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María Joaquina Posada Mendoza y su madre Urania Mendoza de Posada.

La pequeña pintora

“Cuando pinto me desestreso de todo lo que pasa en la semana”, respondió María Joaquina a su madre, Urania Mendoza de Posada, cuando le preguntó por qué amaba tanto pintar. A sus ocho años de edad, María Joaquina Posada Mendoza asombra a quien la conoce y enorgullece a toda familia, en especial a sus padres, […]

“Cuando pinto me desestreso de todo lo que pasa en la semana”, respondió María Joaquina a su madre, Urania Mendoza de Posada, cuando le preguntó por qué amaba tanto pintar.

A sus ocho años de edad, María Joaquina Posada Mendoza asombra a quien la conoce y enorgullece a toda familia, en especial a sus padres, con sus dotes para la pintura. Desde los tres años pinta en el Taller Eduardo Contreras con el profesor Reynaldo Hernández. Inició sus clases de pintura junto a sus dos hermanas mayores, Helena Margarita y María Paola con el fin de desarrollar la motora fina y la escritura pero ella fue quien mostró mayor interés en aprender a pintar.

Hace dos años, ella misma decidió que quería empezar a pintar en lienzos con pinturas acrílicas y pinceles diferentes. El profesor, testigo de sus avances, aceptó cambiarla a ese método complejo. Según su orgullosa madre, su progreso se evidencia, porque tiene mayor soltura en sus manitos, su seguridad y confianza en sí misma han aumentado y ahora, logra concentrarse mejor, porque las notas en el colegio son muy buenas.

Mendoza reconoce que el apoyo que le ha brindado a su hija ha sido vital para el desarrollo de su habilidad. “Una madre debe dejarse llevar por su instinto materno de hacer lo mejor por sus hijos y tener el corazón y el alma abierta para apoyarlos. Sólo debemos de tomarlos de la mano y acompañarlos en lo que a ellos les gusta, siempre y cuando sea algo positivo. Yo me he concentrado en apoyar a mi hija en lo que a ella le gusta y le interesa, no en lo que yo quiero. Para mí no es un sacrificio, porque sé que más adelante la va a ayudar”, asegura.

Aún guardan su primer cuadro: un pajarito. Hoy se encuentra un poco dañado, pues cuando lo pintó corrió a enseñarlo a todos sus vecinos y olvidó recogerlo. Por la noche llovió y se mojó.

Comenta Mendoza que su hija estuvo casi un año ausente de sus clases de pintura porque cuando aprobó su primer grado, decidió matricularla en clases de inglés. Fue en ese momento cuando ella sintió que realmente Maria Joaquina tenía vocación de pintora. “Mamá yo quiero regresar a mis clases de pintura”, le pedía constantemente, así que optó por cambiar su horario de clases de inglés, para que pudiera continuar con la pintura.

Su especialidad hasta ahora son los animalitos, paisajes y las flores. María Joaquina también disfruta obsequiar sus creaciones a las personas queridas. Dos años atrás, preparó un hermoso cuadro del Niño Jesús a una prima como regalo de bodas. A su abuelo que es finquero, le pintó un gallo. Le lleva dos sábados hacer un cuadro.

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