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La creación y sus luchas

En la actualidad, el escritor enfrenta innumerables retos, su misión en la sociedad no sólo ha sido el de visionario y analista sino de educador. Junto a otras tareas, los creadores nacionales y extranjeros enfrentan cada día nuevos retos frente a las tecnologías , la demanda del mercado editorial y para quiénes escriben Decantar una […]

  • En la actualidad, el escritor enfrenta innumerables retos, su misión en la sociedad no sólo ha sido el de visionario y analista sino de educador. Junto a otras tareas, los creadores nacionales y extranjeros enfrentan cada día nuevos retos frente a las tecnologías , la demanda del mercado editorial y para quiénes escriben

Decantar una obra sólida

Nicasio Urbina

Los retos del los escritores en el Siglo XXI no son muy diferentes de los retos del escritor del S. XX o del S. XVI, ya que el primer reto del escritor es con su obra, con su estética, con sus ideas y su ideología. Esta es la función central de todo artista: decir lo que tiene que decir de la mejor forma posible. Todo lo demás es chapucería. Un escritor que escribe sobre lo que está de moda no es escritor, es un diseñador de textos, es una modista. Los verdaderos artistas trabajan en soledad y dialogan con sus colegas por medio de sus obras. Por eso, aunque el internet nos haya acercado a los lectores y sea posible publicar electrónicamente y distribuir hoy lo que escribiste ayer, la mayoría de esos textos se van a perder en el ciberespacio. Lo que sí es cierto es que ahora hay más basura textual que antes, no sólo en el internet sino en las mejores editoriales del mundo y en las editoriales personales. El gran capital ha llegado a controlar por medio de sus subsidiarias las grandes maquinarias editoriales, los canales de distribución masiva y las agencias literarias. Los premios literarios son asignados a las obras ganadoras por especialistas en mercadeo, no por lectores agudos ni por críticos literarios. Basta revisar los grandes premios del 2006 para darse cuenta de ello. Por otro lado, hoy cada uno puede publicar lo que le dé la gana desde su computadora personal, sacar 500 ejemplares y distribuirlos entre sus amigos. ¿Quién puede leer los miles de libros que se publican a diario? Por tanto, hoy en día hay que ser más selectivo sobre lo que se lee para no perderse en los océanos de letras que a diario bañan nuestras costas. Pero ante todo, el mayor reto del escritor del siglo XXI es decantar una obra sólida, seria, que aspire por lo menos a sobrevivir hasta la próxima semana.

Devoción por el oficio o la fama

Manuel Martínez

Existen diversas percepciones acerca del cambio sufrido en el rol del escritor en la sociedad. Se puso de manifiesto por las revelaciones de Günter Grass, el autor del clásico: El Tambor de Hojalata. Un pecado de adolescencia o juventud, revelado por él mismo, como catarsis o expiación de lo que debe de haber considerado su propia culpa en el texto biográfico de sus años de juventud, en la era de la Alemania nazi. El debate concluía que el poeta y el escritor no tiene por qué seguir pretendiendo ser voz de los que tienen voz, ni la conciencia de su propio pueblo. Posición esta última de la que participa Mario Vargas Llosa.

Otro aspecto relevante es la opinión actual de que el escritor ha perdido respeto, la visión de que el oficio es cultivado por gente que pertenece a una secta iniciática, sacra, que trata de los misterios no sólo de la creación literaria sino del lenguaje y de la vida, se ha desacralizado.

Estas opiniones no son nuevas. Ha sido el eterno debate entre ética y estética, compromiso o torre de marfil, vocación y devoción por el oficio o la fama y la comercialización.

Es indudable que el escritor y, en especial su obra, debe seguirse alimentando de la carroña de la sociedad humana: sus vicios, sus defectos, sus taras, sus lacras, sus marcas. Debe ser capaz de indignarse y rebelarse contra la injusticia y la miseria de los poderes instituidos.

Es decir, no concibo al escritor del siglo XXI sin un rol crítico, ético y creativo. Y aunque la sociedad global mercantilizada, no lo conciba de esa manera, el escritor debe seguir siendo “torres de Dios, pararrayos celestes”.

La creatividad hace la diferencia

Clemente Guido M.

En medio de la revolución informática o cibernética, los escritores en el siglo XXI, tienen ante sí el más difícil reto: seguir usando su cerebro frente al mecanicismo cibernético que todo lo pretende tener resuelto. Usar el cerebro para seguir siendo creativos, seguir posibilitando la mente humana, que todavía sigue siendo lo que hace la diferencia con el resto de la naturaleza.

No endilgar ideologías

Edgar Escobar Barba

L escritura se hace todos los días para un escritor, podría citar que este es el gran reto, pero tengo otros en prioridad, entre ellos -la formación y educación de los escritores- ya que a todos se les dan becas para prepararse, menos a los escritores, la falta de desarrollo en sus trabajos para ejercer la literatura creativa, los quieren endilgar en una ideología, persiste además como una gran lucha que le escritor tiene que enfrentarse con promocionar el mismo su creación. Es urgente abrir espacios al magisterio para capacitarlos sobre los escritores actuales nicaragüenses, igual a los estudiantes.

Un tiempo para la literatura

Jorge Edwards

Se vive al día, lleno de problemas económicos. La literatura es un oficio lateral, sin la dedicación exclusiva que necesita, especialmente la novela. Pero aún cuando uno ganara como Mario Vargas Llosa diez mil dólares de derecho de autor, tampoco podría estar tranquilo y aislarse egoístamente a escribir viendo la situación de nuestro pueblo. El medio es en verdad asfixiante. Es explicable que nuestro subdesarrollo toque al desenvolvimiento de la literatura. Y agreguemos el aislamiento cultural, agravado todavía por situaciones como las que nos incomunican culturalmente con Cuba, nación latinoamericana. El novelista Andrés Pierre de Mandyargues me decía en París, pese a ser escritor de derecha, que él no se explicaba esta situación.

Se ha llegado a hablar de un auge de la literatura latinoamericana comparable al de la novela norteamericana en la década del treinta, cuando París y después el resto de Europa descubrieron a Faulkner y a Hemingway, y al de la novela rusa a principios de siglo. La comparación, por el momento, es quizás demasiado optimista; el proceso está en sus comienzos y es difícil predecir hasta dónde se desarrollará. Todo dependerá de la evolución de los propios escritores, ya que la mayoría de los nombrados, y muchos de los que podrían agregarse a la lista, se encuentran en plena actividad creadora. Nuestra crítica tiende a considerar como obra cerrada y acabada la de autores como Fuentes, Vargas Llosa, García Márquez y otros. Ninguno de ellos, sin embargo, ha cumplido los cuarenta años. Es como juzgar a Joyce antes de haber publicado Ulises o a Proust antes de la Búsqueda. Hoy día se dan todos los estímulos a los escritores, menos el tiempo: y tiempo es el único ingrediente verdaderamente indispensable de cualquier literatura.

El drama del autor es crear

Eduardo Lizalde

El poeta no puede inventar una tradición. Un ermitaño perdido y nacido en una isla no podría escribir poesía. La habilidad, la amplitud o el tino con que el poeta utilice sus referencias es lo que le da mérito a sus libros. Hacer cosas librescas es muy fácil, lo difícil es escribir libros nuevos. Escribir un soneto como los de Sor Juana es fácil, copiar un cuadro de Picasso o de Da Vinci es fácil si se tiene la capacidad técnica de hacerlo. Lo que no se puede es inventar ese mismo arte.

Lo libresco es hacer literatura imitativa. El drama del autor es crear algo no escrito, algo que no estaba en la literatura de su entorno y de su tiempo. Y nunca sabe el creador cómo llegar a eso. Ese planteamiento esta hecho desde la poética de Aristóteles. Enseñar métrica, prosodia y técnica es posible. Enseñar genio poético no lo es. Octavio Paz decía: “yo sé hacer poemas. Hace mucho que los hago. Pero no podría explicar cómo se hace un gran poema”.

El poeta no sólo requiere de talento, requiere además de la condición social favorable para que su obra prospere. No creo que Gutiérrez Nájera tuviera menos talento que Berlain, pero no tuvo la relación coyuntural y del cambio estético y social que favorecía a Berlain. A veces, ese entorno social impide que un poeta con mucho talento dé el salto a la contemporaneidad. Las novedades en las corrientes literarias se dan cuando se ha agotado una escuela y por una razón desconocida y milagrosa se dispara otra corriente. Eso es impredecible. Sólo se puede ver después.

Escribir para los jóvenes

Isabel Allende

Desde el principio quise escribir un libro para jóvenes adultos. Durante el proceso me di cuenta de que el género tiene los mismos retos que la literatura para adultos, y unos cuantos más. Entre estos está que los lectores jóvenes tienen un lapso de atención menor, así que tenía que llegar más rápido al punto. Acción, diálogo, personajes sólidos, trama interesante, magia… todo cuanto fuera necesario.

Mi vida está llena de coincidencias inexplicables, sueños proféticos, intuición, imaginación, signos y pequeños milagros. Creo que estoy rodeada de misterios. Sabemos muy poco y sólo podemos explicar una fracción de lo que sucede en nuestras vidas. ¿No es eso mágico? No creo en varitas mágicas, pero creo que hay mucho más en el mundo de lo que entendemos con nuestros limitados sentidos y nuestro ínfimo conocimiento.

Diversidad lingüística y cultural

Mario Vargas Llosa

La desaparición de las fronteras nacionales y el establecimiento de un mundo interconectado por los mercados internacionales infligirá un golpe de muerte a las culturas regionales y nacionales, a las tradiciones, costumbres, mitologías y patrones de comportamiento que determinan la identidad cultural de cada comunidad o país. Incapaces de resistir la invasión de productos culturales de los países desarrollados -o, mejor dicho, del superpoder, de los Estados Unidos-, que, inevitablemente, acompañan como una estela a las grandes trasnacionales, la cultura norteamericana (algunos arrogantes la llaman la “subcultura”) terminará por imponerse, uniformizando al mundo entero, y aniquilando la rica floración de diversas culturas que todavía ostenta. De este modo, todos los demás pueblos, y no sólo los pequeños y débiles, perderán su identidad -vale decir, su alma- y pasarán a ser los colonizados del siglo XXI, epígonos, zombies o caricaturas modelados según los patrones culturales del nuevo imperialismo, que, además de reinar sobre el planeta gracias a sus capitales, técnicas, poderío militar y conocimientos científicos, impondrá a los demás su lengua, sus maneras de pensar, de creer, de divertirse y de soñar.

Esta pesadilla o utopía negativa, de un mundo que, en razón de la globalización, habrá perdido su diversidad lingüística y cultural y sido igualado culturalmente por los Estados Unidos, no es, como algunos creen, patrimonio exclusivo de minorías políticas de extrema izquierda, nostálgicas del marxismo, del maoísmo y del guevarismo tercermundista, un delirio de persecución atizado por el odio y el rencor hacia el gigante norteamericano. Se manifiesta también en países desarrollados y de alta cultura, y la comparten sectores políticos de izquierda, de centro y de derecha.

La Prensa Literaria

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