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Poemas: Alfonso Cortéz

Danza Negra Pasó batiendo sombras el hada de la muerte en el despierto sueño de un otoño de sombras, desenroscó una sierpe sus sueños, en la fuerte visión fatal de las alfombras… Y buscó en cabeceos locos, buscó el ave, alzando la columna de su cuello (el esbozo de un frío), y de la muerte […]

Danza Negra

Pasó batiendo sombras el hada de la muerte

en el despierto sueño de un otoño de sombras, desenroscó

una sierpe sus sueños, en la fuerte

visión fatal de las alfombras…

Y buscó en cabeceos locos, buscó el ave,

alzando la columna de su cuello (el esbozo

de un frío), y de la muerte en la mirada grave

reían un diablo doloroso…

Y cuando con la aurora, cayeron las astillas

de luz del sol — que el pecho de los cielos perfuma—

vi un cadáver a manchas azules y amarillas

y entre sus dientes… ¡una pluma!

La Piedra Viva

La piedra despertó (y era una piedra

como las otras que hay en la montaña,

con piel de musgo y venas de yedra).

Y abrió los ojos. (Era la hora extraña

en que se enciende el sol, como la hoguera

que calienta al pastor en la cabaña).

Y luego dos pasos. (La ladera

era sonora y bárbara, y los vientos

peinaban su sombría cabellera).

Y en interiores estremecimientos

se inquietaba la Piedra, hasta que el ansia

le abrió la boca, y dijo pensamientos:

—¿En dónde estás, en dónde estás, distancia

sin relación y tiempo sin medida,

y lo que Dios es, la única fragancia?

¡Oh!, quítame esta túnica: vestida

así, mi ser es cosa, sólo cosa,

pues la forma es la cárcel de mi vida.

La Prensa Literaria

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