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La pulcritud de este hombre. Sus pies descalzos develan el origen de su clase social, misma que sobresale con dignidad frente a la cámara. LA PRENSA/Colección privada de Luis Morales.

El maestro fotógrafo: José Santos Cisneros

Las fotografías de José Santos Cisneros son admirables por su calidad técnica, escala tonal y nitidez. Llegó a retratar, a inicios del siglo XX, a personajes tan disímiles como el poeta Rubén Darío y el dictador Anastasio Somoza García, entre otros 1848: Nace en Honduras Aristarco Cisneros, padre de J. Santos Cisneros. 1860: Aristarco Cisneros […]

  • Las fotografías de José Santos Cisneros son admirables por su calidad técnica, escala tonal y nitidez. Llegó a retratar, a inicios del siglo XX, a personajes tan disímiles como el poeta Rubén Darío y el dictador Anastasio Somoza García, entre otros

1848: Nace en Honduras Aristarco Cisneros, padre de J. Santos Cisneros.

1860: Aristarco Cisneros se traslada a Nicaragua, estableciéndose en León con ayuda de su tío Sixto Cisneros.

1887: Nace José Santos Cisneros el primero de noviembre.

1909: J. Santos Cisneros se inicia en el arte de la fotografía.

1912: Se hace propietario del taller fotográfico que mantenía junto a su mentor, el fotógrafo Guillermo Alaniz Callejas.

1914: Se casa con Natalia Godoy con quien llegó a tener 9 hijos: cinco mujeres y cuatro hombres.

1929: Amigos e intelectuales reconocidos en León le dedican una Hoja de laurel.

1977: Muere en León a los noventa años.

“Cuando él murió en 1977 se agotaron todas las flores en León. Había un total de 255 coronas fúnebres, sin contar los ramos”, dice Natalia Cisneros, hija de José Santos Cisneros, conocido actualmente como “el maestro de la fotografía en Nicaragua” y el más alto exponente de la fotografía moderna en el país a inicios del siglo XX.

José Santos Cisneros nació el primero de noviembre de 1887, en el barrio San Felipe de la ciudad de León. Se inició en la fotografía cuando tenía 22 años y su mentor fue el chinandegano Guillermo Alaniz Callejas; hasta 1911 Cisneros fue su socio en un taller fotográfico y en 1912 se convirtió en el propietario.

El doctor Edgardo Buitrago, fundador y director del Museo y Archivo Rubén Darío de León, recuerda la “baja estatura y pelo blanco” de Cisneros y rememora que aquél tenía un “hablar suave y despacio”. Su estudio, dice, se encontraba del costado sur de la Catedral, una cuadra y media al este.

Salón artístico

Según Buitrago, Cisneros tenía una casa espaciosa donde llegaban personalidades importantes a tomarse fotografías cuando León era la metrópoli del país.

Por su estudio pasó Rubén Darío, de quien años más tarde cubriría todo su funeral; el doctor Leonardo Argüello, candidato a Presidente de Nicaragua por el Partido Liberal Nacionalista en 1936; el poeta Azarías H. Pallais; el doctor Henry Debayle; Anastasio Somoza García e incluso, el general Augusto C. Sandino, aunque de él no aparece retrato en alguna parte. Buitrago dice que Cisneros trataba a la gente con mucha bondad.

“Te ubicaba frente a la cámara, te ponía de perfil, con la cabeza erguida o en diferentes posiciones. Uno a veces no veía pasar el tiempo en el estudio porque él era el Maestro”, agrega.

El estudio permanecía iluminado y funcionaba siempre como galería de arte o “salón artístico”. Al fondo de una pared se notaba una fotografía de él junto al doctor Leonardo Argüello. En el interior había sillones finos, divanes y utilería como lazos, corbatines y candelas para niños que se tomaban fotografías en su primera comunión. Las paredes estaban llenas con fotografías enmarcadas de las personas más influyentes de la época. Sin embargo, ¿dónde están actualmente estas fotografías? ¿Quién mantiene el legado de este artista conocido en su época como “el mago del lente, de la luz y de la sombra”?

Hallazgo

En los años ochenta el arquitecto y artista Luis Morales se interesó por la historia de la fotografía. Entonces visitó el estudio fotográfico de Cisneros, administrado por Alicia Cisneros, una de las hijas del Maestro (fallecida en 2005) y a quien le quedó el negocio, aunque no supiera cómo tomar una foto.

“En el lugar descubrí una caja de madera de gran formato con una cantidad de placas de vidrio, la mayoría quebradas y enlodadas. A mi regreso al salón (de la casa) pregunté sobre ese material y doña Alicia me respondió: ‘Son las placas de mi papá’. Eso me dejó asustado y emocionado. Pedí permiso para revisar ese material y ella remató diciendo: ‘Luisito, si las querés, llevátelas’. El corazón me latía a mil por hora y comencé a sudar copiosamente”, relata Luis Morales en el prólogo a un estudio sobre la fotografía en Nicaragua que pretende publicar en el futuro.

Según Morales, rescató 280 placas de vidrio que se encontraban enlodadas en el cuarto del excusado y en el patio. “Doña Alicia vio las placas con desdén, como si le estorbaran”, dice.

Estas placas, en los que Cisneros imprimía sus negativos, actualmente pertenecen a Luis Morales y están protegidas del polvo en un armario bajo llave en la Galería Añil, ubicada en Bolonia, Managua.

La técnica

Para conocer la técnica fotográfica de J. Santos Cisneros es importante saber qué métodos se utilizaban en su época.

La historia registra que a mediados del siglo XIX se desarrolló una técnica para obtener negativos de calidad en placas de vidrio. Existían dos técnicas: el colodión húmedo y el seco.

El colodión húmedo consistía en tomar una placa de vidrio de un determinado tamaño. Luego se aplicaba una mezcla de piroxilina (filamentos de algodón) en alcohol y éter, esto como vehículo de las sales de plata para sensibilizar el vidrio.

Sin embargo, esta técnica era una limitante porque se tenía que tomar la fotografía de inmediato y revelarla antes que se secara la mezcla. Además, el tiempo de exposición era aproximadamente de 30 minutos.

Luego se desarrolló el colodión seco, que consistía en usar una placa de vidrio preparada en colodión húmedo y adicionalmente se añadía una goma arábiga o gelatina líquida. De esta forma, el tiempo de exposición se redujo a menos de un minuto.

Pero, según Claudia Gordillo, artista y fotógrafa nicaragüense contemporánea, no se puede determinar a qué tipo de técnica recurría Cisneros.

“En Nicaragua es difícil decir qué tipo de técnica usaba porque no hay textos históricos sobre el tema. De lo que sí tengo certeza es que Cisneros usó placas de vidrio y podría ser –aunque no estoy segura– que utilizó el colodión seco para sus trabajos”, afirma Gordillo.

Por otra parte, Natalia Cisneros dice que cuando su padre empezó a tomarle fotografías en el año 1924, el tiempo que uno permanecía frente a la cámara era menos de un minuto. Con este dato se puede decir que Cisneros probablemente usó la técnica del colodión seco.

Valoración de obra

Para Luis Morales, Cisneros rescató el retrato en la fotografía nicaragüense, además de industrializar el negocio de la fotografía en el país. Según Claudia Gordillo, las fotografías de Cisneros se destacan por la calidad técnica impecable, por su escala tonal, su nitidez y el cuidado al momento de imprimirlas.

La obra de Cisneros también abarca las áreas del paisajismo y el documentalismo. Por su calidad artística, sus amigos e intelectuales de León le dedicaron en el año 1929 una Hoja de laurel. Se trata de un libro que incluye dedicatorias especiales y la impresión de las fotografías más importantes de su carrera. Uno de los textos laudatorios fue escrito por el poeta Azarías H. Pallais, afirmando que “J. Santos Cisneros ha llegado hasta donde él ha querido llegar, de frente y con paso de vencedores”.

Milagro de la Virgen

Pero Cisneros no sólo se dedicaba a la fotografía. Como era un hombre de mucha fe, en sus tiempos libres escribía oraciones a la Virgen de Fátima. Luego las publicaba en periódicos locales como Los Hechos, El Semanario, El Centro Americano, La Prensa, El Cronista y El Independiente, donde una vez, en el año 1924, le llamaron el “cultivador de la poesía de la luz”.

Un día ocurrió “el suceso con la Virgen”, como le llama Tania Almendárez, una de sus nietas. Cuenta que José Santos Cisneros empezó a tener problemas cardíacos, y los médicos le recomendaron no agitarse. “Mi abuelo se afligió porque sintió que lo dejaron medio maneado”, dice, refiriéndose a la imposibilidad de seguir trabajando.

Cisneros era amigo de un médico que había realizado estudios en España y éste lo llevó a Jinotepe, donde tenía su consultorio, para examinarlo. Al llegar a Jinotepe, Cisneros dijo que antes de almorzar iría a la iglesia del pueblo para rezarle a la Virgen de Fátima.

Cuando sacaba un papel para escribir una oración, como era su costumbre, “sintió que algo le recorrió el cuerpo y ahí se dio cuenta de que la Virgen le había iluminado”, dice Tania en un tono eufórico. Así, cuando el médico examinó a Cisneros no encontró ninguna enfermedad y mucho menos indicios de haber tenido dificultades cardíacas.

El mundo revelado

“Y después de ese susto volvió a lo suyo”, agrega Benjamín, otro nieto de Cisneros, quien también disfruta contando más anécdotas.

“Yo lo recuerdo cuando era niño. A veces tomaba los sobrantes del papel fotográfico que mi abuelo usaba. Luego agarraba un pequeño trozo de tela, lo recortaba hasta formar una figura, lo ponía sobre el papel fotográfico y lo dejaba bajo el sol en mitad de la calle. Entonces la luz del sol empezaba a oscurecer el papel, revelando únicamente la imagen de la figura recortada”, dice Benjamín.

Esta visión puede resultarnos poética y, según Claudia Gordillo, aquel juego que hacía Benjamín cuando niño es una de las tantas formas de experimentar con la luz. “Hay técnicas incluso para imprimir con el sol”, nos comparte.

Tiempos de crisis

Natalia Cisneros dice que cuando había crisis económica en el país, su padre se las ingeniaba para trabajar y que “él siempre estaba inventando cosas para sobrevivir”.

En el año 1927 recuerda que hubo una recesión en León. Para entonces acudían pocos clientes al estudio, pero el Maestro supo diversificar su oferta. “Mi papá aprendió a hacer moldes de yeso para dentaduras y los vendía a las clínicas. También hacía tizas para los sastres, y así se ganaba la vida”.

Cuenta que José Santos Cisneros aprendió en esa misma época a fabricar espejos. Todavía mantiene el recuerdo de él haciendo composiciones fotográficas donde simulaba a los espejos como fuentes de agua, misma que se puede apreciar en una fotografía donde aparece Natalia viéndose en aquella fuente-espejo.

Un hombre espléndido

Uno puede imaginarse a Santos Cisneros con su personalidad apacible, retratando a cada persona que visitaba “el salón”, desde mujeres de la alta sociedad hasta hombres humildes que posaban descalzos frente a su cámara Kodak de foco automático. En suma, un artista que logró develar la intimidad y la belleza de aquéllos que le conocieron.

Natalia, quien tiene ya 92 años, nos hace revivir la historia de un hombre que entregó su vida por la fotografía, “un hombre espléndido”, dice, tan espléndido como la obra que hoy hereda al arte nicaragüense.

Tomado de la revista caratula.

La Prensa Literaria

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