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Mujer, Karen Spencer. LA PRENSA/archivo.

“Todo lo que amo nace continuamente”

Antes del viaje El vértigo del dolor exige el vértigo de la intensidad. Una comunicación cada vez más íntima, es cómplice del territorio donde el espíritu se llena hasta implotar. Hago el ejercicio del contenido en el borde sin derramarse. O el lento derrame sin pérdida del borde. Contrarío el sueño de conquista, halada por […]

Antes del viaje

El vértigo del dolor exige el vértigo de la intensidad.

Una comunicación cada vez más íntima, es cómplice del territorio donde el espíritu se llena hasta implotar.

Hago el ejercicio del contenido en el borde sin derramarse.

O el lento derrame sin pérdida del borde.

Contrarío el sueño de conquista, halada por la abundancia.

Como el alba quisiera ser.

¿Qué pasará con el cuerpo lleno del oro de ser?

La risa que es la franca versión del dolor, el dolor promesa de risa, sin inventario que prevea efectos.

¿Qué otro resultado que el silencioso gozo brotando, raudo paso sin postergación en el miedo-centro donde la elegancia del tiempo yergue su espiral?

¿De dónde extrae el musgo la piedra? ¿De qué recónditas raíces el aire prende su hija, la melena, en la ceiba? ¿De qué innominada simiente toma la dureza sus blandas adhesiones? Cierta respiración envuelve de moho el metal, cierta vaharada anima de larvas el cadáver…

La abundancia determina ser espléndidos en el abandono. La muerte es la más contundente vecindad. Laboratorio.

Mi cuerpo es una inminencia. Lo acoge una palabra. Lo signa un silencio.

Reconozco lo oído y visto: dentro del mango la sombra del mangal; en su olor, en la dulce coloración de lo maduro, la furia del hambre. La sombra del almendro en la almendra. Un nogal entero en la nuez.

El seco grano germen de arboleda, florescencia y fruta. Todo el paisaje que veo es fuego dormido.

Mi corazón es un arma mortal.

Bebo mi propia saliva.

África

Ángela garcía

“Da al hombre arena y pan”

1

La sonrisa tiene un precio escondido. Aquí hay dureza en las miradas. En el mercado hay dureza y malicia. Para que las personas abran el corazón se precisa de un descubrimiento, aún cuando una sonrisa pudiera correr la máscara de la distancia.

Calor húmedo. Sol. Polvo. Harto polvo de tiempo y pobreza.

Hay mangos, papayos, palmeras, cacahuetes, ñame, tapioca, ojos profundos y una pobreza más adentro de la inclemencia de la atmósfera. ¿La casa de cada uno es esta pobreza? ¿Es porque hay un espacio adentro más antiguo y portentoso?

2

Al alba y al mediodía el pájaro narciso golpea el pico contra el cristal de la ventana.

¿Has oído hablar de estos pájaros? Su alboroto de alas contra la ventana y el golpe seco del pico. Arremete en su busca, contra sí. Se espía y se enfrenta buscando el seno bajo el ala del reflejado, pero se encuentra siempre con su pico, aunque quiera sorprenderse, sólo se ataca y después de caer se alza súbito y quiere hundir de nuevo el pico en esta piel dura del espejo, desconocida puerta cerrada, su otro vuelo, su otro plumaje, su gemelo, afán atacándole sin remisión.

3

África es latencia de sed y hambre inmemorial.

A un lado del umbral oscuro, el hombre negro y largo. Sus brazos de ébano, sus piernas. Una edad junto a la puerta, unos huesos, junto a la entrada oscura, todo aún en la penumbra del alero que protege del sol, invisible de tan negro, de tan próximo a la entrada oscura, de tan quieto, de tantas horas encima. Hombre de nombre: “Hombre ante el agua, el fuego, el silencio y la noche dentro y fuera”.

4

El origen del planeta empieza con algo como:

Los gestos se desarticulan, en el aire esquirlas

evidencias,

lo que se despedaza, y se hace polvo.

El mundo se destruye cada minuto.

La sensación de inutilidad es el desierto.

5

Como si hubiera abrazado la noche y mis labios en la boca profunda y azarosa; podría ser la noche el nido distante arriba en la palmera, o un rincón de la cabaña en el lugar donde se encuentran desierto y bosque, o la piedra o el polvo de la tierra antigua, polvo como mis labios y mi tiempo.

La lengua sobre los labios sin piel de la noche, sin luces de electricidad o de gas, sólo estas pequeñas sedas flamíferas de los cirios del mercado. Y sólo el amor, oro brillando al fondo de toda oscuridad.

La Prensa Literaria

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