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Me encontré con Julio Vallejo en la Escuela de Bellas Artes, a partir de este encuentro nos unió una sana amistad que nos sirvió como escenario para recibir la enseñanza y consejos de nuestro maestro don Rodrigo Peñalba.
El comienzo de la enseñanza en la escuela era el dibujo al carboncillo y la pintura al óleo sobre katrinite de modelos que se componían de diversos objetos artesanales representando figuras de animales, jarrones, flores, manzanas, peras y veladoras, la mayoría tenían mucho colorido, pues era necesario para practicar y adquirir experiencia con ellos. También colocaban telas de fondo con colores brillantes como: azul, rojo, amarillo y gris, todas estas formas y colores conformaban un modelo mágico que hacía palpitar el corazón.
Este mundo maravilloso de luz y colores que vivió, dibujó y pintó en la escuela Julio Vallejo lo conservó en su caminar por el tiempo, inyectándole vocación y esmero a su trabajo pictórico, una gran calidad en su composición color y textura.
En su etapa más abstraccionista elaborada muy finamente se visualiza en él la búsqueda de formas y contenidos más libres, que van a solidificar una base fuerte y duradera en su expresión contundente de grises, azules, rojos, ocres y negros con toda esta gama de bellos y finos colores que el pintor sabiamente imprimió a sus grandes naturalezas muertas con frutas y sus espectaculares figuras representando a la fritanguera. Julio entregó a Nicaragua un pedazo de su historia.
Julio es uno de los pintores más leal a los preceptos predicados por el maestro Rodrigo Peñalba. Julio vivió para la escuela y la escuela en él.
Mayo, 2008