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Mildred Brenes Alfaro y su única hija, Mildred Vallecillo Brenes. (LA PRENSA/U. MOLINA)

Amor y amistad es la fórmula

Cuando recién acababa de cumplir 20 años, llegó Mildred a su vida. Desde ese momento, la señora Mildred Brenes estuvo segura de que se quedaría con una sola hija. “En la vida, Dios le da a uno lo que necesita, con Mildred he llenado todas mis expectativas, no necesité ni busqué tener otro hijo, siempre […]

Cuando recién acababa de cumplir 20 años, llegó Mildred a su vida. Desde ese momento, la señora Mildred Brenes estuvo segura de que se quedaría con una sola hija. “En la vida, Dios le da a uno lo que necesita, con Mildred he llenado todas mis expectativas, no necesité ni busqué tener otro hijo, siempre la he tratado como que tuviera un montón de hijos”, asegura.

A Mildred tampoco le hizo falta un hermano o hermana, señala que su mamá siempre trató de bajarse un poco a su edad, para que ella no saltara etapas. “Hemos tenido muy buena comunicación y es mi mejor amiga, mi hermana y mi mamá”, afirma.

Mildred asegura que el mito de que los hijos únicos son egoístas y caprichosos no es cierto. “Egoístas son las personas inseguras y yo estoy segura de lo que tengo, sé que el amor de mi mamá no me lo va a quitar nadie. Caprichosa como todo niño, en algunas etapas me tenían que bajar de la nube, fui creciendo poco a poco, soy muy desprendida de lo material”, asegura Mildred.

“Una persona es capaz de querer cuando es querido, fue una hija deseada y creo que Mildred desarrolló no sólo el sentido de la hermandad sino el de la fraternidad y del compañerismo porque ha recibido cuotas suficientes de amor”, afirma doña Mildred.

En cuanto a la madurez, su mamá asegura que ni fue madura antes de tiempo, ni fue niña después de tiempo, fue quemando cada una de sus etapas en su debido momento porque está consciente de que toda etapa tiene su encanto; por tanto, no tenía por qué saltarse alguna.

Su mamá cuenta que la educó para que creciera como una niña normal, con limitaciones hasta donde las necesitara tener, con independencia hasta donde la pudiera manejar pero siempre dentro de una constante vigilancia. “Todo ha sido con medida, nunca la he dejado correr sola, más allá de donde yo sé que puede llegar, no soy una madre sobreprotectora pero soy cuidadosa, que es distinto. Le pude haber dado lo que le podía dar a diez hijos pero le di lo que uno necesita porque la quería centrada; si equilibrás ese tipo de situaciones, se encuentra el camino, yo quiero que se forje perseverante, que mire lo que cuesta todo en la vida, que sea humilde para querer y dejarse querer”, expresa.

Cuando Mildred empezó a caminar, la ponía en el petate para que se ‘amacizara’. “Dejar que se caiga y se golpee para que aprenda, esas son las verdaderas experiencias y las que te hacen crecer, yo he querido que crezca y no evitarle los golpes sino tratar de advertirle que hay hoyos en el camino”, señala.

A pesar de ser hija única, Mildred ha luchado por crecer y ser independiente. “Ella es muy luchadora y yo no le he cortado alas porque el trabajo forma”, dice su mamá.

Doña Mildred es padre y madre para su hija y asegura que cuando le tocaba regañarla, también lo hacía y la castigaba con lo que más le dolía, como era ver televisión y no salir de la casa; hoy en día, el castigo más grave es que la ignore y que no le hable.

Ambas aseguran que existe una gran amistad entre ellas y que lo han logrado con la convivencia. “Siempre he tenido muchas amigas, con ellas siempre he compartido muchas cosas pero no tanto como con mi mamá”, señala Mildred.

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