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Giacomo Puccini. LA PRENSA/ARCHIVO

Turandot la gran sorpresa

Turandot, la última de las doce óperas que escribió el gran operista italiano Giacomo Puccini (1858-1924), de la cual se divulgó previamente su argumento antes de su estreno en el Teatro Nacional Rubén Darío, el sábado 28 de marzo recién pasado, fue una grata sorpresa para los amantes de la ópera. En nuestro país, con […]

Turandot, la última de las doce óperas que escribió el gran operista italiano Giacomo Puccini (1858-1924), de la cual se divulgó previamente su argumento antes de su estreno en el Teatro Nacional Rubén Darío, el sábado 28 de marzo recién pasado, fue una grata sorpresa para los amantes de la ópera. En nuestro país, con su incipiente tradición operística, decaída desde que Managua fue devastada por el terremoto de 1931, ya se había representado la llamada trilogía de óperas de Puccini, integrada por La Bohemia, Tosca y Madama Butterfly. Ninguna de ellas presenta las exigencias vocales, la gran masa orquestal y las innovaciones armónicas que Puccini concibió para la música de Turandot, en la que trabajó unos cuatro años para que se estrenase en 1925, pero, por estar enfermo y no poderla concluir al haber fallecido, la completó Franco Alfano (1875-1954) por encargo del maestro director Arturo Toscanini (1867-1957), utilizando las 36 páginas que dejó Puccini de bocetos del dueto y la escena del tercero y último acto. Antes que Puccini escribiera la música de Turandot, otros compositores habían escrito óperas sobre el mismo tema, la conocida historia de época legendaria de Turandot, la cruel y resentida princesa china que se casaría con quien lograse resolverle tres enigmas, o, de lo contrario, ser decapitado, otros compositores habían musicalizado esa historia, principalmente el también italiano Ferruccio Busoni (1886-1924), con su Turandot en dos actos estrenada en 1917, que Puccini conoció y de la cual tenemos copia de una representación moderna filmada. También escribieron música sobre el tema los compositores citados por The Oxford Dictionary of Opera, Blumenröder (1810), Danzi (1817), Reissiger (1835), Vesque von Püttlingen (1838). Lövenskjow (1854), Bazzini (1867), Rehbaum (1888) y Neumeister (1908). Ninguno de ellos, empero, lograría el impacto que causó la Turandot de Puccini, cuyas representaciones en menor frecuencia que sus otras óperas (Manon Lescaut, La Bohemia, Tosca, Madama Butterfly, Gianni Schicchi y La Fanciulla del West), se deben en gran parte a la fastuosidad escénica, al concepto orquestal más avanzado de Puccini y, principalmente, a las dificultades de las partes vocales de los dos personajes principales, Turandot y Calaf, que requieren voces descomunales en resistencia y en registro agudo, además de la presencia escénica y actuación que deben tener los cantantes que encarnan esos personajes. En el Metropolitan Opera House de Nueva York, el actual Santo Grial de los cantantes consagrados, Turandot ocupa el cuarto lugar entre las óperas de Puccini más representadas allí, con 259 veces entre 1926 y 2005.

El gran público, los críticos y muchos directores de orquesta son contestes en admitir que la pareja que pudo revivir y popularizar Turandot, han sido la soprano sueca Birgit Nilsson (1918-2005) y el tenor italiano Franco Corelli (1923-2003). Desde los tiempos en que la legendaria pareja formada por la soprano morava María Jeritza (1887-1982) y el tenor italiano Giacomo Lauri-Volpi (1892-1979) la estrenaron en el Met de Nueva York, en 1926, con un total de 21 representaciones, durante los 35 años siguientes el Met no había tenido las voces capaces de afrontar papeles tan difíciles. Fue el 24 de febrero de 1961, bajo la dirección musical del maestro Leopoldo Stokowski (1882-1977), con un elenco formado por Birgit Nilsson (Turandot) y Franco Corelli (Calaf), la soprano Anna Moffo (Liú) y el bajo Bonaldo Giaiotti (Timur), que se revivió Turandot. Nilsson y Corelli se consagraron como los máximos intérpretes de Turandot, sin que hasta hoy hayan sido superados por otros magníficos cantantes, que no reúnen la potencia y stamina (resistencia) vocal, el sonido como toque de campana de sus agudos (squillo), la presencia escénica ni el carisma de esta pareja, que en el Met completaron ocho representaciones en esa temporada del reestreno de Turandot, de las cuales tenemos copia del audio de la segunda de esas ocho representaciones, en la que el maestro Stokowski, cargado de 79 años y en muletas, pudo resistir y vencer tales dificultades para dirigir magistralmente la orquesta. La Nilsson, gran intérprete de los difíciles papeles de las óperas de Richard Wagner y Richard Strauss, dijo una vez que “Si Isolda me hizo célebre, Turandot me hizo rica”. Corelli, que en la historia del Teatro La Scala de Milán ostenta la marca absoluta de haber inaugurado por cinco años consecutivos la temporada de ese teatro.

En la única representación de Turandot en Nicaragua, el sábado 28 de febrero la orquesta, de apenas unos treinta ejecutantes bajo la batuta del maestro italiano Bruno d´Astoli, llenó su cometido y, al contrario de algunas críticas sobre las representaciones en la gira por los demás países centroamericanos, para concluirla en Nicaragua, son injustas porque el tamaño de esta orquesta no permite el rendimiento ni la sonoridad de los 70, 80 ó 100 músicos con que cuentan los grandes teatros de ópera. En cuanto a los intérpretes, el papel de Turandot estuvo a cargo de la soprano Giselle Santamaría Lamicq, cantando si bien con gran potencia y brillantez vocal en los agudos, con un vibrato seguro y timbre cálido en los registros medios y bajo de su cuerda, mostró un fiato (aliento) un tanto corto en los momentos culminantes y rigidez en el movi miento escénico; el papel de Calaf, estuvo a cargo del tenor italiano Miro Solman, aunque con una voz de sonido más oscuro que brillante como el de un tenor dramático, pudo explayar todos los agudos, incluso los do sobreagudos al lado de Turandot en el segundo acto y en el aria Nessun dorma! (Nadie duerma!), al inicio del tercer acto, sostuvo el sí bemol final Vincerò! (Venceré!) con un amplísimo fiato que mereció estruendosos aplaudos, no podemos dejar de señalar que su timbre suena con un vibrado ondulante y tal defecto marea el fraseo de su canto. En realidad, son escasos los grandes tenores que no hayan sufrido el defecto de un vibrato oscilante (llamado tremolo, overtone o wobble), que se puede tener desde joven o surgir con el tiempo, cuando el cantante ha fatigado su voz y ya no puede emitirla con un vibrato uniforme. La gran María Callas padeció siempre de ese trémolo vocal (que no se debe confundir con el trémolo ejecutado con los instrumentos de cuerda) en toda la zona aguda de su voz, lo mismo que el tenor catalán José María Carreras después de haber padecido de leucemia (1987) y haberse recuperado (1988). El célebre tenor Miguel Fleta (1897-1938), el primero en cantar el papel de Calaf, siempre tuvo una voz con timbre ondulante (mareado), que se le acentuó muy temprano en su corta carrera. Lamentablemente, Fleta y la primera Turandot, la soprano polaca Rosa Raisa (1893-1963), no registraron ningún fragmento de Turandot. Fue hasta 1938 en que los italianos, la soprano Gina Cigna y el tenor Francesco Merli, con el director de orquesta Franco Ghione, grabaron la primera versión comercial completa de Turandot. La soprano Ana Rosa Orozco tuvo a su cargo el papel de Liú, con destacada actuación y luciendo una voz potente, brillante y a la vez, como lo exige el papel, delicada como lo cantaron las sopranos Licia Albanese y Renata Tebaldi. Fue sensacional la interpretación de los papeles de Ping, Pang y Pong, respectivamente a cargo del barítono Omar Camata y los tenores Gerardo Marandino y Nicola Vocaturo, que al compararla con las diversas versiones de que disponemos, superan incluso las de grandes teatros (La Scala de Milán, Met de Nueva York) y de grabaciones comerciales. Por último, Timur, papel de bajo, estuvo a cargo de Carlos Cardona, que lo interpretó sin ningún contratiempo vocal.

La Prensa Literaria

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