A María Cecilia Bravo
Qué soy frente al paraje interminable,
oscuro, impredecible, atemorizante
bordeado de gruesos robles florecidos,
apacibles deshaciéndose de la muerte
en las hojas tristes del sendero tamizado.
Hombre con esperanza
interrogando ante los colosos su destino.
Acaso puede la luz hacerme más inmenso que el bosque,
el agua deslizante darme su fuerza infinita.
Al viento quiero arrebatarle lo invisible
y a la tierra sus espasmos destructores.
Porque en la otra orilla
sobre la colina solitario
ha crecido el árbol del amor,
una hoja basta para ser feliz,
en ella está tu nombre,
Tendré que despedazar la espesura,
subir la rama más alta,
montar las alas del pájaro imaginado,
remontar el hilo de agua de la cascada,
y sobre la más alta cúpula de mi ciudad
llegar a ti con la pasión en la palma de la mano.
San Alejandro, Granada, Nicaragua.