Hemos bebido del agua envenenada
y ahora el contagio nos acosa:
Tú entras como un extraño,
me hablas como un desconocido,
las ventanas abiertas de par en par hacia el invierno.
Como una larga noche de sueño
un ala pasará barriendo por la abertura,
desde el cielo llegará rozando hasta los más profundos,
casi invisibles rincones.
Todo se hará frío implacable,
pero mi pulso late, yo sobrevivo
como una gélida rosa incrustada en la nieve.
Nadie me ha herido tan ferozmente como tú,
aun así sólo un cuchillo recién afilado
nos podrá separar.
Lloverá de nuevo, como una fiebre profunda,
encenderé tu cuerpo que yo conozco
hasta la vena más fina,
tu rostro se volverá hacia mí
como la tierra que nos surca.
Lloverá y la arena
será lavada de tus ojos,
no condeno la edad
sino la ceguera
que incluso tienen
los que ven.
Lloverá y mis caricias
te harán respirar como sólo lo haces
cuando con ternura disuelves mi peso,
ahí donde nunca nos encontraremos
y por eso nunca nos habremos de separar.
(Traducción del danés por Thomas Boberg y Renato Sandoval).