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1951. Regresando de Costa Rica. Acompañado de su hermana, María Luisa. LAPRENSA/CORTESÍA/CARLOS TüNNERMANN

Verdor de campos perfumados…

Alfonso Cortéz El Toro-Huaco Con un manto de pardo cáñamo que con plátano tiñó buey toro, toro, toro-huaco juega el indio adentro su yo. Mañana hermosa y soleada, y sin cercas que cruzar, no hay ningún árbol que acuerpe sólo el Santo que es Doctor. Por un hombre enmascarado se han dado más de un […]

Alfonso Cortéz

El Toro-Huaco

Con un manto de pardo cáñamo

que con plátano tiñó

buey toro, toro, toro-huaco

juega el indio adentro su yo.

Mañana hermosa y soleada,

y sin cercas que cruzar,

no hay ningún árbol que acuerpe

sólo el Santo que es Doctor.

Por un hombre enmascarado

se han dado más de un tropezón

y al mover del percance el cuerpo

tumbó el toro a un peatón.

Sus cuernos se cierran bárbaros,

y su vista mira atroz ni

se acerca, ni deja el campo,

por burlas a una voz.

Y el pueblo bailando en torno

al Santo de su devoción

mantiene siempre en contorno

a León y su tradición.

Yo rebosante de dicha

vuelvo a sentirme en mi León

no rueda Tiempo, —en el Espacio—,

¡fulge con más luz el sol!

León, 30 de septiembre de 1965

Tardes de Oro

Estas tardes supremas para el arte de vivir juntos y sufrir

amando, estas horas supremas en que el alma consigue

al fin tener algún descanso, ponen un signo de luz en los

ojos y un temblor de palabras en los labios; y detienen en

marco de horizontes, el errar del misterio cotidiano, y

balbucean nuestros corazones como pequeños niños pálidos

que conocen la vida, mientras callamos…

Dame sentir tus éxtasis convaleciente de un dolor extraño,

mientras cae la tarde en tu belleza, brilla en tus ojos y

tiembla en tus labios; y crucemos lo largo de estas rutas, y

el verdor de estos campos perfumados, viendo pasar delante

de nosotros, el azar del misterio cotidiano; y mientras se

abren en el cielo perla miradas de ángeles por Dios

pensados; crucemos en silencio, ante la fuga del tiempo,

audaz bajo invisibles látigos, y que la eternidad nos pare

un día, las manos juntas y los ojos bajos.

Año 1911

Los Pobres

Modesto: cuando el tiempo con mano dura y fría, en

nuestra frente ponga arrugas de ironía, y en nuestra alma

se aleje la esperanza cobarde, te hallaré en un recodo de

la vida una tarde, y flotando un sueño de una época mejor,

haremos ramilletes de recuerdos en flor.

Tú que me has dicho tanto del doctor Pastor Luna, quien

en días de pena y tristeza bruna supo ser para ti un padre

y un hermano, que te indicó el camino y te alargó su mano,

siendo para tu vida eficazmente leal; tú que gozas en fin, la

alegría suprema, del ambiente de miel y el cielo de cristal,

acogerás con gracia este pobre poema!…

Año 1918

La Prensa Literaria

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