Una percepción: la vida como sueño;
imágenes desleídas ya; transparencias
inconexas que sin ton ni son, aparecen
y desaparecen sin que las llamen. Esos
filmes con vida propia fueron nuestros
y no lo son. Ni son nuestros ni existen,
pero afirman que son la vida.
No. Perros son de presa
que a prisa hay que matar.
Si los dejas te orillan al abismo,
al risco, pantano o socavón ilusorios
que tienen su salida en todas partes
y en ninguna.
Los veo y pienso: esfera. Campana
neumática. Puertas herméticas. Isla.
Monasterio. Laberinto. Calabozo.
Manicomio. Desierto. Fondo marino.
No como primera, sino como segunda Ley
termodinámica, tratan, quieren desorganizarte, alejar de vos el paraíso
que está para vos.
Esas transparencias
astutas, aviesamente se hacen querer;
te dicen, sin rubor que son tuyas;
voluptuosas, te rodean, te enseñan
cielos falsos, besos falsos, roces
felinos de brazos felinos; lo rosáseo
acaracolado de sexos que dicen
que fueron como tu corazón:
palpitantes y tiernos.
Todas las mañas en esos filmes con vida
propia. Toda la maestría de la seducción,
donde tus pensamientos, enormes o mínimos,
dulces o perversos, aparecen glamorosos,
ungidos con la atracción de lo fatal.
Hay que matarlos. Que no hollen tu presente.
No escuchar su taconeo, su fru-fru asedado.
Volcar la copa que te ofrecen; retirar
el venenoso langostino
que entre sarmentosos dedos, te brindan;
apartarse de la capa, sombra
o tapa mortuoria
donde desean, momificado, tenerte.
Retírate hacia vos. Vive con vos. En vos
y no entregues tu vida real a su ilusión
de vida.
Recuerda que cada recuerdo pensado
o vivido eslabona una cadena o teje
cesto de basura que aprisiona
tu presente de luz, de aire, de flores
o amores de exultante radiante
brillo ocular.
Déjalos en su baba, ahogarse.
Déjalos que se aturdan con sus gritos.
Déjalos en su espesa niebla de pasado,
porque nunca segundas partes
fueron buenas.