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Ante el espejo del sufrimiento

Sobre la pintura de Frida Kahlo, íntima y visceral, Diego Rivera decía: “Es la primera vez en la historia del arte que una mujer ha expresado con franqueza absoluta y descarnada y, podríamos decir, tranquilamente feroz, aquellos hechos generales y particulares que conciernen exclusivamente a la mujer”. No voy a hablar de la Frida que […]

  • Sobre la pintura de Frida Kahlo, íntima y visceral, Diego Rivera decía: “Es la primera vez en la historia del arte que una mujer ha expresado con franqueza absoluta y descarnada y, podríamos decir, tranquilamente feroz, aquellos hechos generales y particulares que conciernen exclusivamente a la mujer”.

No voy a hablar de la Frida que se quedó extasiada viendo por primera vez pintar al muralista Diego Rivera, su mural La Creación realizado en el anfiteatro Bolívar; tampoco de la que recibió clases de dibujo con Fernando Fernández o realizó copias de los grabados del impresionista sueco Anders Zorn; menos aún de sus bodegones de frutas; sino de la pintora surgida de su vida dramática: De la Frida ante el espejo del dolor.

Atrapada por este “corsé de acero”, Magdalena Carmen Frieda Kahlo Calderón, nacida un 6 de julio de 1907 en Coyoacán, México, hizo historia de su arte pictórico con referentes íntimos, dramáticos y simbólicos, alcanzando su propio espacio en la pintura de México y el mundo. Hoy se le rinde honra en la Casa Azul, la que fue su hogar y ahora museo. Partió un 13 de julio de 1947.

Su gran pintura desciende del dolor, de su vida estremecida y martirizada por las enfermedades, accidentes, tratamientos dolorosos, y desamores. Atacada por la poliomielitis desde niña; accidentada en sus años de estudiante en un autobús que chocó con un tranvía, más de treinta operaciones practicadas, y abandonada por su novio que la acompañaba. Sobre este episodio del accidente de 1925, en la calle Cuahutemozin y la Calzada Tlalpah, realiza un dibujo y una pintura, que tituló El Retablo.

Así la pintura vino a ser su refugio, su biografía de denuncia, sus estaciones del calvario interminable, su vida implorante de amor, y su arte plagado de horrores y dolores sin límites. Cualquiera que dé un vistazo a sus obras desplegadas por numerosos sitios de internet, libros y cartas publicadas casi al final de su vida, quedará estremecido, porque su obra es más que pintura, más que arte por el arte. Es única en su género, al margen de las millonarias cotizaciones en las subastas.

Sus primeros retratos son oscuros y rígidos, como el que le hizo a su amigo Miguel N. Lira; pero esto dio paso al desarrollo de su propio estilo psicológico, creativo y autobiográfico. Pinta su primer lienzo: Autorretrato con Traje de Terciopelo (1926), regalado a su novio Alejandro Gómez con quien logra temporalmente reconciliarse.

A principios de 1930 aborta por primera vez, es hospitalizada a causa de una enorme hemorragia, pues se teme por su vida. Este año muere su madre. Dos años después vuelve a abortar, le realizan varias operaciones, en una de ella le amputan varios dedos de su pie derecho.

Pinta su obra Henry Ford Hospital, ella aparece en una cama e imágenes del aborto, la escena es realmente dura. Dos años después concluye su cuadro Mi nacimiento, dándose luz a si misma, como en un drama de la vida y la muerte.

En 1931, termina su Retrato de Luther Burbank, donde incluye elementos surrealistas. Otra de sus pinturas Unos cuantos piquetitos, alude a la traición que sufrió de Diego Rivera, que anduvo con su hermana Cristina; al igual que la obra Esposo infiel. En 1937, Frida pinta Autorretrato dedicado a Leon Trotsky, con quien mantuvo un romance. Para este año también realiza la pintura de sentir maternal, Mi nana y yo.

Su primera exposición individual de 1938, en la Galería Julián Levy, de Nueva York, fue presentada por el crítico surrealista André Breton, que escribe la introducción del catálogo. Al año siguiente viaja a Paris, y expone en la galería Renou & Colle.

Este mismo año pinta su tema Las dos Fridas, dos años después, Autorretrato con pelo cortado. Luego el alegórico cuadro La cama, alusivo a la muerte, muy celebrada en México. Participa en varias exposiciones.

Pero es con su obra Moisés — también referido como El Nacimiento del Héroe, o el Núcleo de la Creación — que obtiene en 1946 el Premio Nacional de Pintura que concede el Ministerio de Cultura. Herida por la impotencia de poderse curar de la columna, o por el desamor, plasma sus desencantos en la conmovedora pintura El cervatillo, que regala a una pareja de recién casados.

Su salud empeora. Es trasladada a Nueva York, y operada de la columna, por lo que tiene que llevar durante ocho meses un corsé de acero. Cuatro años después vuelve a ser intervenida, pasa nueve meses más en el hospital, por lo que tiene que usar silla de ruedas.

Sobre este duro momento, 1944, pinta su impactante obra La Columna Rota, Frida aparece sola llorando en una vasta y solitaria llanura, atada a un corsé al que ve como castigo, su cuerpo y cara están cubiertos de clavos, pero el más grande agujerea su corazón e indica el fuerte dolor emocional causado por el muralista Rivera.

Su obra plástica, que carga todo su martirologio y arte biográfico, cierra con una exposición personal montada por Lola Álvarez Bravo en la Galería de Arte Contemporáneo de México en 1953. A esta muestra premonitoria de su final, Frida asiste, contra recomendaciones médicas, no en silla de ruedas, sino en su propia cama de enferma. Para el mes de agosto de este año los médicos le amputan la pierna derecha por debajo de la rodilla producto de una gangrena.

Pues bien la cama como objeto personal y pintura está presente simbólicamente, desde que inicia y finaliza su carrera de pintora fuertemente marcada por la tragedia personal. Siendo su primer “estudio o taller” exactamente su propia cama, al que le adaptaron un baldequín, para que pudiera pintar.

También se le instaló un espejo, sirviéndose ella misma como su modelo; desde entonces data su serie de autorretratos. De su obra, composiciones y expresiones dice Frida: “Me retrato a mi misma porque paso mucho tiempo sola y porque soy el motivo que más conozco”.

La Prensa Literaria

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