Mar de abrazos rubios que me llegan desde tus oleajes breves
y tus ojos verdes cruzando la cuenca de los míos
y nuestras miradas chocando como cables de energía
mientras nos morimos de amor como en los buenos libros.
Recuerdo tu piel rodando en una cama de estrellas infinitas
por donde mis suspiros pasaban dejando cálidas estelas
y yo te amaba en silencio, soñando con la luz de las
caricias que iluminaban tu cuerpo mientras lo tanteaban
tibio.
Te recuerdo en un lecho de sueños blancos y de azules noches
que cubrían el cielo de nuestros encuentros áureos,
por las celestiales cumbres del silencio, los gemidos y
armonías, se unían al suspiro humano que a su vez se unía
a la cósmica letanía de los más lejanos astros.
Te recuerdo humana recibiendo poco a poco mi cariño intacto
y sincera te alargabas en la memoria de mi infancia sin
prejuicios y juntos imaginábamos amarnos incluso de
pequeños.
Tu nombre
El eco de tu nombre persigue mi pecho
y tu nombre es una sola palabra
que no se puede llevar el viento,
una sola palabra invisible
que no puede pronunciar el viento.
Tu nombre pesa en mis labios
cuando sale de mí
como lamento.
Tu nombre me llama, tu nombre siento
que tu nombre también lleva tu cuerpo
y tu cuerpo también lleva tu alma
y cuando te llamo por tu nombre
te siento temblar en el cuerpo.
Me pierdo cuando te canto llorando
y tu nombre pronuncio temblando
y te invoco mirando hacia el cielo
y espero que un ave baje cantando
y conmigo salgan volando tus labios
y en ese vuelo yo bese tu cuerpo
y mi voz se te pierda con tu nombre
y desde entonces no tenga más que llamarte.