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LA PRENSA/ARCHIVO

Luna llena

María Amanda Rivas, Nicaragua 1956. A partir de 1978 vive en San José de Costa Rica. Debutó como poeta en 1995. Ha impartido talleres de poesía en diferentes Centros de Cultura en Costa Rica; en la Universidad Mesa State Collage Colorado y en la Universidad de Graz, Austria. Co-fundadora de la Asociación Casa de Poesía […]

María Amanda Rivas, Nicaragua 1956. A partir de 1978 vive en San José de Costa Rica. Debutó como poeta en 1995. Ha impartido talleres de poesía en diferentes Centros de Cultura en Costa Rica; en la Universidad Mesa State Collage Colorado y en la Universidad de Graz, Austria. Co-fundadora de la Asociación Casa de Poesía de Costa Rica, establecida en el año 2001. Trabajó ad honorem durante cinco años en el Comité Organizador del Festival Internacional de Poesía de Costa Rica, que se realiza anualmente desde 2001. Poemarios: Emergiendo (Managua: Editorial Enlace, 1996); Sola, mientras tanto (Managua: Fondo Editorial CIRA, 2003: 2ª edición corregida: San José de Costa Rica, Literatura Digital/Editorial Lunes, 2005).

A Carolina, mi hermana

Cómo decir desde mí lo que tu sabes desde ti.

Antidio Cabal

I

La prisa no hace más que distorsionar el paso,

dijo desde la butaca que le regaló su abuela.

En esa butaca ella crece a lo largo y a lo ancho

sin que nadie lo note.

Su abuela tragó mucho espacio,

el tiempo no le preocupó nunca y murió.

Ella heredó la butaca.

Desde entonces observa.

Traga igual que hizo su abuela,

con una poca diferencia.

Ella,

aunque nadie lo note,

hace la diferencia.

II

Hace días repite frases cortas,

balbucea,

como hormigas,

disparándose en fila,

despacio.

III

¿El agua de la tinaja se tragó a la abuela

o la abuela se tragó el agua de la tinaja?

Nadie pudo evitar que en su lecho de muerte

la tinaja se llenara hasta rebalsar

y se la llevara.

Unos dicen que al mar.

IV

A ella le gustaba viajar en barco,

el agua de la tinaja y ella

eran del mismo río.

Unos girasoles ocupan

el cóncavo espacio de arcilla

donde vivió la abuela.

V

Deambula por los anchos

y largos corredores,

tratando asuntos que parecen

propios de brujas.

Pero ella no cree en pócimas ni cree en hechizos,

penetra con la claridad

que se ganó al nacer.

Saca la oscuridad de los rincones

que juegan al escondido

escabullendo la herida. Ella,

la del rostro iluminado,

sabe curar sin artificios.

VI

Los que se han visto

a través de sus pupilas

comentan que, cuando sonríe,

se asoma un duende.

Hermética

Te parece sencillo, transmutar

gota a gota

la lluvia, en rojo silencio,

revolcar verde

la sangre

que del cielo vierte.

Y, esperar,

recatada,

la espiga

que aún crece.

La Prensa Literaria

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