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Stanley Kubrick mostró su extraordinario talante autocrítico en algunas de sus películas como Espartaco y Lolita. LA PRENSA/EFE/ALESSANDRO DELLA BELLA/FOTOARTE: B. RODRÍGUEZ.

Una década sin el visionario

Stanley Kubrick forjó una filmografía de leyenda con sólo catorce películas, en las que tocó con maestría los más diversos géneros. Algunas, como los buenos vinos, mejoran con los años, como 2001, una odisea en el espacio; otras, como La naranja mecánica (1971), siguen siendo ejemplo de la innovación y la trasgresión cinematográfica, y algunas […]

  • Stanley Kubrick forjó una filmografía de leyenda con sólo catorce películas, en las que tocó con maestría los más diversos géneros. Algunas, como los buenos vinos, mejoran con los años, como 2001, una odisea en el espacio; otras, como La naranja mecánica (1971), siguen siendo ejemplo de la innovación y la trasgresión cinematográfica, y algunas como Senderos de gloria, se celebrarían hoy día como el gran alegato antibelicista

Stanley Kubrick falleció el 7 de marzo de 1999 mientras dormía en su casa de Londres. Tenía 70 años y posiblemente algún proyecto más en la recámara, aunque eso no fuera garantía de que se llevase a cabo. Atrás dejó una filmografía cuajada de grandes éxitos y enormes hallazgos y también una leyenda de hombre extraño y perfeccionista en su trabajo.

De esto último fueron víctimas los actores Harvey Keitel y Jennifer Jason Leigh, quienes quedaron fuera de Eyes Wide Shut (1999), su última película, cuando se negaron a repetir las escenas que al director no le parecían adecuadas.

Por el mismo motivo, el matrimonio formado entonces por Tom Cruise y Nicole Kidman se trasladaron a Londres durante dos años, atados a las exigencias de Kubrick. “Me exigió todo lo que pudo como actor, pero también creo que es uno de los trabajos más satisfactorios de mi vida”, confesó Cruise al terminar el rodaje. Por su parte, Kidman declaró: “Kubrick me cambió la forma de ver el cine y mi trabajo”.

Lo cierto es que Kubrick, a pesar de la minuciosa elaboración de los guiones, dejaba bastante campo libre a la improvisación ya dentro del plató de rodaje. “Está bien reflexionar antes –explicó el cineasta-, pero nunca se pueden explorar todas las posibilidades de una escena hasta que no estás en el plató. No se puede conseguir el máximo de una escena sin corregirla en el momento del rodaje”.

Y es que Kubrick heredó de su formación fotográfica el gusto por la imagen refinada. Nacido en Nueva York el 26 de julio de 1928 en una familia judío-americana, ya a los 16 años se dio a conocer como fotógrafo gracias a las instantáneas que tomó a su profesor mientras leía Hamlet y que publicó la revista “Look”. Esta publicación le contrató como reportero gráfico y trabajó con ella y con la revista “Life” durante algún tiempo, el suficiente para que a los 21 años fuera considerado como uno de los mejores fotógrafos de Estados Unidos.

Tanteó el cine con dos documentales: The day of the fight (Día de combate), en 1949 y Flying Padre, realizado en México en 1951.

En 1953 abandonó su trabajo en “Look” y con sus ahorros y los de su familia realizó su primer largometraje, el poco conocido Fear and desire (Miedo y Deseo), que fue un fracaso económico y que él mismo retiró al poco de estrenarse. Por eso, si éste no se cuenta, su filmografía consta de 13 películas.

Tampoco quedó muy satisfecho con su segundo filme: El beso del asesino (1955), en el que participó como actriz su esposa de entonces, Ruth Sobotha, y que rodó sobre la base de un guión original, la única vez lo que haría en toda su carrera.

A los 26 años, junto con James B. Harris, fundó Harris-Kubrick Pictures, que produjo en 1956 su primer éxito: Atraco perfecto. Kubrick dejó ver ya en esta cinta su afán por la innovación al repetir tres veces una misma escena desde diferentes puntos de vista, así como por el novedoso uso del “flashback” y los puzzles temporales, recursos luego tan usados por realizadores como Tarantino.

Kubrick dejó dicho que lo realmente complicado era encontrar buenas historias: “Siento un gran respeto por esa cosa única y milagrosa que es una buena historia. Al rodar una película intento hacer algo que merezca ser filmado. Entonces la forma de filmarlo no supone un problema: cómo filmar es simple; qué filmar, eso sí que es difícil”.

AUTOCRÍTICO

Pronto rodó Kubrick cintas magistrales en los más diversos géneros. La primera de la serie fue la antibelicista Senderos de Gloria (1958), que supuso una revolución en el género de guerra por la crudeza de su realismo.

La protagonizó Kirk Douglas, que financió en parte la producción, y volvió a trabajar con Kubrick en Espartaco (1960), película que ganó cuatro Oscar, aunque el director ni siquiera fue candidato.

A continuación rodó Lolita (1962), basada en la famosa obra de Nabokov y protagonizada por James Mason y Sue Lyon. El mismo escritor se encargó de escribir el guión, a petición de Kubrick, y optó incluso al Oscar.

Respecto a estos dos últimos filmes, Stanley Kubrick mostró su extraordinario talante autocrítico al declarar: “No me gusta demasiado cómo quedó Espartaco, y en el caso de Lolita sé muy bien que no conseguí captar cuanto hay de mágico en el libro de Nabokov, o sea, el estilo. Lolita es uno de los ejemplos más significativos del hecho de que existen libros extraordinarios que no pueden convertirse en películas extraordinarias”.

En 1963 Kubrick rodó en Londres –a partir de entonces la capital británica fue su lugar habitual de trabajo- Dr. Strangelove (¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú), que él mismo definió como “comedia de pesadilla”, protagonizada por Peter Sellers y George C. Scott. Con esta cinta conseguiría su primera candidatura al Oscar como mejor director, que nunca le llegaría.

Cinco años después, en 1968, Kubrick haría adulto al género de ciencia ficción con 2001: una odisea del espacio, un filme cuajado de descubrimientos en la fórmula narrativa, los efectos especiales y algo más, como explicó el propio cineasta: “En películas como 2001… he intentado crear una experiencia visual, algo que sobrepase lo verbal y penetre directamente en el subconsciente con un contenido emocional y filosófico. Justamente como hace la música. En realidad, el cine opera en un nivel mucho más cercano a la música y a la pintura que al de la palabra impresa”.

POLÉMICA NARANJA

Una de sus películas más famosas, y sin suda la más polémica, fue La naranja mecánica (1971), por la que fue candidato al Oscar. Se la planteó como un reto formal y tecnológico, utilizando por primera vez en el cine sintetizadores para la música y un programa informático para los decorados. Acusada de fascista y violenta, además de inspiradora de crímenes varios, Kubrick decidió retirarla de las carteleras británicas en 1973, tras 61 semanas de éxito.

Residía desde 1972 en Gran Bretaña, en una casa señorial situada en plena campiña, a las afueras de Harpenden, en el condado de Hertforshire. Había huido de las vanidades de Hollywood: “Cuando vivía allí la gente me preguntaba cómo me iba y lo que esperaba escuchar era que si había hablado con algún famoso o me había peleado con una estrella”.

Con Barry Lyndon (1975) consiguió una nueva candidatura al Oscar como mejor director, aunque esta película de época se llevó cuatro estatuillas menores (fotografía, música, diseño y vestuario). Para poder rodar a la luz de las velas, Kibrick utilizó en esta película un sofisticado ingenio técnico fabricado para la NASA.

En la terrorífica El resplandor (1980), protagonizada por Jack Nicholson y Shelley Duvall, Kubrick volvió a dar una vuelta de tuerca a su meticulosidad: empleó un año entero sólo en la preparación de los escenarios, además de utilizar por primera vez en el cine la “steadicam”, es decir la cámara unida al cuerpo del operador, lo que permitió hacer tomas hasta entonces inéditas.

Pasaron siete años hasta su penúltima película, La chaqueta metálica (1987), otro filme antibelicista que se desarrolla en la guerra de Vietnam.

Una breve filmografía cuajada de grandes películas, que Steven Spielberg resumiría a su muerte señalando: “Èl creó algo más que películas. Nos dio experiencias tan completas que ganaban, no perdían, cuantas más veces las veías”.

La Prensa Literaria

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