sastre con cola, la peluca, los zapatos, la máscara, el sombrero… Es el segundo domingo de noviembre y como todos los años, durante los últimos once, le toca ir de casa en casa, por más de dos docenas, moviéndose al son de la marimba en honor a San Jerónimo.

Con sellador se enrolla la cintura y la frente. “Nos ponemos en la frente para fijar la peluca, de ahí es donde metemos las trabas”, explica en medio del ajetreo.

En la casa del doctor Eliseo Núñez será la salida del baile.

—¡Llamen a Junior, él trae mis guantes. Ya es tarde! —se desespera. Elvis Junior Arias será su pareja de baile este año. Aunque no hay una fecha ni lugar exacto de dónde se originó este baile, los pobladores de Masaya dicen que fue en Monimbó.

¡Al fin! Está listo para adueñarse de las calles.

Después de bailar en la casa del doctor Núñez, el grupo se dirige a San Jerónimo. Los chischiles que llevan atados a sus zapatos anuncian su paso. La gente sale de las casas y se suman al cortejo del Baile de negras reseñas y costumbres . Así, poco a poco, curiosos, familiares y amigos hacen que la multitud sea cada vez más grande. Ahí, frente a la Iglesia están las cinco parejas vestidas de gala para deleitar a todos con su baile. La jornada apenas empieza.

A la 1:30 de la tarde personas de todas las edades se congregan en la casa de Edgardo Trejos esperando el baile. Unos se quedan de pie, otros se sientan en el piso. Llegan las parejas, como famosos en alfombra roja, se toman fotos con los admiradores. Cada año más casas se suman al recorrido del baile. Al finalizar la danza, en cada casa se ofrece comida y bebida, esa es la tradición.

Hacen una pausa. Llegan otra vez a la casa de Carlos René. Allí cinco hombres vestidos de mujer se quitan los sombreros y los cambian por tocados de plumas. Es el momento perfecto para quitar de sus rostros las máscaras de cedazo y peinar nuevamente las pelucas. El ruido de la secadora se entrelaza con la lluvia. En minutos, “las negras”, están listas otra vez para volver a las calles de Masaya a continuar con su tradición de El baile de negras . Aún les quedan casas por recorrer.

Carlos René está agotado. Cansado y siente el ardor en la planta de los pies. El resto de bailarines igual. Muchos de ellos comienzan a tomarse sus “traguitos” para ir calentando el cuerpo y poder aguantar. Él se sienta en un banco de plástico, y sabe que al llegar a su casa más de media docenas de ampollas decorarán sus dedos. Van por la casa 23. “Falta poco para llegar a la meta”, expresan las parejas mientras caminan “por obra y gracia de Dios” agarrados unos de otros por temor a caerse. “Ya en la noche perdemos el 50 por ciento de la visibilidad, porque las máscaras no nos dejan ver”, agregan.

12:30 de la madrugada. El recorrido finalizó. Después de bailar en la casa del doctor Freddy Cárdenas, cada pareja regresa a su casa. Carlos René llega a la de él. Se quita la máscara, la peluca, el vestido. “Cuesta que me salga de las mangas. Tengo el cuerpo inflamado por estar reteniendo líquido todo el día”, dice. Lo logra. Se quita los zapatos y no hay sorpresa para él. “Ya sabía que tenía estas ampollas”. Cubre su rostro con toallas, mete la máscara en agua para evitar sarro. “Este es mi rostro, lo uso todos los años”, dice. Apaga la luz, se acuesta en su cama y mientras cierra los ojos el dolor se apodera de su cuerpo. Pero ni siquiera eso evita que piense cuál será el vestido que usará el próximo año.

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Sección Domingo Izquierda. Negra

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COMENTARIOS

  1. B Moreno
    Hace 11 años

    Una expresión cultural única en su originalidad y la fuerza de su expresión, un merecido reportaje. Mi reconocimiento y aplauso a todos los del Grupo.

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