Calladamente vas en mí viviendo,
también vivo yo en ti calladamente.
Y mutuamente, siempre mutuamente,
por amor nos estamos rehuyendo.
Y, por amor, estamos recurriendo
a un pretexto casual, frecuentemente,
para encontrarnos, no tan casualmente
sino en complicidades reincidiendo.
Qué respetado amor, qué amor no siendo
más que una pública amistad presente,
en su ilegal presencia persistiendo.
Y así seguimos cotidianamente,
como en delito puro y fiel, viviendo
tú en mí, yo en ti, pero calladamente.