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Dibujo de jaguar de Fernando Silva. LA PRENSA/Cortesía de F.Silva.

El jaguar

El jaguar representa la figura animal que conceptualmente está más relacionada con la mitología azteca, así también con nuestra mitología vernácula. Entre las diferentes especies al jaguar se le señala (Felis Onca), el puma (Felis Concolor), el ozelote(Felis Pardalis), el leoncillo o jaguarundi (Felis yagouaroundi) y el gato tigre (Felis Wiedii). El gato tigre y […]

El jaguar representa la figura animal que conceptualmente está más relacionada con la mitología azteca, así también con nuestra mitología vernácula.

Entre las diferentes especies al jaguar se le señala (Felis Onca), el puma (Felis Concolor), el ozelote(Felis Pardalis), el leoncillo o jaguarundi (Felis yagouaroundi) y el gato tigre (Felis Wiedii). El gato tigre y el puma existen en la costa del Golfo y su número es muy reducido, el ocelote o leoncillo que tiene la talla de un gato doméstico, parece que no impresionó, ni inspiró al artista amerindio que prefirió la figura del jaguar.

Jaguar es una “oz tupi guaraní” y es el felino más grande de América. El ocelote en náhuatl ocupa la primera plaza en el libro 11 de la Historia General de la Nueva España de Fray Bernardino de Sahagún bajo la denominación religiosa de “Príncipe y Señor de los Animales”. Los aztecas explicaban las manchas oscuras en la piel del tigre diciendo que le habían quedado al pasar las brasas encendidas de Teotihuacán durante la creación del sol y la luna; y capeándose de las llamas el fuego habría parcialmente quemado su piel.

Puede uno preguntarse ¿Por qué el jaguar? Debe ser porque es una fiera que se relaciona mucho y eficientemente para indicar la fuerza, la destrucción y el poder. Así por ejemplo ponemos de principio la fuerza y poder del sol, que en todo el recorrido de la mitología se asemeja al hombre como la masculinidad, así como a la luna, la feminidad; sin embargo el poder del sol que es intachable se ejerce en la forma de que al sol se le considera el fenómeno del día ante el fenómeno de la noche donde sol y luna se manifiestan indistintamente; el sol como el amanecer es quien devora la existencia de la luna durante la noche.

Curiosamente este dato mitológico lo refiere en forma natural y corriente Fray Blas Hurtado y Plaza (contando su vida en Matagalpa); en la pág. 66, nota 67 después de “la muerte del padre presidente Fray Antonio de Cáceres ocurrió el 22 de diciembre de 1749 con ocasión de la sublevación de estos indios y asaltos al pueblo de Boaco que se hizo por los zambos en compañía de los ingleses”, y en la pág. 72 del mismo memorial, escribe Fray Blas: “(…)una noche, me sucedió, que estando durmiendo en mi ranchito me recordaron unos desaforados gritos que empezaron a dar todos los indios, tan grandes, que no parecían de personas humanas sino de algunas fieras y bestias de que abunda la Montaña. Y como aún tenía fresca la memoria de la muerte del padre Cáceres, juzgué que a mí me iba a suceder la misma suerte, y así, levantándome, me puse en oración, pidiéndole a mi señor misericordia su asistencia en aquella hora. Largo tiempo duraron las voces, y yo me mantuve en oración.

Pero viendo que no se descomedía nadie conmigo llamé al intérprete para que preguntara a los indios –Porque daban aquellas voces, y les dijera de mi parte que yo no iba a hacerle ningún daño sino que a lo que había ido era a visitarlos y ver si se querían convertir a ley de Dios.

Fue a sus ranchos con mi recaudo, y les respondieron que aquellos gritos no eran para convocarse y quitarme la vida como presumía, sino que los daban por ayudar a la luna, que la quería comer el tigre”.

Es abuso común entre los indos que cuando la luna eclipsa piensan que algún tigre la quiere devorar.

Otro ejemplo que es muy importante agregar es el título del libro de poema del poeta Pablo Antonio Cuadra: (EL JAGUAR Y LA LUNA).

Continuando con la letra de la mitología Náhuatl el Jaguar en algunos casos llega en ayuda del hombre, lo protege, lo cura sin necesidad al punto de defenderlo contra su propia especie. Un mito de los indios Matacos de Argentina se refiere a una avispa que se alía a un hombre contra un jaguar que lo amenaza, sería un jaguar que un amigo humano transformó en fiera. Esta sería una ayuda preciosa que posee trazas humanas he aquí el relato ¨entonces es que marchaban en el bosque dos amigos que eran seguidos por dos jaguares. Cuando cae la noche uno de ellos dice al otro: me esperas a mí aquí. Durante tu sueño yo voy a distraer a los jaguares.

El hombre se transforma el mismo en jaguar y se va al bosque cuando el amigo está dormido, uno de los jaguares que los había seguido era una hembra. Esta juega con el hombre jaguar y copula con él durante tres noches. Durante el día, el hombre jaguar venía a buscar a su compañero recurriendo antes a su forma humana.

Una noche fue incapaz de transformarse en hombre. Con el favor que podía todavía hablar mientras continuaba siendo jaguar. Él aconseja a su amigo partir ya que en su forma animal él tendría poder de comérselo. El amigo parte, pero el jaguar le persigue y quiere atraparlo, el amigo se refugia en un árbol mientras el jaguar desde abajo quiere devorarlo.

Una pequeña avispa que pasaba por ahí le dijo al hombre: tomame a mí y poneme sobre la palma de tu mano y, cuando el jaguar brinca me tirás en su trompa abierta.

El jaguar brinca sobre el árbol con la intención de devorar a su amigo, cuando abrió la trompa el hombre se aprovecha para echarle la avispa en el interior, el jaguar se derrumba. Es a causa de la avispa que él murió”.

Hay otra anécdota que es un mito Wayapis de la Guyana Francesa que es la amistad de un hombre con su jaguar domesticado: “un hombre tenía un jaguar domesticado, él lo había aprisionado hacía tiempo para hacerlo un animal doméstico, el hombre había desde un principio alimentado a su animal y después lo había usado para la cacería, al animal rebuscaba jabalí, liebres blancas, etc., y cogiendo una bestia la traía a los pies del hombre que lo esperaba.

El jaguar se comía la primera presa, cuando había terminado el jaguar se venía a donde su dueño, se restregaba a él y se dejaba acariciar.

El jaguar mataba otro jabalí y el hombre llevaba la carne a vender al pueblo”.

Hay otro mito de Chorotes de Paraguay que describe el poder destructor del hombre jaguar: “Había una vez un jaguar. El era malo y peligroso. Él llegaba de media noche y se andaba en la villa y, como todo el mundo dormía, nadie lo notaba. Podía aproximarse a alguno y matarlo con sus garras a golpe de arañazos. Podía ir de una persona a otra y degollarla a fuerza de garra, él había podido así exterminar al pueblo entero sin que se oyera un solo grito, nadie habría podido dudar de que eso podía haber pasado.

Había un viejo hombre llamado Kithlié con la edad de 70 u 80 años que aparentaba ser un pequeño viejito, él sabía muchas cosas, no importa de qué tipo de cosas. Por esto fue lo que le preguntaron: ¨¿Qu´est-ce qui s´est passé la nuit derniére? > ¿Qué fue lo que pasó la última noche?

El hombre viejo respondió: ¨Je ne sais pas! Je le saurai cette nuit á travers mes réves. On verra cette nuit¨> Yo no sé, yo lo sabré esta noche durante mis sueños. Se conocerá esta noche.

A la mañana siguiente la gente lo cuestionó de nuevo. El hombre viejo le respondió: Yo soñé con alguien que parecía un hombre, pero, un minuto más tarde el más bien parecía un jaguar. ¿Cómo habrá sucedido eso? Será posible me juegue esa pasada.

Y a menudo el hombre supo lo que había pasado.

Es el sueño que se lo dijo.

El se acuesta entonces y hasta llegada la media noche oyó. El simulaba estar dormido pero guardaba preparado a su lado una lanza.

El brujo jaguar arrima y se dirige directamente hacía Kithlié. Quiso saltar sobre él, pero el viejo hombre usó su lanza, los aullidos del jaguar despiertan a todo el pueblo.

La gente lo atrapa se arman de mazos y de palos y lo atacan a golpes hasta matarlo en seguida”.

Todavía queda un mito de los indios Matacos (Ob. Citada) donde se relata el hábito de una mujer que se alimentaba con vianda animal cruda y devora a sus congéneres: “un hombre se fue a pescar con su mujer, él se sube a un árbol para agarrar pericos que él se lo pasaba en seguida a su compañera. Pero ésta los devoraba. ¿Por qué te comes a los pericos? ,le pregunto él. Después cuando el hombre se bajo del árbol ella le da en la nuca un mordisco. Cuando ella vuelve al poblado sus niños se le acercan para saber eso que ella trae. Ella les muestra la cabeza de su padre diciéndole que esa era la cabeza de un cusuco. Durante la noche ella se come a sus hijos y después desaparece en el bosque, ella se había transformado en jaguar, los jaguares son las mujeres”.

Hay otro mito que se ocupa en describir los cambios que pueden hacerse en el cuerpo humano. Puesto como en escena teatral, particularmente espectacular que contribuye a hacer más vivo el mito.

Esto que acabo de mencionar me ha sorprendido hallarlo en esta descripciones, porque entre nosotros, es decir en nuestro mitos vernáculos o escenas folclóricas se da este mismo asunto que una mujer por brujería y diciendo ciertas palabras brujas como “caete carne“¨”, “caéte mano”, “caete dedo”, “caéte nalga”, etc., se va desprendiendo de todas sus carnes para transformarse en otro ser y salir por ahí en aventuras brujas. Dejando su cuerpo disgregado encima de una batea.

El fin de esta escena es que alguien se llevó los restos del cuerpo que encontró en la batea y cuando volvió la mujer ya no encontró su cuerpo y se quedó en nada.

Finalmente, señalamos que el contenido que determinamos dentro “…esta obsesión felino ha debido tener una relación esencialmente religiosa o totémica, o bien, en correlación con el culto a la lluvia y a la tierra”, entonces, retomando la naturaleza felina en el término del “WERE JAGUAR”(as it were) que así “…en efecto, la criatura híbrida pone en juego una relación entre esos dos términos: el hombre y el animal, más precisamente el JAGUAR”.

Memorial de mi Vida- Fray Blas Hurtado y Plaza- 1722-1729- Molina Argüello, Carlos. 1977

Les Olméques des Origines Au mythe. – Caterina Magni.Ed. du Seuil-27 rue Jacob, París VI-may 2003

Wilber & Simoneau(dir,), 1982 b : 316

La Prensa Literaria

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