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El último poemario de Benedetti fue publicado en España apenas hace unas semanas. En él este autor dijo que su libro estaba cargado de experiencia y memoria de un tiempo duro. LA PRENSA/ AFP/Miguel ROJO

El mito en busca de la utopía y del compromiso social

Joan Manuel Serrat, Daniel Viglietti, Pedro Guerra, Rosa León, Juan Diego o Nacha Guevara son sólo algunos de los cantautores que han puesto música a los versos de Benedetti El escritor uruguayo Mario Benedetti deja tras de sí una rica obra, en la que sus más de 80 novelas, ensayos, cuentos y poemarios muestran el […]

  • Joan Manuel Serrat, Daniel Viglietti, Pedro Guerra, Rosa León, Juan Diego o Nacha Guevara son sólo algunos de los cantautores que han puesto música a los versos de Benedetti

El escritor uruguayo Mario Benedetti deja tras de sí una rica obra, en la que sus más de 80 novelas, ensayos, cuentos y poemarios muestran el compromiso social y la coherencia de alguien que creyó “en la vida y en el amor, en la ética y en todas esas cosas tan fuera de moda”.

“Él siempre dijo que se sentía más poeta que otra cosa”, señaló la biógrafa del escritor, Hortensia Campanella, cuando presentó hace unos meses el libro Mario Benedetti. Un mito discretísimo, con el que trazó la trayectoria de uno de los mitos de la literatura hispanoamericana del siglo XX y quizá la conciencia poética de todo un continente.

Esa poesía se convirtió en el único báculo para afrontar sus últimos años, tras la muerte en 2006 de su esposa, Luz López, su compañera desde hacía más de seis décadas y su mejor crítico.

La de Benedetti ha sido “una vida que ha ido persiguiendo la utopía y que por eso mismo ha encontrado en la poesía su mejor expresión, o por lo menos, la más querida, la más auténtica”, señala Campanella.

Joan Manuel Serrat, Daniel Viglietti, Pedro Guerra, Rosa León, Juan Diego o Nacha Guevara son sólo algunos de los cantautores que han puesto música a los versos de Benedetti.

La poesía, decía Benedetti, es “un altillo de almas”, un “tragaluz para la utopía” y “un drenaje de la vida/ que enseña a no temer a la muerte”.

Fue también el martillo que le permitió forjar una carrera literaria compaginada con las profesiones más diversas: currante en un taller de automóviles, taquígrafo, cajero, vendedor, contable, funcionario público, traductor y periodista, antes de dedicarse a lo que más quería.

“Cuando tengo una preocupación, un dolor o un amor tengo la suerte de poder transformarlo en poesía”, afirmaba.

Títulos como aquel primerizo La víspera indeleble, sus Poemas de la oficina, el oriental y tan uruguayo Rincón de Haikus, los grandiosos tres Inventarios o las Canciones del que no canta se vieron coronados el año pasado con su último poemario, Testigo de uno mismo.

Este libro vino a ser “un poco el resumen de una carrera poética extraordinaria”, con todos los grandes temas de la poesía universal desbordando sus páginas, como dijo la novelista Sylvia Lago.

Además, en esta obra presentía ya el final de sus días, sin tapujos, a la vez que insistía en la soledad sin su amada Luz y con un mundo reducido: “Acontece la noche y estoy solo/ cargo conmigo mismo a duras penas/ al buen amor se lo llevó la muerte/ y no sé para quién seguir viviendo”.

La poesía dejó también mucho espacio para la prosa en la obra de Benedetti y así su principal novela, La tregua, es uno de los faros de la literatura del continente, con más de 140 ediciones en 20 idiomas desde su publicación en 1960.

También dedicó tiempo a los cuentos, en los que “cada palabra tiene valor por sí misma” y, sobre todo, “tienen que ver con los sentimientos”, como explicó en 1998 en un Taller de Literatura de la Casa de América de Madrid.

El cuento “es el género más gratificante, tanto para el autor como para el lector”, pues “desde tiempo inmemorial a las personas les gusta que les cuentes cosas, y a algunos nos gusta contarlas”, decía el autor de Geografía, La vecina orilla o Montevideanos.

Tanto la prosa como la poesía de Benedetti fueron reconocidas con amplitud y así lo corroboraron galardones como el Premio Reino Sofía de Poesía Iberoamericana (1999), el Iberoamericano José Martí (2001) y el Menéndez Pelayo (2005).

En declaraciones a Efe en junio de 2002, Benedetti explicaba que si bien “los poetas no tienen capacidad de influir sobre los Gobiernos”, sí “llegan al ciudadano de a pie, y a veces sirven para esclarecer una duda, para dar una tímida respuesta a una pregunta que tiene alguien”.

La Prensa Literaria

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