14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.

Maestro de Maestros

En el centenario del nacimiento de Rodrigo Peñalba (1908-2008), la tardía e incipiente historia de las artes plásticas lo sigue reafirmando como el indiscutible pilar de la Modernidad de la Pintura Nicaragüense y el Maestro de Maestros, con sus 25 años (1948 a 1972) de fructífero magisterio e influencias. Por su labor cultural, Peñalba fue […]

En el centenario del nacimiento de Rodrigo Peñalba (1908-2008), la tardía e incipiente historia de las artes plásticas lo sigue reafirmando como el indiscutible pilar de la Modernidad de la Pintura Nicaragüense y el Maestro de Maestros, con sus 25 años (1948 a 1972) de fructífero magisterio e influencias. Por su labor cultural, Peñalba fue condecorado por el presidente Lorenzo Guerrero con la Orden Rubén Darío, premio otorgado en 1967, año del primer

centenario de nacimiento del poeta.

Los textos sobre la materia Peñalba, las acotaciones de conocedores del arte latinoamericano y local, sus discípulos de cuatro generaciones, y el pasado que le antecedió, es su notable certificado de estética y enseñanza en nuestro país.

Si bien hubo maestros y artistas notables, antes y después, Peñalba trascendió, más que muchos, tanto en Nicaragua como en otros países de nuestro continente latinoamericano. Valga retomar las palabras de la prestigiosa crítica Marta Traba, que en su texto Mirar a Nicaragua (1981) nos dice: “Su obra magisterial movilizó a jóvenes alumnos para que entraran a la modernización, pero con visión de lo nacional e indígena”; cabe subrayar, que Peñalba se adhirió a estos patrones culturales promovidos por los poetas granadinos del movimiento literario de Vanguardia, Pablo Antonio Cuadra, Ernesto Cardenal y José Coronel Urtecho, su compañero en el Colegio Centro América.

Traba ubica a Peñalba en el tiempo tardío latinoamericano, después del guatemalteco Carlos Mérida, el cual había expuesto en México de 1920; Rufino Tamayo (quien recientemente una de sus obras se valoró en siete millones de dólares) lo había hecho con éxito en la Nueva York de 1926, y el cubano Wilfredo Lam en Madrid en 1928.

Si bien Peñalba no logró pisar los peldaños de la fama con dramas de gran magnitud como el Frida Khalo, el movimiento Madi de Argentina (1949), o La Semana de Arte Moderno en Brasil de 1922, éste logró hacerlo con la estirpe de pintores-maestros como Diómede de Argentina, Abela de Cuba, Winternitz de Perú, Volpi de Brasil, o Barradas de Uruguay. “A éstos se debe el traspaso de la nueva enseñanza técnica y el estímulo de vocaciones nacidas en los desiertos de sus respectivos países”, valora la crítica.

En tanto para la historiadora María Dolores Torres (que publicó el libro La Modernidad en la Pintura Nicaragüense 1948-1990), y el poeta Julio Valle-Castillo, éstos apuntan con acierto la asimilación de sus ideas surgidas de las vivencias académicas en Estados Unidos, España, México e Italia, las que le dieron una formación teórica y técnica, dentro de las corrientes de las escuelas expresionista, futurista, cubista, fauvista e impresionista. Por lo que el valor de su trabajo, afirma Torres, radica en “la ruptura del realismo tradicional y las concepciones renacentistas, por una más moderna a fin a Cezanne” (iniciador de una contemporaneidad, con usos de perspectivas planas y geometrías); preocupación que por igual la llevó a una nueva reinterpretación del paisaje, el retrato, el arte sacro e histórico nacional, en formato cuadro y mural; conceptos que enseñó a su pléyade de alumnos.

Este “maestro-pintor”, que dio libertad técnica y experimental a sus discípulos, fue reconocido en 1986 por el poeta Ernesto Cardenal, al consignarle el galardón de “primer artista moderno” en la Retrospectiva Peñalba, El Maestro Indiscutible, que la propia Asociación Sandinista de la Cultura montó en la Galería-Casa Fernando Gordillo.

Las primeras escuelas de arte y su trascendencia

Para entonces la embrionaria Escuela Nacional de Bellas Artes era dirigida por su fundador, Genaro Amador Lira, el que promovía la escultura. El padre de Rodrigo, don Pastor Peñalba, ya había escrito sus notas sobre la Pintura en Nicaragua (1939); y Enrique Fernández Morales, impulsa a Ramem (Rafael Mejía Martí), una promesa de la década del cuarenta. Años después, en 1967, tenía compilado el material El Arte en Nicaragua. Para este período se congregaban Carlos von Rechnitz, Ernesto Brown, Pastor Peñalba, Salomón Barahona, Ramón Castillo, Guillermo Pavón, entre otros que exploraban el paisaje nicaragüense, dibujo y la figura humana. Pero la primera Academia de Bellas Artes se da a comienzos del siglo XIX, en León, y la funda el maestro-pintor Juan Bautista Cuadra, un paisajista del tema nicaragüense, muy distinto a Alonsi Rochi, que gustaba del paisaje europeo. Esta visión del paisaje nica fue motivo de pintores como Agustín González Moncada, que pintó el paisaje rural leonés, o Carlos Bolaños, el granadino, que pintó la famosa Calle del Palenque; pero el paisaje pionero, que dejó su fuerte huella, fue el de los dibujos de varios extranjeros que visitaron Nicaragua, en el siglo XVIII. Para nombrar algunos ya reconocidos está el dibujante que acompañó a E.G. Squier en 1849, James McDonough que ilustró la obra Nicaragua: Its People, Scenary Monuments (1852), el dibujante H.W. Bates, que ilustró Centroamérica, the West Indies and South America (1878; o Norton Bush, con sus paisajes de Ometepe y el Lago Cocibolca (1867), Martin Herde, sus paisajes de Granada, dejados en su libro de viajes, que se encuentran en el Museo de Arte en Boston. De esta historia inicial del paisaje nacional y bodegones; de los retratos de arte sacro colonial; el rescate de lo indígena mesoamericano; así como de los conocimientos de la escuela europea, se nutre Peñalba y transmite tanto en sus obras como en sus enseñanzas, pero con una nueva visión de la forma, técnica y pensamiento.

Muchos de sus alumnos —los cuales recibieron historia de las artes con Carlos Martínez Rivas y René Sandino Argüello, quienes apoyaron a Peñalba—, saltaron a la fama en los sesenta, setenta y ochenta. En más de una ocasión pintores de la talla de Armando Morales, los pintores de Praxis, y los nuevos, han recordado su pensamiento de la libre creación, sus modelos figurativos, paleta, empastes coloridos, estilo, y estudios al aire libre, en las playas del lago de Managua y sus alrededores, como Quinta Nina. Experiencia después retransmitida por los directores de la escuela que continuaron su legado, entre ellos los maestros Sergio Dávila, Pedrito Vargas, Silvio Bonilla, Federico Matus, entre otros.

Sus alumnos hoy conocidos maestros

Para el pintor indigenista Leoncio Sáenz, Praxis constituyó el movimiento artístico de mayor relevancia histórica, que aprendió de Peñalba su camino de renovación plástica, sin imposición de estilos, conjugando el rigor académico con la creatividad. En tanto para el maestro Orlando Sobalvarro, la pintura de Peñalba fue revolucionaria, porque abrió la ruta experimental al grupo Praxis (1963), el que se caracterizó por ser un grupo unitario de enfrentamiento generacional, de cuestionamiento estético y de denuncia política, figurando a inicios Leonel Vanegas, Alejandro Aróstegui, el poeta Amaru Barahona y César Izquierdo. Pero en el primer grupo generacional que Peñalba impartió su saber, estaban jóvenes como: Omar D’León, César Caracas, Francisco Pérez Carrillo, Guillermo Rivas Navas, Rosi López, la primitivista y bordadora Asilia Guillén (del cual tiene un cuadro en su casa), y Mimí Hammer, a quien pinta su famoso retrato. La segunda tanda la integran, gradualmente, el tico Rafa Fernández, el guatemalteco César Izquierdo, Leoncio Sáenz, Noel Flores, Arnoldo, Luis Urbina, Genaro Lugo, Silvio Miranda, Roger Pérez, Dino Aranda, Julio Vallejo, Santos y Efrén Medina, y la generación cronológicamente más reciente, Frank Orozco, Alejandro Canales, Leonel Cerrato, Francisco Rueda, Iván Bermúdez, Daniel Mayorga, Silvio Bonilla, Donald Casco, y María Gallo, entre otros. También están sus “generaciones familiares”, la del padre Pastor Peñalba, (“maestro en su infancia”), sus hijos y nietos.

Homenajes en su primer centenario

Es sobre este marco histórico y con limitaciones presupuestarias severas, que la Dirección de Exposiciones del INC, dirigidas por el pintor Rodrigo González, montó el Programa del Primer Centenario, exhibiendo cuatro exposiciones: dos en el Teatro Nacional Rubén Darío: El legado de Peñalba, y Rodrigo Peñalba en su familia. Y dos más en el Palacio Nacional de Cultura, en la sala que lleva su nombre, las muestras son: Rodrigo Peñalba, Alumnos de la Escuela Nacional de Bellas Artes y Artistas Invitados de los años cincuenta, sesenta y setenta; y la muestra Alumnos y Profesores de la Actual Escuela Nacional Rodrigo Peñalba.

Éstas fueron acompañadas de las conferencias magistrales: Rodrigo Peñalba como Pintor, por Julio Valle-Castillo; Rodrigo Peñalba: Los inicios de La Modernidad Pictórica en Nicaragua, por María Dolores Torres; Peñalba: Nueva Mirada y Revalorización de su Obras, Jorge Eduardo Arellano, y Rodrigo Peñalba y su influencia en la Plástica Contemporánea Nicaragüense, por el arquitecto Porfirio García Romano. Para finales de este año, si se tienen los fondos para los premios, se convocará el Certamen Nacional de Artes Plásticas y Visuales en conmemoración de su centenario, como maestro y artista por excelencia de la plástica nicaragüense.

Rodrigo Peñalba (1908-1979) representa para la plástica nicaragüense el pintor moderno, que con su magisterio dejó un fuerte legado a las futuras generaciones de artistas.

La Prensa Literaria

Puede interesarte

×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí