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El pintor Leoncio Sáenz, hace un boceto del ángel Gabriel, en el 2006.LA PRENSA/ARCHIVO

El imaginario de Leoncio Sáenz

Su hermano Leónidas Sáenz recuerda a este magistral dibujante en sus inicios como un niño precoz e inquieto, que acostumbraba hacer sus pequeños dibujos Nicaragua y las artes han perdido al más grande de nuestros dibujantes, muralista e ilustrador: Leoncio Gumersindo Sáenz Sáenz (13 de enero de 1935-8 de julio del 2008). Abrió y cerró […]

  • Su hermano Leónidas Sáenz recuerda a este magistral dibujante en sus inicios como un niño precoz e inquieto, que acostumbraba hacer sus pequeños dibujos

Nicaragua y las artes han perdido al más grande de nuestros dibujantes, muralista e ilustrador: Leoncio Gumersindo Sáenz Sáenz (13 de enero de 1935-8 de julio del 2008). Abrió y cerró su historia enalteciendo el dibujo magistral del arte indigenista de nueva figuración contemporánea, sacra, simbolista y abstracta, nicaragüense sin par entre los artistas de su tiempo, el siglo XX.

Su hermano Leónidas Sáenz recuerda e este magistral dibujante en sus inicios como un niño precoz e inquieto, que acostumbraba hacer sus pequeños dibujos y recoger unas pequeñas piedras blancas, calizas, para hacer sus esculturas de vírgenes, ángeles y figuras zoomorfas. Con apoyo de sus maestras de primaria Leoncio empieza a delinear su entorno: los caseríos y paisajes del Valle Palsila, mariposas, pájaros y rostros. Esta afición mostrada fue descubierta por monseñor Octavio José Calderón y Padilla, cuando ingresó al colegio San Luis, en Matagalpa, que prontamente lo recomendó al director de la Escuela Nacional de Bellas Artes, don Rodrigo Peñalba, (1908-1979), quien lo becó.

Entonces corrían los años de 1954-63, cuando recibió las enseñanzas de este excepcional maestro de la modernidad de la pintura, que predicaba a sus alumnos la necesidad de crear un arte nuevo, de rescate cultural, social y del color, autónomo y latinoamericano, propio de nuestros encendidos trópicos. “De todos nosotros, Leoncio fue el único que le gustó dibujar; hacia su propio arte. Yo recuerdo, cuando alguien le decía: “Píntame a mí”, y él le contestaba que buscaran a un fotógrafo. ‘Yo pinto la idea que se me viene, porque no me gusta copiar”, recuerda Leónidas, las palabras de este Gran Maestro del Dibujo Indigenista, conocido en el círculo artístico de antaño como “El Tigre”.

Es precisamente sobre este pensamiento que llevó su arte al más alto escalafón de la plástica nicaragüense, sobrepasando a sus contemporáneos en la materia del diseño, línea precolombina y moderna, abriendo y revitalizando una puerta a la nueva figuración, de un gran pintor indio, sin parangón, por lo que se ha llamado el “Padre del Dibujo”. Baste citar algunos de los mas notables dibujantes que le precedieron y fueron de su tiempo, como un Juan Bautista Cuadra, Omar D’León, César Izquierdo, Genaro Lugo, Alejandro Canales, Carlos Montenegro, y Silvio Bonilla. Hace dos años retornó a su Matagalpa, al barrio Rodolfo López, con la intención de recuperar su maltrecho estado de salud, en ese entonces sólo logró realizar algunos bocetos de arcángeles.

Hace poco más de un mes fue internado en la clínica Montserrat, donde fue atendido por el doctor Armando Castro. Oportuno es recordar que los estragos de su salud comenzaron a deteriorarse severamente hace unos seis años, cuando decidió trasladarse de Ciudad Jardín al Rosario, Carazo, buscando una mejor vida, pero trágicamente fue vapuleado por unos vagos, que le provocaron lesiones graves en una de sus piernas, llevándolo a vivir en una silla de ruedas. A esto se agregó su mal de diabetes y una insuficiencia renal, que lo llevaron a un doloroso tratamiento, siendo internado dos veces. El maestro había dejado de bocetear y pintar, su último boceto, inconcluso, que logramos ver en julio del 2006, lo había titulado Matagalpa.

El Tiangue y el monolito: una extraordinaria hazaña en el dibujo de rescate precolombino, ha sido reconocido por la crítica Marta Traba, al igual que la historiadora María Dolores Torres, que ve su arte, la primera de gran fuerza expresiva y la segunda como “miticopictórico y de monumentalidad”. Su máxima representación son sus dos famosos murales movibles del Supermercado La Colonia, en Plaza España. Dichas obras dibujadas y pintadas en 1973 y 1974, en plywood, arenilla, óleo, y titulado El Tiangue, aluden al mestizaje del mercado colonial, y a una arquitectura colonial religiosa.

Estas obras miden cada una 30 metros de largo por dos y medio de alto, y narran profusa y progresivamente el mercado popular nicaragüense y el tiangue indígena antes de la Conquista. Otras obras fueron destruidas en el terremoto de 1972. Así desapareció un mural pintado en las paredes externas del primer supermercado Mántica, alusivo al mercado. Por igual, el mural pintado en el Hotel Balmoral con el motivo de la modernización industrial.

Restos del mural El Jaguar y la Serpiente se encuentran en la planta baja del Centro Cultural Managua. Y en la memoria de algunos pintores pervive el mural en papel kraft, sobre las fiestas agostinas, que un día decoraron los salones del Club Social. En la actualidad sobreviven dos diseños de Leoncio: el primero relativo a las danzas nicaragüenses de El Güegüense, Toro Huaco y Gigantona, y está ubicado en la Escuela de Danza, frente a la UNI, éste es esgrafiado, y fue realizado por la brigada de arte monumental Rubén Darío, en 1989.

El segundo fue pintado a finales de la administración Bolaños, en homenaje al maíz, y fue realizado por los profesores Ricardo Morales y Sócrates Martínez y alumnos de la Escuela de Bellas Artes. Otras de sus piezas maestras son su último y primer mural de arte funerario Jesús Desciende en la Tumba y Resucita, pintado en la cripta de la familia Garzón, en el cementerio Occidental; quedando pendiente de realización su proyecto mural Monéxico.

Otro monumento meritorio es el monolito dedicado a los Mártires de Batahola, ubicado en la entrada del Centro de Convenciones Olof Palme, al cual al parecer le “robaron o desaparecieron”, las placas conmemorativas de los 300 héroes y mártires.

Exposición de La Biblia: “Yo hago otro rescate de la espiritualidad y de lo figurativo. En algún tiempo hice dibujo abstracto en pluma y tinta, pero después volví a la figuración, y a ella llegó con la Biblia. He realizado murales figurativos, sobre todo los más importantes fueron los murales que hice en Plaza España, los tiangues precolombinos, es mi obra maestra. Ahora que me acuerdo ese podría ser uno de mis éxitos: los murales y la Biblia”, valoró Sáenz en una entrevista que le hizo para LA PRENSA/PL (sábado 7 de junio del 2003), la poeta Marta Leonor González, la que fue titulada: Leoncio Sáenz, Arte Precolombino, en que reconoce su influencia y rescate del arte figurativo maya y azteca.

Al respecto el poeta Álvaro Urtecho dice que Sáenz fue un feroz buceador del pasado indígena y sus códices, y que se ha apropiado de grandes visiones de las imágenes bíblicas, dando cabida a la figuración plástica de los mitos y dogmas, de esencia popular, mestiza, y mesoamericana, a como son las obras: Moisés Recibiendo las Tablas de la Ley”; La Anunciación a la Virgen María”; La Conversión de San Paulo en Camino a Damasco; La Puesta en el Sepulcro y otros, más de esta valiosa colección de Epikentro.

Otras de sus obras de las diversas décadas se encuentran en las colecciones del Museo Cortázar, la Pinacoteca del Banco Central, Colección Fundación Garzón, y la Galería Museo-Josefina. Sus exposiciones colectivas datan desde 1958, en la Feria de la Primavera en Guatemala, hasta su retrospectiva en la Sala de Arte Latinoamericano, del Palacio Nacional de Cultura, el pasado 13 de julio del 2006, donde se le entregó la orden Carlos Garzón.

Desde los años sesenta Leoncio se le vio figurar con sus dibujos característicos y sus ilustraciones —indigenistas, abstractos, sacros— a nombres de la talla de Rodrigo Peñalba, Alejandro Aróstegui, Omar D’León, Bernard Dreyfus, Fernando Saravia, Arnoldo Guillén, Luis Urbina, Genaro Lugo, Julio Vallejo, Carlos Montenegro, Ernesto Cardenal, entre otros, llegando a formar parte del movimiento plástico que hizo historia, los Praxis.

La Prensa Literaria

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