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Arnoldo Guillén, pintor, paisajista de geometrías volcánicas, retratista y escultor de lo figurativo monumental, comienza haciendo rostros en barro, y poco a poco se introduce a las formas estilizadas brancusianas y al realismo naturalista y monumental.
Una de sus primeras piezas es una escultura femenina de tres metros de concreto, Mujer Sentada, y una llamada Pájaro.
Acompañó junto a Luis Urbina, al maestro y escultor Fernando Saravia, en la realización de la monumental obra la Vía Sacra, que tenía 14 estaciones en paneles de bajorrelieve, de 5×3.5 metros cada estación por dos y media pulgadas de grosor. Asimismo, trabajaron en las esculturas de La Asunción, en el colegio de su nombre; la de San Ignacio de Loyola, de la UCA; y la de Agateyte en la entrada de Chinandega.
El despuntar de la escultura de Guillén, montadas sobre bases aerodinámicas se da en las primeras exposiciones al aire libre que realizaba la Escuela de Bellas Artes, en los años sesenta. Mostró por igual escultura experimental de aluminio, vaciado o mezclado con hierro.
En su trayectoria se destaca con esculturas monumentales trabajadas en concreto, como La Virgen, de 10 metros de alto, versión manierista de la escuela sevillana de Murillo; la escultura de Simón Bolívar, de cinco metros, en el parqueo de la Universidad de la UNI, la escultura de Rigoberto López Pérez de cinco metros; el Ché Guevara, un diseño estructural metálico, de nueve metros de alto, en el Cipres, dos bustos, uno de Casimiro Sotelo y el otro del Padre Amando López, en la UCA. Otros bustos, uno del doctor Carlos Vega Bolaños, y el profesor Cristóbal Rugama, están colocados en los colegios de su nombre en Masaya. Así como, de monseñor López Ardón, en Estelí. Y su última pieza monumental de cinco metros, es un Rubén Darío.