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Cuando la situación es grave

El estudio efectuado por el Centro Latinoamericano Salud y Mujer (Celsam) determinó que el 6 por ciento de las mujeres desarrollan el Trastorno Disfórico Premenstrual (TDPM). El 71 por ciento de ellas, reporta que afecta sus relaciones de pareja y familiares. El 60 por ciento dice que el TDPM perjudica sus labores del hogar. El […]

El estudio efectuado por el Centro Latinoamericano Salud y Mujer (Celsam) determinó que el 6 por ciento de las mujeres desarrollan el Trastorno Disfórico Premenstrual (TDPM).

El 71 por ciento de ellas, reporta que afecta sus relaciones de pareja y familiares.

El 60 por ciento dice que el TDPM perjudica sus labores del hogar.

El 65 por ciento afirmó que los síntomas afectan su desempeño en el trabajo.

Un porcentaje mínimo de mujeres presenta una forma aguda del Síndrome Premenstrual que se denomina Trastorno Disfórico Premenstrual. Para ser diagnosticado como tal la paciente debe tener cinco o más de los síntomas típicos.

La situación se vuelve tan severa que interfiere directamente con la vida normal pues la sintomatología es verdaderamente incapacitante. Las actividades diarias no se pueden realizar o el rendimiento no es el óptimo.

Existen casos de mujeres que incluso deben permanecer en cama. Los trastornos emocionales se agudizan tanto que pueden aparecer pensamientos destructivos.

Un factor que agrava el cuadro —que de por sí ya es sumamente difícil— es la incomprensión por parte de las personas que se relacionan con las afectadas, ya sea en el ámbito laboral, familiar o social. Muchas personas podrían creer que se trata de exageraciones y esa actitud perjudica emocionalmente a la mujer. Por ello resulta vital incluir en el tratamiento, terapias de pareja y de grupo con el fin de que la afectada sea entendida y se le brinde el mayor apoyo posible.

Al igual que con el Síndrome Premenstrual regular, la mayoría de las pacientes no relacionan estos malestares con su ciclo menstrual. Este problema era mayor en las décadas pasadas cuando ni siquiera los médicos especializados lo vinculaban con los desequilibrios hormonales que lo ocasionan.

Aunque se sospeche de esta condición siempre se debe efectuar una investigación clínica a fondo para descartar otras patologías.

Primero se mandan ultrasonidos para asegurarse que no hay quistes u otros trastornos; biometrías para verificar si hay anemia, pruebas de coagulación para conocer si hay deficiencias en ese sentido. Exámenes de tiroides para desechar trastornos del metabolismo. Primero hay que cerciorarse de que la paciente sea sana para dar un diagnóstico acertado y exacto.

El tratamiento de este trastorno es farmacológico a base de anticonceptivos orales de bajas dosis hormonales con drospirenona que buscan restablecer el balance en este aspecto. El objetivo principal es nivelar la progesterona cuyo aumento es el causante de los malestares físicos y emocionales.

Las recomendaciones referentes a llevar un estilo de vida saludable se mantienen. La alimentación tiene que ser balanceada, evitando sobre todo las grasas, puesto que provocan un aumento en la producción de estrógeno.

De igual manera, la actividad física es vital pues el sedentarismo acarrea más complicaciones.

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