Contemplo tu foto
de cuando tenías catorce años
¿Recuerdas?
Luces aquel vestido blanco
bordado de florcitas rojas,
que te admiré tantas veces
en nuestras fiestas juveniles.
La contemplo
cincuenta y nueve años después
cincuenta de ellos ya casados
y recuerdo,
¡Cómo olvidarlo!
cuando con timidez de primo
te confesé mi amor:
¡Cuántas cosas te diría
si tú no fueses tú
y tú me escucharías
si yo no fuese yo,
mas el destino quiso
que fuésemos tú y yo.
Después, ¡oh maravilla!
ante tu respuesta
la tierra y los cielos me sonrieron,
como en la rima de Bécquer:
¡Dime todo lo que quieras
que yo bien te escucharé
porque tú ya no eres tú
ni yo tampoco soy yo
sino que somos tú y yo.
Desde entonces,
una inscripción simple
llevan nuestros anillos:
Tú y yo siempre.