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Cine que denuncia

Slumdog Millionaire (¿Quién quiere ser millonario?), producción británica filmada en Mumbai con actores indios, obtuvo ocho premios Oscar de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood, incluyendo el premio a la mejor película y a la mejor canción (Jai-Ho de A.R. Rahman y Gulzar). Clasificó en la categoría de mejor película (no en […]

Slumdog Millionaire (¿Quién quiere ser millonario?), producción británica filmada en Mumbai con actores indios, obtuvo ocho premios Oscar de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood, incluyendo el premio a la mejor película y a la mejor canción (Jai-Ho de A.R. Rahman y Gulzar).

Clasificó en la categoría de mejor película (no en la de mejor película en idioma extranjero) por estar hablada en inglés (con algunos parlamentos en hindú). Fue dirigida por el británico Danny Boyle (Trainspotting, 28 semanas después), con la colaboración de la cineasta india Loveleen Tandan.

Basada en la novela Q & A (Preguntas y respuestas) de Vikas Swarup, con guión de Simon Beaufoy, Slumdog Millionaire es la historia ficticia de Jamal Malik (Dev Patel), un adolescente musulmán, proveniente de los barrios más pobres de Mumbai (anteriormente llamada Bombay), que trabaja sirviendo té en un centro de llamadas.

Jamal logra participar en la versión india del célebre programa inglés de preguntas y respuestas “¿Quién quiere ser millonario?”, llamado en India, “Kaun Banega Crorepati”. El programa se originó en el Reino Unido y actualmente tiene versiones en más de 50 países.

La participación de Jamal en el programa transmitido en vivo por televisión, se prolonga por dos días, durante los cuales responde correctamente a preguntas aparentemente fuera de su alcance, debido a su bajo nivel cultural. El conductor del programa piensa que Jamal está haciendo trampa y lo denuncia a la policía para que lo interrogue antes de la última aparición del muchacho ante las cámaras.

La acción del filme oscila entre la transmisión del concurso y el interrogatorio policial. Las secuencias del interrogatorio incluyen flashbacks de la vida de Jamal desde su niñez en las calles de Mumbai, en compañía de su hermano Salim (Madhur Mittal), hasta el presente. El muchacho explica a la policía que su conocimiento de las respuestas correctas proviene de eventos sin importancia a lo largo de su vida (la casualidad desempeña un papel importante en el desarrollo de la trama).

La primera parte del filme es extraordinaria y evoca películas de renombre sobre niños descarriados, como las brasileñas Pixote (1982) y Cidade de Deus (2002); y la india, Salam Bombay (1988) de Mira Nair. Con la ayuda del director de fotografía Anthony Dod Mantle (premiado por la Academia), Boyle logra arrancar de rincones urbanos sórdidos y desgarrados, imágenes de gran belleza, que en algunos planos alcanzan la complejidad del expresionismo abstracto.

Esto de convertir en belleza lo que en la realidad nos pueda parecer trágico o desagradable, es usual en todas las artes. Basta pensar en Guernica de Picasso. Esta capacidad de trascender la realidad, que a veces se confunde con el esteticismo, es lo que hace perdurable las obras de arte.

Parte importante de la trama es el amor de Jamal por la jovencita Latika (interpretada por la modelo india Freida Pinto), capturada por elementos del hampa que tratan de comerciar su belleza. El filme da un giro sorprendente con un desenlace de cuento de hadas, en el cual todos los problemas de Jamal se le resuelven como si el destino jugara a los dados con él. Este final tipo Rocky, propio del cine de esparcimiento, impide que Slumdog Millionaire sea la gran película que debió ser.

¿Será que hay lago intrínsecamente malo en los finales felices? Eso depende de cada película. Películas abiertamente comerciales, como Pretty Woman o Dirty Dancing, producidas para complacer a las grandes masas de espectadores, no funcionarían sin un final feliz.

Pero no deja de decepcionar un poco el que una película que arranca como filme de denuncia social, con realismo descarnado, nos sirva de postre un final feliz convencional que puede crear en el espectador, subconscientemente, la sensación de que los problemas expuestos en la pantallas han sido resueltos. Algo que desvirtúa el propósito del cine de denuncia social.

Enriquece la trama la actuación de Anil Kapoor, astro del cine indio, que interpreta al conductor del programa como si fuese un diablo menor escapado del infierno. Nos hace pensar en otros maestros de ceremonia siniestros, como los interpretados por Peter Ustinov en Lola Montés (1955), de Max Ophuls, y Joel Gray en Cabaret (1972), de Bob Fosse.

Aunque Slumdog Millionaire no pertenece al cine de Mumbai, la secuencia musical que cierra la película es una referencia (un “homenaje”) al gran cine comercial producido en esa ciudad, conocido en Occidente como “Bollywood” (Bombay-Hollywood), por su hábil manejo del melodrama y la gran variedad de temas y géneros que aborda, de forma similar al cine de Hollywood.

Es característica del cine de Mumbai intercalar números musicales en todas sus películas, incluso en las más dramáticas, como Awara (El vagabundo; 1953) de Raj Kapoor; y Mother India (1957) de Mehboob Khan, que ha sido llamada “Lo que el viento se llevó del cine indio”. Ambas fueron protagonizadas por la gran diva Nagira (née Fátima Rashi), muerta de cáncer a los 52 años de edad en 1982.

El cine de Mumbai (uno de los más prolíficos del mundo) se distribuye en países como Pakistán, Egipto, Jordania, Afganistán, Rusia, Sri Lanka y muchos otros. Pero su penetración en Occidente ha sido sumamente lenta. La única película de “Bollywood” estrenada comercialmente en Nicaragua (poco antes del terremoto) fue Jóker (Mera Naam Joker; 970), sobre los amores de un payaso, filmada en Rusia, dirigida y protagonizada por Raj Kapoor.

La Prensa Literaria

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