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El dulce aroma de tu prisión

Te siento dulce mientras te acaricio, silente, buscándote entre tu cuerpo dormilón y tus labios cantores. Me acurruco en tu pecho y siento la sangre correr y tu corazón palpitar con amor. Me besas la cabeza; hurgas en mí, buscando mis pensamientos. Sientes un cambio que ni yo puedo expresar. Es mi necesidad de salir, […]

Te siento dulce mientras te acaricio, silente, buscándote entre tu cuerpo dormilón y tus labios cantores. Me acurruco en tu pecho y siento la sangre correr y tu corazón palpitar con amor. Me besas la cabeza; hurgas en mí, buscando mis pensamientos. Sientes un cambio que ni yo puedo expresar. Es mi necesidad de salir, de ver el mundo, de volar. Solo. Sí, solamente yo y el mundo, sin ti, sin mi refugio. Tu sabes que preparo mi viaje; no quieres venir; lo respeto; yo por mi parte quiero que me entiendas y aceptes mi deseo de conocer mundos nuevos. No estoy cansado de ti, sino de la rutina; todos los días el mismo aroma, la misma voz, las idénticas caricias. Necesito otras voces, otros cuerpos, otros corazones. Sé que te quiero, y me costará abrir la puerta y salir, pero lo hago.

Abro, te sonrío y te veo acurrucada. No quieres venir. —Te quiero—. Veo el mundo transformado, inmenso, extraño. Casi puedo sentirle vacío que llena mi cuerpo, mis pulmones respiran agitados y me alejo; veo los árboles tan grandes, con frutos hermosos, todo es tan diferente; es enorme, un inmenso cielo azul y montañas, lagos y miles de otros seres. Vuelo entre los perfumes de flores exóticas; el viento me lleva por praderas nunca vistas, por extensiones de libertad nunca sentidas. Sí, me siento libre, como las águilas; tengo todo el mundo para mí, respiro por mi mismo y disfruto mi soledad; mi yo; multiplicado en otros seres semejantes que buscan no sé qué. Yo sólo quiero volar y disfrutar mi ser liviano: No me canso de admirar la belleza del bosque, de las flores, de los amantes que juegan sin barreras. Vuelo y soy como en mis sueños: hermoso y valiente. Me detengo.

Observo el cielo. Las nubes se tiñe de rosa, el cielo pinta violetas, me asombro ante tanta belleza y pienso en ti. Deseo tenerte a mi lado, admirar juntos lo ilimitado, lo divino del tiempo, el momento justo en que todo es armonía. Sin embargo, la noche cae de prisa y yo busco donde refugiarme; los extraños seres no me miran, no me halan, no sonríen. Y me siento solo y extranjero y tengo miedo. Estoy cansado de vagar sin rumbo y miro hacia el sur, donde está tu casa : mi refugio, mi dulce prisión. Comprendo que no te puedo abandonar, que eres parte integral de mí y que soy tu esclavo. Necesito tu calor, tus besos, tus palabras. Regreso con la noche tras de mí, dejo soles, luces, luna. Respiro al verte en tu posición habitual y comprendo que me esperas, sonriente siento que todo fue un sueño. Mi libertad eres tú y entro en tu jaula, mi prisión, con el dulce aroma de tu amor, me acurruco en tu cuerpo, lloro y cierro la puerta.

La Prensa Literaria

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