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Minicuentos

Vete espejo En una casona antigua y desolada, en el centro de la sala, se encontraba un espejo de un metro de alto y 50 centímetros de ancho, montado y sostenido por una linda mesita antigua. En él convergían las conjunciones de todos los espacios. Ese espejo nos acecha, observa la dimensionalidad de cada espacio […]

Vete espejo

En una casona antigua y desolada, en el centro de la sala, se encontraba un espejo de un metro de alto y 50 centímetros de ancho, montado y sostenido por una linda mesita antigua. En él convergían las conjunciones de todos los espacios. Ese espejo nos acecha, observa la dimensionalidad de cada espacio desunido y los conjuga, expresó Miguel a Maritza. Es un espejo más, indocumentado, heresiarca, anónimo, con ficción improvisada y nos observa para justificar la frase estéril y la duda abominable, replicó Maritza a Miguel. El espejo no es impostor, siempre está observando, pero en el fondo y trasfondo tiene el síndrome irreal, no es ni siquiera un fantasma, pero es el mejor observador, interrogador y genio, nunca dice mentiras, concluyó Miguel. Vete en el espejo, asintieron ambos amigos.

<La muerte muere

La muerte había jurado que por su honor se creía sazonador aventurero de alto prisma, cuyas aguas postergó para el día siguiente bajo una capa anacrónica, dijo Octavio a Diana. No hay que buscar tres pies al gato, ni que el burro venga a caballo, contestó Diana. Pero si todos estamos muertos, replicó Octavio. Entonces, cómo hacemos para continuar viviendo la muerte, inquirió Diana. Ese es el atributo da la eternidad en vida y en muerte que continuará siendo vida, replicó Octavio. Quiere decir que nunca morimos y somos como la noche, que es un simulacro, contestó Diana. Claro que sí, finalizó Octavio.

Laberinto

Pobrísimo laberinto infinito, que poco a poco recobra la realidad de las cosas cotidianas, expresó Roberto a Sergio. El rigor y la soledad es el contrapunto que bruscamente había perdido el habla, replicó Sergio. Mi enfermedad me agobia, pero el trajín de continuar en la vida y pretender hacer el bien, es una excepcional calidad que remite a las profundidades de la conciencia, inquirió Roberto. Sí, pero el laberinto de la vida es el laberinto desconcertante que fija simplemente la soledad y el dilema de mantener viva la libertad, finalizó Sergio.

La Prensa Literaria

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