Las asimetrías económicas del mundo moderno reverberan bajo la superficie de Capitán Phillips , la nueva película de Paul Greengrass, basada en un caso tomado de los titulares noticiosos. En el año 2008, un carguero de bandera norteamericana fue asaltado por piratas somalíes. El episodio culminó en un tenso duelo entre la bien apertrechada marina de guerra de EE. UU. y cuatro secuestradores armados con AK-47, a bordo de un pequeño bote salvavidas. El elemento igualador es el rehén: el capitán Richard Phillips, interpretado por Tom Hanks. Mientras él esté en la mira, el poderío norteamericano es relativo.
Greengrass conquistó la taquilla con sus vertiginosas incursiones en la franquicia de Jason Bourne. Dirigió The Bourne Supremacy (2004) y The Bourne Ultimatum (2007). En su género eran muy buenas, pero el corazón del cineasta reside en reconstrucciones de eventos reales con ojo documental. En forma y espíritu, Capitán Phillips conecta con United 93 (2006), la película que nos ponía en un asiento de uno de los aviones tomados por terroristas de Al Qaeda el 11 de septiembre del 2001.
Trabajando sobre un guión de Billy Ray, el director evita por todos los medios posibles editorializar. Se molesta en retratar la realidad mundana. Phillips empaca sus pertenencias y se despide de su esposa, y sentimos que lo ha hecho mil veces de la misma manera. El mismo sentido de rutina palpita en la escena donde Muse (Barkhad Abdi) es asignado por los jefes mafiosos que gobiernan su pueblo en Somalia, a reclutar gente para asaltar un barco. Cualquiera. La suerte quiere que sea el navío que comanda Phillips.
Tom Hanks se ha convertido en la segunda venida de Gary Cooper. Es el último reducto de la decencia norteamericana. Su presencia garantiza que la película no descienda en la xenofobia y la vilificación facilista del otro. Greengrass documenta los eventos sin dejar que las convenciones de Hollywood inflamen el dramatismo de los acontecimientos. También modula con precisión las actuaciones. No verá aquí la vacía heroicidad del tradicional cine de acción. La serenidad de Phillips ante los cañones de sus captores está teñida de vulnerabilidad. Hanks es excelente. Su némesis, Muse, se mantiene a su nivel. De hecho, los actores que interpretan a los piratas no son profesionales. Fueron reclutados exclusivamente para el filme. Adbi es el mejor de todos. No debe ser nada fácil sostenerse ante un peso pesado de Hollywood.
Greengrass construye una realidad convincente filtrando el artificio del cine. Exceptuando a Hanks y Catherine Keener —en el papel casi invisible de su esposa—, el reparto está poblado por actores poco reconocibles o novatos. No hay preciosismo en su cámara, ni belleza inusitada en la fotografía. La acción se desarrolla en una realidad mundana, editada a velocidad que acelera el pulso. La realidad física gobierna sus decisiones creativas. Cuando la acción se traslada a los confines del pequeño bote de salvamento, su visualización queda férreamente atrapada en planos cerrados. Las tropas especiales que rodean a los secuestradores casi nunca son bendecidas con planos que muestren sus rostros o definan su identidad. Representan la superioridad militar de los Estados Unidos. Más que individuos, son una abstracción de poder. De rebote, esto contribuye a destacar la individualidad de Phillips y sus captores.
Que Greengrass humanice a los piratas no quiere decir que los excuse. Tampoco es ciego a los efectos de la pobreza y la violencia que los lleva a cometer un crimen. Un breve intercambio entre Phillips y Muse deja eso bien claro. Tensa y perturbadora, Capitán Phillips es una tragedia moderna, y una de las mejores películas del año.
Ver en la versión impresa las paginas: 19