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La mascarada, Escultura de Aparicio Arthola. LA PRENSA/O. VALENZUELA.

Ángel tejedor

Se me deshilacha el pensamiento, mirando caer el tejido dorado del ángel que asoma su tierno rostro en los tibios y encendidos hilos del transfigurado amanecer. Hoy hilvano una hilacha crepuscular que es un rollo de Nueva Esperanza que se ha ido formando por medio de la torsión de cierto número de cuerdas en la […]

Se me deshilacha el pensamiento, mirando caer el tejido dorado del ángel que asoma su tierno rostro en los tibios y encendidos hilos del transfigurado amanecer.

Hoy hilvano una hilacha crepuscular que es un rollo de Nueva Esperanza que se ha ido formando por medio de la torsión de cierto número de cuerdas en la eterna bobina o huso de las alas del tiempo.

Pasan el manojo de horas que se vuelven horas-hebras-ovillos… 3, 6, 7, 10, 11, 24. Y se van regando en un tropel de plumas, en el hilo de plata de esta tarde de abril que se termina cosiendo en el bermejo bordado del ocaso de seda, que se estira hasta cortarse en una remota y gélida noche de lana y algodón. En donde viven los sueños surrealistas de los niños desaparecidos por inanición, y que viajan alegres en el lírico tren de la urdimbre de las ilusiones.

Ángel. Tejedor tejido en el espléndido petate de lo inefable por el hilandero que no se cansa de tejer o discurrir con sutileza y proceder con exactitud y rigor. —Ven, y lléname con el divino arte-azur de tu noble corazón.

Un ángel es un misterio. Que se teje con lino fino en la filigrana de las manos de Yavé-Dios.

La Prensa Literaria

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