Cuando tu mano
Azotó la dulce mejilla del inocente,
Llamaste la atención,
Fue como un efecto mariposa en el universo,
un chasquido que pareció quebrar las estrellas
o hacerlas nacer,
mas por la temeridad del acto,
que por el golpe,
y esto no fue lo de Caín,
esto fue peor,
a una mano de barro que pudo ser amputada
por la mirada de un ángel
se le permitió la profanación del rostro
de Dios
en medio de aplausos,
construiste tu asiento en el sanedrín de un manotazo,
Con la fascinación de los que usan las manos
de los demás tras las sombras,
haciendo lo que no debías,
y con la meticulosidad de un antropólogo
Que dibuja dinosaurios en el aire,
Estuviste testificando en su contra
en el cenáculo de la infamia,
en ese circo de lobos patibularios
como que todo había concluido,
claro, porque la muerte no es más que enterrar secretos
Y se equivocaron todos,
Él vendrá,
Y esta vez no habrá mano de barro
Mas que para temblar,
De sólo pensar en agitar un dedo,
O un nervio que se descubra delante de su Gloria.