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El poeta según Rodrigo Peñalba LA PRENSA/Cortesía/Carlos Tünnermann

¿Alfonso Cortés o Alonso Quijano?

Ante Alfonso Cortés uno reflexiona sobre la diferencia que hay entre el científico y el poeta, concluyendo que el primero no se involucra en el fenómeno objeto de su atención, porque si lo hace lo echa a perder todo. Mientras que el segundo no sólo se involucra sino que él mismo constituye el fenómeno. Alfonso […]

Ante Alfonso Cortés uno reflexiona sobre la diferencia que hay entre el científico y el poeta, concluyendo que el primero no se involucra en el fenómeno objeto de su atención, porque si lo hace lo echa a perder todo. Mientras que el segundo no sólo se involucra sino que él mismo constituye el fenómeno. Alfonso Cortés es un fenómeno de la poesía en lengua castellana, y al hablar de su poesía no podemos dejar de preguntarnos si al poeta, como se creía en tiempos de Homero, le dictaba un dios o un demonio sus poemas; si habla en nombre propio como declara el poeta moderno; o si a éste le provee su visión poética el consumo de drogas o alcohol, a sabiendas de que ninguna sustancia conocida puede dar el genio a quien no lo tiene. En realidad esto pareciera no tener importancia, pero no se puede pasar por alto antes de comenzar a hablar brevemente de su locura con la de Don Quijote, obra de Miguel de Cervantes Saavedra.

La locura de Don Quijote (Alonso Quijano), ha dicho un especialista italiano, el doctor Luigi Lugiati en I Disturbi Mental , “es el tipo más maravilloso de paranoico que se haya descrito jamás”. Quizás la de Alfonso Cortés no sea la misma, pero hay algunos aspectos que permiten parangonarlas. La locura de Don Quijote es parcial, sistematizada y su lucidez de espíritu y entendimiento asombra en ciertos razonamientos. Por lo mismo, para el caballero del Verde Gabán es un cuerdo loco o un loco tirando a cuerdo. De igual modo, Alfonso Cortés ante los ojos de José Coronel Urtecho parecía un loco cuerdo o un cuerdo loco, lo visitó varias veces cuando estaba con sus crisis de locura, y es de la opinión de que “parece que los poemas más valiosos los hizo estando mal y, en cambio, cuando él decía que estaba muy bien hacía verdaderas patochadas a sus enfermeras, unos poemas pedestres, para salir del paso”.

Don Quijote adapta la realidad a su modo de ver las cosas: los molinos de viento son gigantes y Aldonza Lorenza es Dulcinea del Toboso. En tanto, Alfonso Cortés, adapta una realidad que no está a la vista de nadie, sólo en sus sentidos, y la presenta a su modo, según sus visiones, y sin proponérselo nos acerca a ella. A Dios, por ejemplo, a quien no se puede mirar, él lo mira en el poema Pasos y lo acerca a nosotros con la frente sudorosa y arrugada. Poemas como éste, La canción del espacio (el primer poema que escribió estando loco) o cualquiera de los alfonsinos metafísicos, se descubre una poesía llena de sensaciones, obsesiones, sueño, clarividencia, mitos, alucinación y la locura misma. O es posible que se experimente lo que también dice José Coronel Urtecho: “algo enraizado en el aire, puramente esencialista, muy misterioso, muy lindo, muy puro. A veces se elevan a una mera luz intelectual”.

Durante sus crisis de locura Don Quijote mete en preocupación a la familia que lo rodea y no faltan planes para no dejarlo salir de casa a librar sus grandes batallas. En estos momentos de crisis a Alfonso Cortés también había que detenerle su furia, capaz de cualquier cosa, atándolo su familia a una viga del techo de la casa donde vivió Rubén Darío, cedida por Francisca Sánchez. A Don Quijote le obsesionaba entrar lo más rápidamente posible en batalla contra malandrines para enderezar entuertos y hacer justicia; a Alfonso Cortés le obsesionaba entrar en batalla contra el Tiempo para combatir sus estragos y, sin embargo, no encontraba nada: “¿Tiempo, dónde estamos tú y yo, yo que vivo en ti y tú que no existes?” De igual manera en relación con el Espacio: Para Don Quijote su descanso es precisamente entrar en batalla, no dormir, no comer, sino estar en el lugar donde lo necesitan, otorgándole así, en palabras de Alfonso Cortés, una importancia que sólo está en nosotros.

Se pueden seguir parangonando más casos entre ambos, pero lo que importa es señalar que en los dos casos existe o se revela una realidad distinta a la cotidiana. El propósito de Cervantes con Don Quijote es claro: crear un personaje loco que se crea caballero andante para enfrentar las fantasías, exageraciones e inverosimilitud del mundo de las novelas de caballerías. En tanto, Alfonso Cortés no crea ningún personaje loco, el loco es él mismo, y se cree más profundo que Rubén Darío para enfrentar al mundo del Modernismo, mundo que más tarde los integrantes del Movimiento de Vanguardia intentarán seguir enfrentando, teniendo, sin embargo, que rectificar y reconocerlo como lo hizo Borges: “Su labor no ha cesado ni cesará; quienes una vez lo combatimos, comprendemos hoy que lo continuamos”.

Don Quijote frisaba los 50 años. Era de complexión recia, seco de carnes, enjuto el rostro, gran madrugador y amigo de la caza, y al final cuando recupera la razón pide albricias por no ser ya don Quijote de la Mancha, sino Alonso Quijano, a quien mis costumbres me dieron renombre de Bueno. Pierde la razón por haber leído tantos libros de caballería. En tanto, Alfonso Cortés frisaba los 34 años, ejerce el periodismo, viaja a México, en Guatemala gana un premio y participa en tertulias. Pierde la razón tiempo después de haber leído a los poetas franceses del siglo XIX, los que nutren precisamente al padre del Modernismo, de donde parte su formación poética, y después de haber pasado por la corriente ocultista o esotérica; un día de tantos en que, como señala Arnulfo Agüero, periodista cultural, “despertó sobresaltado y con remordimientos de haber escrito y publicado un irreverente artículo de tema religioso”.

Así pues, Cervantes dio en el clavo encontrando un personaje como Don Quijote (Alonso Quijano), al que E. M. Forster no llamaría plano, sino redondo, es decir, complejo, que sufre transformaciones a lo largo de su existencia; personaje muy difícil de encontrar en la realidad y en la literatura, pero no imposible, porque tal personaje quizás sea Alfonso Cortés. Ambos parecieran estar poseídos por una locura de la misma estirpe, de la estirpe de los genios; una locura que abre la imaginación, nos revela otra realidad y nos eleva a pesar de la gravedad de la Tierra, porque: “La tierra no conoce los caminos/ por donde a diario anda- y/más bien esos caminos son la/ conciencia de la tierra…”

Finalmente, tal parecido entre Don Quijote (Alonso Quijano) y Alfonso Cortés puede que no sea ninguna novedad, pues ya se han dejado entrever relaciones de esta clase entre el mismo poeta nicaragüense con Holderlin y Blake, por ejemplo. Sin embargo, el hecho de que Alfonso Cortés haya leído a Don Quijote y que haya dicho, según Ernesto Cardenal, “que es Alfonso Quijano y que don Quijote estuvo como él detrás de uno barrotes”, no desmerece que para el V Festival Internacional de Poesía Granada 2009, dedicado a él, nos hagamos la siguiente pregunta: ¿Alfonso Cortés es o no es Alonso Quijano?

La Prensa Literaria

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