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Fernando Somarriba durante el rodaje de Los hijos del río. LA PRENSA/Cortesía.

Los hijos del río

Una película de Fernando Somarriba que se presenta en México en el festival audiovisual Los hijos del río, de Fernando Somarriba de Valery, es el único filme nicaragüense escogido por el Ministerio de Cultura de España a participar en representación de nuestro país en el I Congreso Iberoamericano de Cultura, dedicado al Audiovisual, que se […]

  • Una película de Fernando Somarriba que se presenta en México en el festival audiovisual

Los hijos del río, de Fernando Somarriba de Valery, es el único filme nicaragüense escogido por el Ministerio de Cultura de España a participar en representación de nuestro país en el I Congreso Iberoamericano de Cultura, dedicado al Audiovisual, que se celebrará en México del 1 al 5 de octubre 2008. Esta película es la primera obra cinematográfica crítica al sandinismo que rompía con el esquema que se había establecido desde 1979, un estilo que sólo mostraba la visión del Gobierno; filmada en Nicaragua entre 1985 y 1986, postproducida en Canadá en 1987 y ese mismo año proyectada en la Cinemateca de Nicaragua durante tres días, lográndose un lleno total de la sala. Sus dotes artísticas y la elocuencia del tema la llevaron a merecer la Paloma de Oro, Premio al Mejor Largometraje Documental en el Festival Internacional de Cine en Leipzig, Alemania en 1987.

Este documental marca una diferencia en la producción que entonces se estaban realizando en Incine, pues cuando se comienza en 1985, se encontraban en los inicios de la producción de cortometrajes de ficción. Sus cuarenta noticieros habían sido creados bajo el furor de la propaganda política, cuyo protagonista era el pueblo, como primer beneficiado de la revolución sandinista. Ésta es la primera película sobre los miskitos, que además toma la lengua indígena como símbolo de respeto, titulándola originalmente en miskito Wanki lupia nani, en español Los hijos del río y poniendo en su primer crédito “Nicaragua lilkasaki watbla”, en español “Instituto Nicaragüense de Cine presenta”. Sobre todo fue realizada desde la perspectiva de los miskitos y no del Gobierno, representando una identidad indígena que comienza a reconocerse como nicaragüense. Como refiere el autor argentino Fernando Peña, quien escribió los textos para el catálogo que se usará en el I Congreso en México: “Hacia la misma época, Incine hizo el esfuerzo de realizar algunos largometrajes de ficción pero, en perspectiva, ninguno de ellos logró la esperada trascendencia y, sobre todo, transmitir una representación convincente de los diversos componentes en conflicto que integran la identidad nicaragüense. Es justamente eso lo que consigue Somarriba, tomando lo ocurrido con los miskitos como caso testigo”. En 1999 la historiadora costarricense María Lourdes Cortés viajó a Nicaragua a investigar para su libro La pantalla rota. Cien años de historia del cine en Centroamérica”. De Los hijos del río Somarriba le contó en una entrevista: “Mi propuesta de la película era ponerme no en el contexto de estudiar a un sujeto o a dos, sino en el contexto de estudiar a una etnia, a ver los problemas de un grupo y no de individuos. Creo que hasta cierto punto lo logré, trascender de lo personal a un problema de un grupo de gente que fueron reprimidos tremendamente”.

En 1984 el cineasta alemán Werner Herzog visitó Nicaragua para presentar su película La balada del pequeño soldado, sobre el conflicto de la Costa Caribe y el Gobierno Central, pero su enfoque histórico estaba equivocado porque planteaba que los miskitos se habían levantado voluntariamente ante el gobierno para aliarse con la Contra, no era correcto que lo habían hecho voluntariamente. Ante la crítica que recibe, Herzog le recomienda a los nicaragüenses realizar su propio documental, porque aquella, aunque la calificaban de equivocada, era su propia idea. Ésta fue la motivación principal de Somarriba para realizar el filme. El equipo se conformó con empleados de Incine, con Armando Marenco en la cámara y Eddy Meléndez en el sonido, Somarriba escribió el guión, hizo la producción de campo y una investigación previa de tres meses en la Costa Caribe.

Los cineastas viajaron a la Costa a internarse en los campos de guerra para recoger las entrevistas y filmar la peregrinación de los miskitos. Estaban desarmados la mayor parte del tiempo y por motivos de seguridad, ya que iban a zonas de emergencia, se hicieron pasar por periodistas de la Televisión Canadiense con identificaciones falsas. Ir al campo de guerra, con su equipo de filmación que comprendía cámaras, rollos de películas, cables y micrófonos, no era una aventura divertida, pues iban desprotegidos y con temor. Tenían un mapa donde marcaban las zonas intransitables a causa de las emboscadas y hubo un momento en que al extenderlo parecía una tela blanca de puntos rojos. Con las bellas imágenes logradas en las montañas describen el drama que tienen que vivir los miskitos al tener que huir de sus lugares para convertirse en peregrinos, un destino incierto pues a orillas de río Coco pescaban y sembraban para subsistir. Tuvieron que abandonar el río sin enterarse plenamente de lo que ocurría. 20 mil miskitos fueron movilizados, conducidos a otras comunidades o a los campos de refugiados en Honduras. El documental ilustra a través de su narración y tomas de archivo que facilita Audiovisuales Mint, la pobreza de las comunidades indígenas una vez que se habían ido las transnacionales de la madera, el oro y las bananeras, sólo dejando rastros con infraestructura abandonada, destruida y sarrosa, así como enfermedades. La peregrinación había ocurrido entre 1981 y 1982 y en 1985 el equipo de Somarriba filma el regreso a las riberas del río Coco.

Los textos narrativos fueron escritos por Carlos Alemán Ocampo, la edición en español por Johnny Henderson Argüello, la mezcla por Adrián Croll, el productor ejecutivo fue Carlos Álvarez y el narrador Humberto López.

Por todo ello, vemos que Los hijos del río sigue, a sus 21 años, provocando asombro en las pantallas de Iberoamérica.

La Prensa Literaria

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