- Una serie de relatos que hurga sobre los misterios de la condición humana y sus experiencias. Historias que también tienen de telón de fondo reflexiones filosóficas sobre la vida
Cuenta mi madre muchos cuentos. Dice que así enhebra cuentas preciosas al hilo invisible que se enreda al telar del mundo. Es una forma de hablar de las mejores cosas de esta vida, indecibles; de decir y no ser mal interpretada, como en general sucede; de llenar los días y los caminos antes del suave silencio. Cuenta cuentos, y embriagada los recuenta, pero siempre los distingue de las ilusiones que son como los trajes del Emperador, invisibles, inexistentes… Suspira, las ilusiones, en el mejor de los casos, son redondas vanidades acechando como sombras.
Afirma que el cuento, al fin y al cabo, siempre es un cuento, puente entre el trabajo y la vida hasta que llega la experiencia. ¡Ay! Vuelve a suspirar: muy diferentes son las ilusiones de los hombres que llenan el espacio de un perfume extraño y una luz cambiante.
Dice que son como esferas de colores que esconden desamparos. Las enumera: algunas son tan grandes que nos envuelven, otras tan pequeñas que desaparecen. Llegan como burbujas, globos o canicas, todos materiales esféricos que se multiplican en el universo. Algunas son suaves al tacto hasta entrada la vejez, otras se pinchan con la mirada y se desvanecen en el aire transparente. Aquellas, y las señala, brillan hasta cegarnos. ¡Si tan sólo fuera ceguera tiresiana!, suspira una vez más. Después añade: con las de aquí sucumbimos bajo el peso de plomo; con las de allá, vacías y huecas, creemos redimirnos; y con las llenas de acullá nos colmamos de hastío. A diferencia de sus cuentos, las ilusiones de mi madre estaban hechas de razón que es una de las tantas formas de la tristeza.