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LA PRENSA/ARCHIVO

Darío en asedio

Que la admiración hacia un poeta, se inicie en la infancia mediante la recitación de sus obras es una constante que enriquece la identidad americana y esto pasa en toda América del Sur, con textos que abarcan desde el Popol Vuh, extensos fragmentos del Romancero español y latinoamericano, hasta los de poetas venerados en cada […]

Que la admiración hacia un poeta, se inicie en la infancia mediante la recitación de sus obras es una constante que enriquece la identidad americana y esto pasa en toda América del Sur, con textos que abarcan desde el Popol Vuh, extensos fragmentos del Romancero español y latinoamericano, hasta los de poetas venerados en cada uno de nuestros países: Lugones, Marechal, Borges en la Argentina, Neruda, Gabriela Mistral en Chile y por supuesto el continental Rubén Darío, amado en todos y cada uno de nuestros países, pero especialmente en su hermoso país de origen: Nicaragua. Allí puede ser mejor entendido que en ninguna parte, por sus compatriotas que respiran el aire sagrado que él respiró, que tienen enfrente las imágenes que enriquecieron sus primeras fantasías: sus bosques tropicales, sus lagos de ensueño, sus bucólicos atardeceres, sus latentes volcanes y reinando entre ellos, el Momotombo señorial.

Nicaragua es el monumento vivo a Darío porque mantiene un linaje de poetas, porque veneran a su vate con fervor, porque más allá de monumentos y homenajes, lo analizan y estudian con pasión. Pasión nacida —como dijimos al inicio—, de conocer sus versos “de memoria” desde niños, tal es el caso de la estudiosa Nydia Palacios Vivas, quien frecuentó su obra desde la visita mnemotécnica, hasta el análisis profundo con casi todos los escalpelos a su alcance: la hermenéutica, el análisis lingüístico, la semiótica, el estructuralismo, la sociología, el psicoanálisis, los estudios culturales y las búsquedas esotéricas que tanto hechizaron a los poetas modernistas: cábala, astrología, teosofía, ocultismo, etc.

Todo lo que preocupó, admiró y despertó el interés de Darío, la estudiosa lo recupera, sigue sus pasos y lo ausculta con pasión erudita y docente, porque sus búsquedas culminan en hallazgos que tienen la virtud de iluminar lo que en Darío aparece cargado de densidad simbólica. Ella con la luz potente de su inteligencia y su erudición, va abriendo, aclarando sus textos, acercándolos a los lectores de hoy. Este libro es fruto de una vida dedicada, entre otros, al conocimiento profundo del poeta. Cuando ya sabía su obra de memoria, empezó a indagar en ella como estudiosa. Comenzó con La canción del oro, donde ilumina el contexto socioeconómico en que surgió la composición, a través de la dilucidación de sus recursos estilísticos y la particular morfología del texto. Luego indagó la obra tal vez más difícil de Darío: El coloquio de los centauros y se animó con uno de sus elementos más complejos: lo erótico. Sintetiza la virtud de ese estudio el hecho de que mereciera ser distinguida como “Maestra Dariana” por el Instituto Nicaragüense de Cultura.

Dueña de un saber vasto y profundo a la vez, en cada uno de los Simposios Darianos que se vienen celebrando en León desde 1993, fue presentando brillantes disertaciones sobre los temas más caros al imaginario dariano: lo femenino, revelando el credo estético del poeta, las tensiones de su melancolía, su identidad americana, su postura frente al avance de los EE.UU. desde la guerra de 1898 en Cuba, la tragicidad de su vida personal, la repercusión de ésta en su obra.

Sus últimos trabajos se refieren a la proyección de Darío en las letras universales: en el irlandés nacionalizado español Ian Gibson, en la cubana Josefina Leyva, en el colombiano Germán Espinoza, en las traducciones de Steven White y Greg Simon y recientemente un trabajo aún inédito sobre la melancolía del poeta, que sencillamente me ha deslumbrado.

Visitar cada uno de los capítulos de su libro es adentrarse en la obra de Darío de mano de una de sus más esclarecidas y sensibles estudiosas. Este libro sin duda constituye un hito en los estudios darianos y un hito femenino, pues una mujer a través de su conocimiento y acuidad, ha llegado sin duda a una cumbre intelectual que enorgullece a sus compañeras de género.

La Prensa Literaria

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