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Según algunas teorías las preocupaciones afectan negativamente el deseo sexual. LA PRENSA/AFP/RONALDO SCHEMIDT

Al deseo lo influye la crisis

Tiempo de crisis es sinónimo de tiempo de cambios. Y cuando la crisis económica arrecia, la gente comienza a reducir sus gastos, eliminar de la lista de compras todo aquello que no sea estrictamente necesario, racionar las salidas, en fin… recortar por donde se pueda hasta que pase el temporal. Consciente e inconscientemente nuestra conducta […]

Tiempo de crisis es sinónimo de tiempo de cambios. Y cuando la crisis económica arrecia, la gente comienza a reducir sus gastos, eliminar de la lista de compras todo aquello que no sea estrictamente necesario, racionar las salidas, en fin… recortar por donde se pueda hasta que pase el temporal.

Consciente e inconscientemente nuestra conducta sufre alteraciones. Y en el ámbito de la intimidad los cambios también se hacen notar. ¿Pero de qué manera nos afecta la incertidumbre económica en el terreno sexual? ¿Aumenta o disminuye nuestro apetito por el sexo?

Según la profesora Helen Fisher, de la Universidad de Rutgers, en Estados Unidos, el estrés provocado por las preocupaciones en torno al dinero y el temor a quedarnos sin trabajo en particular eleva los niveles de dopamina en el cerebro, una sustancia química asociada con el amor romántico.

“Los momentos de estrés pueden despertar sentimientos de atracción, sencillamente, uno está más susceptible”, dice Fisher.

Como señala Susan Quilliam, experta en relaciones humanas y colaboradora de la BBC, las teorías de Fisher están basadas en un clásico estudio de Dutty y Aron llevado a cabo en 1974, en el que un grupo de hombres demostró sentir una mayor atracción por una mujer guapa cuando se encontraba cruzando un puente peligroso.

Información recogida recientemente —aunque de orden mucho menos académico— añade Quilliam, parece sustentar la proposición de Fisher. Sitios para buscar pareja por internet como eHarmony y Match.com reportaron un gran incremento del tráfico —de hasta un 20 por ciento— después de que se desató la crisis financiera y las tiendas de productos sexuales desde Ámsterdam hasta Nueva York, pasando por China, han aumentado sus ventas.

Hasta aquí, la teoría parece funcionar: tiene sentido que en momentos en que la gente está agobiada por las preocupaciones financieras busque refugio en la conexión con otro ser humano, o en el placer que provoca el contacto físico con el otro.

Todo lo contrario

Sin embargo, señala Quilliam, hay quienes argumentan exactamente lo contrario y la explicación también parece extremadamente lógica.

Denise Knowles, terapeuta sexual de la organización Relate, en el Reino Unido, dice que “la incertidumbre económica puede crear ansiedad en la gente”, sobre todo si a esto se le suma la posibilidad de perder el empleo y tener que buscar otro, o por ejemplo, trabajar más horas para compensar la pérdida del trabajo de la pareja.

“Al final, es más probable que tengan menos ganas de mantener relaciones sexuales al terminar un largo día”.

Por otra parte, añade Quilliam, la autoestima suele caer en épocas de recesión, particularmente la de aquellos que pierden su fuente de trabajo. Igualmente, disminuye el respeto por la pareja que tiene menos éxito, desde el punto de vista económico.

Sí, pero más tarde

Una teoría que combina de algún modo las dos anteriores es la que propone el sexólogo argentino doctor Juan Carlos Kusnetzoff, que si bien considera que la crisis económica impacta el sistema psíquico produciendo estrés, y por ende una baja en el deseo sexual, esto ocurre no de manera inmediata sino a más largo plazo.

Kusnetzoff lo define como “una moratoria”, es decir, “es raro que el estrés deje heridas de forma inmediata. El estrés se hace sentir con el correr del tiempo, con el correr de los meses y llega hasta tres años posterior al impacto inicial”.

“A medida que pasa el tiempo”, añade el experto, “los cambios en el deseo sexual se manifiestan no sólo en la disminución de la frecuencia o de las ganas de tener relaciones sexuales, sino que lo que se va perdiendo es la espontaneidad del deseo”.

BBC Ciencia

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