Su trabajo
Ese día la ciudad estaba a oscuras, el fluido eléctrico se había cortado, los candiles y las candelas la alumbraban, mientras tanto en casa de Indira don Alberto le comentaba: Me sentía intruso en tu casa, pero volvía a ver con esmero la luz prendida en tu aposento, entonces cautelosamente conjuré que no había puerta cerrada. No existe otro enigma que el tiempo deletrea el destino paso a paso y pomposamente, replicó Indira. En otra ocasión que vine divisé en el aposento que da con el final del patio, una luz muy blanca y oía un gemido, repuso Alberto. El cliente hay que respetarlo y es sagrado, repuso Indira.
Sin responsabilidad
El camino a la Comarca los Cocos era irregular, pero con una vista preciosa, mágica. Ese día incisamente llovía y hacía un frío escandaloso y a lo lejos se observaba una luz en una casa. Comprendí que mi zozobra me advertía, comentó Rosario a su esposo José. Que no te asombre mi súbita certidumbre, no hablemos de hechos, éstos no interesan a nadie, replicó José. Hace muchos años hemos renunciado a esas traslaciones, a la aventura que fueron ciertamente admirables, además todo tiene sus propios matices, pero nunca pudimos evadirnos un aquí y un ahora, repuso Rosario. La realidad de seguro fue más compleja que este resumen, les señaló Roberto a Rosario y José. Ambos asintieron sin palabras. El secreto y el milagro lo tiene el santo, finalizó José.