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El bello de las novelas brasileñas

El hombre es un impune. Tanto como para decir, con la más inocente de sus sonrisas, que no se considera un hombre “particularmente lindo”. Entrando en la adolescencia era un chico gordito y con la cara llena de acné a quien sólo salvaba del oprobio, la habilidad para tratar a las mujeres, desarrollada durante una […]

El hombre es un impune. Tanto como para decir, con la más inocente de sus sonrisas, que no se considera un hombre “particularmente lindo”. Entrando en la adolescencia era un chico gordito y con la cara llena de acné a quien sólo salvaba del oprobio, la habilidad para tratar a las mujeres, desarrollada durante una infancia rodeada de féminas. Eso dice Reynaldo Gianecchini, mirando de frente, con pura simpatía y medida seducción.

Hoy las revistas de su país lo ubican como el ejemplar masculino más deseado del Brasil. “Estoy contento —suspira— pero yo no tengo esa imagen mía cuando me miro al espejo, lo que te hace más lindo en la televisión son los papeles, sos siempre el héroe, sos el galán. Lo que me gustaría es que dentro de unos años digan que soy un buen actor”.

El bombón de El Color del Pecado, Lazos de Familia y Bellísima afirma que se lleva muy pero muy bien con todas las actrices con quienes ha trabajado, pero con Thaís Araujo, fue especial. “Ella hoy es mi hermana”.

Luce Reynaldo, cuando quiere, un semblante de joven desconcertado en medio de la tormenta. Así debió haberse visto cuando, a fines de 1999, empezó a grabar su primera telenovela. Su personaje era Edú y le tocaba hacer pareja nada menos que con Vera Fisher, algo así como “la gran hembra brasileña”. La novela era Lazos de Familia. Fue un éxito pero al novato Gianecchini le llovieron palos de parte de la crítica y guardias periodísticas que pretendían, de golpe, saberlo todo sobre él.

Nacido en la ciudad de Birigui, se instaló en San Pablo a los 18 años para estudiar Derecho. Se pagó la carrera trabajando como modelo y ese empleo lo terminó mudando a París, donde archivó el título de abogado y pasó dos años trajinando pasarelas entre Milán, Roma, Londres y otra vez París.

“Decidí volver a Brasil para estudiar actuación. La vida del modelo es cómoda, muy interesante, pero en un momento te satura y te das cuenta que no estás preparado para ninguna otra cosa y tenés que empezar de cero. Es una vida muy ilusoria”, cuenta.

El guapo mecánico de Bellísma, se separó recientemente de su novia Marilia Gabriela, una periodista 24 años mayor que él. Siempre dijo estar muy enamorado de la mujer y parece que sufrió mucho cuando ella… ¡lo dejó! (hay que atreverse a separarse de semejante hombre).

A los 34 años, el galán no puede estar solo, así que ya tiene quien lo consuele. Cuando muchas podrían pensar que el atractivo joven se derretiría ante bellezas cariocas con cuerpos despampanantes y soñados, el actor demuestra una vez más que para él la belleza exterior no lo es todo.

La afortunada mujer que comparte sus días con el muchacho es nada menos que la hija del cantante Gilberto Gil: Preta. Desde las noches del Carnaval de Bahía, se lo ve sumamente encariñado con la voluminosa cantante mulata, de 32 años, que desfiló en el Carnaval de Río como reina de batería en la famosa Scola Mangueira.

“Defendí el poder de la brasileña común, hija de negro con blanco que, como tantas otras, va con sus estrías y celulitis al Sambódromo, dijo Preta hace poco… y él parece haber caído rendido a sus pies…

Fuente: www.clarin.com y www.26noticias.com.ar

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